Nancy Huston aborda en sus obras el análisis del desarraigo. En realidad, yo creo que la autora ha querido deconstruir identidades nacionales. Esas identidades que todos consideramos inmutables y esenciales en nuestra vida aunque, en ese intento, se le haya ido un poco la mano. Así, Huston nos presenta las tres “etnias” principales neoyorquinas, sin contar con la hispana: los WASP, blancos anglosajones, los afroamericanos y los judíos, en este caso, supervivientes del Holocausto. Estas tres identidades que confluyen en los miembros de una misma familia intentarán entenderse sin conseguirlo.
Shayna queda, de esta manera, como un personaje secundario y es la excusa para que el resto de personajes se muestre desde su mirada. En este relato biográfico de las tres últimas generaciones de dos familias estadounidenses, la autora incluirá, magistralmente, los últimos grandes acontecimientos de la historia universal y, en particular, de los Estados Unidos. Desde el Holocausto hasta los atentados terroristas de París y las Torres Gemelas. Desde ese punto de vista puede ser considerada una novela histórica.
La estructura de la novela me ha parecido muy interesante. Se alternan capítulos en diferentes épocas de las ramas paterna y materna de Shayna. Desde su primera infancia hasta la madurez y el divorcio posterior. Sus traumas, sus fracasos y sus debilidades; su arrogancia, su superioridad intelectual y su rigidez. Además, hay unos párrafos cortos escritos en mayúsculas por Shayna que suponen el inicio de la recuperación de su pasado racial.
Empezamos por la familia materna, los WASP. Hechos a sí mismos y enriquecidos en el país de las oportunidades. Tienen una hija, rubia y delicada, inteligente y sana. Lili Rose tiene una voz prodigiosa y mucho talento para la música. Perfecta, hasta que “el acontecimiento” la paraliza y deja huellas indelebles en su vida. “El acontecimiento” son los abusos sexuales sufridos en la infancia y la adolescencia. Lili Rose se refugia en sus estudios pero desde entonces mantiene una relación muy agresiva, que llegará hasta su edad adulta, con su paralizado cuerpo.
Joel, el futuro padre de Shayna, pertenece a una familia judía superviviente del holocausto. Ha recibido una educación muy tradicional, muy ritualista y que procura abandonar en cuanto llega a la adolescencia. También es un intelectual, en rivalidad permanente frente a su abusivo hermano y en competencia con él para captar el amor de su madre. Al final intentará conseguirlo ofreciéndole a su madre lo que su hermano no puede darle. Un nieto. Y aquí es donde yo creo que a la autora se le ha ido la mano.
Pongamos en situación. Una mujer judía superviviente del Holocausto donde ha sido exterminada toda su familia y la de su marido, desarraigada en un Nueva York al que no entiende. Una mujer racista que sólo contrata a criadas de origen africano y además inmigrantes, como ella y con las que no tiene, aparentemente, el menor trato. Pues bien, a esta mujer deseosa de tener descendencia, nietos que puedan mantener su legado judío, Joel, su segundo hijo, probablemente no deseado y ateo, le ofrece como nieta a su hija mulata gestada por un vientre de alquiler.
No contaré cómo se llega a esa situación porque ya sería destripar completamente la novela. Pero sí que me parece que la autora ha cargado demasiado las tintas y ha metido con calzador la gestación por subrogación porque es un asunto que está de moda y genera polémica. En fin, Joel me ha parecido un personaje muy interesante. Dedicado, de alguna manera, a colaborar en la desaparición de la raza judía, no sé por qué pero es así. Y también creo que Lili Rose merecía otro trato por parte de Shayna (y de la autora).
En cualquier caso, recomiendo la lectura de esta novela tan ambiciosa de una autora a la que pienso seguir leyendo.