jueves, 26 de agosto de 2021

Ensayo: Afganistán como un espacio vacío de Marc W. Herold (2007)

El autor.-
Marc E. Herold es profesor de desarrollo económico en la Universidad de New Hampshire en EEUU. Es máster en comercio internacional y finanzas y doctor en economía por la Universidad de California. Se ha especializado en cambios sociales y económicos en el Segundo y Tercer Mundo. Ha publicado artículos y ha colaborado en libros colectivos sobre la industrialización en Albania, el capital extranjero en El Salvador y México o la nueva división internacional del trabajo. 

Mi opinión.-
Por casualidad empecé a leer este libro unos días antes de que se desencadenara la actual crisis de Afganistán. Me pareció un libro interesante que abordaba un concepto que yo no conocía. Es el concepto de espacio vacío y creo que sirve para sopesar con más calma y objetividad la actuación de los Estados Unidos y la comunidad internacional en Afganistán en estos últimos 20 años.

Hasta ahora el análisis más frecuente sobre esta situación ha quedado etiquetado como fracaso de la civilización occidental o como abandono del pueblo afgano por parte de la comunidad internacional. Sinceramente, me parece imposible extraer una conclusión tan rotunda en un momento todavía tan turbulento y opinar de manera tan precipitada, sin haber dejado que la situación se decante, no puede traer ninguna buena lección aprendida.

No sé si la invasión de Afganistán fue una decisión acertada o no; lo que sí es fácil comprobar que no fue una invasión militar tradicional. Esta vez se implementaron otras dimensiones que, de manera interesada o no, en un proceso categorizado como nationbuilding, trataban de fortalecer a la población afgana y especialmente a las mujeres y niñas, en un sentido económico, social y político. El tiempo y los esfuerzos dedicados a implementar este nuevo orden democrático en Afganistán parece que no ha sido suficiente y toda aquella colaboración se desmorona como el castillo de naipes que era. Porque crear y democratizar un estado es una tarea de muchas generaciones y parece que ni Afganistán ni Occidente han tenido paciencia estratégica, según Ghéhenno. 

Sin embargo, las cosas se explican mejor si tenemos en cuenta que el objetivo nationbuilding no fue nunca prioritario y que, en realidad, era una máscara para tranquilizar a la opinión pública occidental. Los verdaderos argumentos y razones de los políticos para invadir Afganistán eran otros y, no nos engañemos, también lo sabíamos. Se trataba de impedir una amenaza terrorista real porque, al fin y al cabo, democratizar un país que no había pedido ser democratizado hubiera sido una tarea imposible. Desde ese punto de vista, la operación ha sido un éxito, La retirada de Afganistán: una victoria de EEUU.

Para Herold, además, terminar con la brutalidad del régimen talibán tampoco parece ser una razón suficiente que apoyase la invasión, puesto que Occidente soporta otros regímenes igualmente brutales. Ni siquiera la explotación de recursos económicos que ahora mismo se han abandonado sería un buen motivo. Por el contrario, el autor considera que el interés en mantener la ocupación de este espacio vacío estribaría no tanto en sus especiales características sino en impedir que otro lo ocupase. Al menos durante el período de tiempo que le fuese favorable a Estados Unidos.

Surgen entonces nuevas preguntas que, en este libro, quedan sin contestar. Por ejemplo, ¿quién estaría interesado en ocupar ese espacio? Y sobre todo, ¿por qué Occidente trataría de impedirlo? Por supuesto que los talibanes serían los primeros en haber querido ocupar ese espacio vacío (y al final lo han conseguido). Así, durante 20 años los talibanes han sido contenidos por un nuevo ejército y unas nuevas fuerzas de seguridad “creadas” a imagen y semejanza de Occidente pero nunca desaparecieron y siguieron afianzándose territorialmente por todo el país.

Entonces, ¿por qué ahora se ha permitido la ocupación completa del país por parte de los talibanes? ¿Podemos pensar que estos talibanes son diferentes a los de hace 20 años? Otra vez nos falta tiempo para saber cómo evolucionarán las cosas. ¿Confiamos en que los talibanes sean distintos ahora? No. Pero, ¿cuál es la alternativa? Patrocinar una guerra civil que las autoridades afganas no han querido luchar hubiese sido volver a las viejas prácticas. Quizá nos toque ahora tragar sapos y reconocer a un régimen que nos repugna en lo más profundo, que cuestiona todo el acervo mundial referido a los derechos humanos. Estoy segura de que sí, aunque eso no quiere decir que Occidente deba aceptar sin condiciones. Este proceso de dilatar en 20 años el reconocimiento de un régimen talibán podría asemejarse al reconocimiento internacional del franquismo que comenzó en los años 1950. Así, con una buena propaganda y un buen “lavado de cara” se acepta lo que antes no se aceptaba. No podemos olvidar que el islamismo, en sus distintas tendencias, sólo es un fascismo más.

Nos falta tiempo y perspectiva para asimilar estos acontecimientos. Quizá sea el inicio de un cambio de tendencia, de que Occidente, después de siglos, deje de gobernar el mundo y ahora tome el relevo un nuevo hegemón. Pero sobre todo debemos de tener muy claro que todo el dinero, el tiempo y el trabajo invertidos en Afganistán no fueron inútiles, aunque por gran parte de la población no hayan sido bienvenidos. Porque si no lo hacemos así, no podemos ofrecer ningún consuelo a las familias de quienes murieron allí, convencidos de que estaban haciendo algo bueno.

Este libro presenta un punto de vista interesante aunque la traducción no sea muy buena y al final el autor se disperse un poco. En lugar de seguir con el análisis geopolítico de la situación, se pierde al empezar a incluir testimonios, muy respetables, pero que sólo aportan una visión emocional que habríamos podido obtener en otras lecturas. Además, utiliza algunas expresiones que no quedan muy claras. Menciona, por ejemplo, a la Izquierda Tomahawk sin que haya una nota a pie de página que explique realmente a qué se refiere. Imagino que se trata de los partidos políticos, movimientos sociales o cooperantes de izquierda en los países occidentales que, quieran o no, actúan contra sus propios gobiernos. Pero no sé si será así. Se publicó en el año 2007 y ya entonces mencionaba la corrupción, el avance de los talibanes y el espejismo de progreso que queríamos creer que se estaba produciendo. De todas maneras, es una lectura muy recomendable. Queda pendiente para otro post la intervención de la República Popular China en este asunto y tantas y tantas otras preguntas. De momento, ahí va un artículo de Guillem Pursals, Los tres ejes de la relación entre Pekín y Kabul.

Afganistán como espacio vacío. 
El perfecto estado neocolonial del siglo XXI
Marc W. Herold
FOCA 2007

lunes, 23 de agosto de 2021

Novela: La niebla y la doncella de Lorenzo Silva (2002)

El autor.-
Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas doce novelas; bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe. 

Mi opinión.-
Tercera novela de la serie, publicada en el año 2002 y donde Vila me decepciona por primera vez (y espero que sea la última). Más adelante diré por qué y también le perdonaré porque, en primer lugar y sin duda, está equivocado y porque, en segundo lugar, sufrirá mucho; quedará herido de amor huido como diría García Lorca.

Sabíamos que Vila es un hombre leal, con su propio código moral de conducta y con la flexibilidad necesaria para pertenecer a una institución tan conservadora como la Guardia Civil y también intuíamos que era un romántico pero, aun así, me ha cogido desprevenida y a él también. Esta ráfaga de pasión le ha hecho tambalearse y también a su investigación. A esto se añade que ya tiene 38 años, se considera viejo y le abruman las dudas sobre su comportamiento como padre y su fracaso en su breve experiencia como marido. Es también un pesimista reconvertido en optimista contumaz gracias a haber convivido “de forma efectiva con el desastre”. Sigue apegado al trabajo de calle porque en la calle es donde pasan cosas, donde pasa la vida y también donde la muerte se convierte en esa compañera previsible.

Chamorro, a pesar de su extremada profesionalidad y competencia, de su formación como científica que valora el análisis y el pragmatismo, también estará bastante dispersa. Sobre todo porque tiene un noviete que, aunque de momento sólo la molesta por teléfono cuando ella ya ha decidido terminar la relación, puede llegar a ser un acosador en toda la regla. La tensión sexual entre Vila y Chamorro cada vez se va diluyendo más en un profunda y sincera amistad. Por eso, al mismo tiempo, Vila se ve en la obligación de intervenir frente a este sujeto, de manera un poco paternalista y protectora. Algo que Chamorro agradece pero que a mí me chirría un poco.

La trama policial les lleva esta vez a Canarias, a la Isla de la Gomera. Se ha reactivado un crimen cometido años atrás y que quedó sin resolver. Allí se encuentran con un plantel de sospechosos y un asesino suficientemente hábil para facilitar vías de investigación que o bien llevan a un callejón sin salida o bien cada vez se van complicando más. El caso es que, por esas profundas emociones mencionadas que a veces les nublan, los dos investigadores no andan muy finos y eso tendrá consecuencias. Consecuencias graves. Será la niebla y algunos intervinientes que no dejan que Bevilacqua y Chamorro vean con claridad. Cosa que Vila no se perdonará.

Al final la doncella del título, una doncella con mucho de mujer fatal, una doncella con imán para los problemas, también se verá atrapada por esa la niebla. Nos quedará de ella la escasa y equívoca relación que tuvo con Vila y lo que los demás digan de ella; aunque los demás sean unos mafiosetes, corruptos de muy bajo nivel, que quieran salvar su propio culo. Por todo esto, ni Vila ni nosotros podremos conocerla, ni a ella ni sus verdaderas intenciones.

Dice Bevilacqua que todo crimen tiene una filosofía y una mecánica y aunque la filosofía sea enrevesada y difícil de captar, la mecánica está ahí y su lógica se puede reconstruir hacia atrás para desentrañar los porqués de los crímenes y quiénes los han cometido. El corrupto de esta novela, un mafiosete de medio pelo, dice que para luchar contra los malos hay que volverse como ellos. Ahí está la tentación, porque “los demonios, a fin de cuentas, antes fueron ángeles”. Algo parecido decía Sherlock Holmes en la última adaptación realizada por la BBC. En el duelo final Moriarty le dice a Sherlock Holmes que es tan aburrido como los ángeles y él le contesta, algo así como, quizá esté del lado de los ángeles pero no olvides que no soy uno de ellos puedo luchar contra ti porque soy tan asesino como tú. Quizá para evitar caer en la corrupción sea necesario vestir armadura como San Miguel o San Jorge; una armadura hecha de sólidos preceptos morales para no deslizarse por la pendiente.

He dicho al principio que estaba enfadada. Aquí van mis razones. En la página 229, Vila se define como no feminista. ¿Quéeeeee, cómooooooo? En el año 2002, el autor y por consiguiente su personaje, recelan del feminismo escudándose en que las mujeres también oprimen a las mujeres. Bueno, bueno, bueno. Esa afirmación se desmonta en 1º de feminismo. Ni hombres ni mujeres oprimen a las mujeres porque sí. Es el patriarcado, el sistema patriarcal (algo que Vila parece desconocer) el que oprime tanto a hombres como a mujeres, si bien y por supuesto en distinta medida. Dice “…me niego a soportar la matraca del feminismo [¿matraca? digo yo, el fútbol es matraca el feminismo, no] con su odio bobo hacia el hombre en general” [digo yo, que me diga una sola teórica feminista de prestigio que vaya odiando por ahí a los hombres en general; sigo diciendo yo, ¿pero qué odio, y además, odio bobo? Pero si nos están matando y seguimos sin odiar]. Por diosa, lo que hay que oír y leer. Además, le contesta Anglada, otra compañera guardia civil, “Las que me revientan son esas niñas pijas que presumen de haberse liberado, cuando lo que las ha liberado es la chequera de papá”, [digo yo, pero si esas niñas pijas nunca se declaran feministas, nunca, nunca, nunca]. Al final, la traca final, Vila sentencia “Muchas [feministas] acaban comportándose con una bravuconería cuartelera y una intransigencia obtusa” [digo yo alucinando, pero ¿qué feministas ha conocido este hombre, si yo en cuarenta años de feminismo no las he conocido?, ¿dónde están esas bravuconas que les quitan los trabajos a los hombres, que maltratan a los hombres y que humillan a los hombres sin consideración?, dónde, por diosa que yo no las conozco]. En fin, le perdono pero tendría que leerse Feminismo para principiantes de Nuria Varela.

En 2017, se hizo adaptación al cine. El director fue Andrés Koppel y los protagonistas Quim Gutiérrez, Aura Garrido, Verónica Echegui y Roberto Álamo. Tampoco me convenció, aunque esta vez los actores estaban mejor elegidos. Además, al final la trama se complicaba de una manera innecesaria y rocambolesca que no tenía nada que ver con la novela. A ver si hay una tercera adaptación y va mejor. En cualquier caso, la novela es muy recomendable y voy a por el siguiente, el primer libro de relatos Nadie vale más que otro.

Serie Bevilacqua y Chamorro:

El lejano país de los estanques, 1998. Premio Ojo crítico
El alquimista impaciente, 2000. Premio Nadal
La niebla y la doncella, 2002
Nadie vale más que otro, 2004. Relatos
La reina sin espejo, 2005
La estrategia del agua, 2010
La marca del meridiano, 2012. Premio Planeta
Los cuerpos extraños, 2014
Donde los escorpiones, 2016
Tantos lobos, 2017. Relatos
Lejos del corazón, 2018
El mal de Corcira, 2020

 

 

La niebla y la doncella
Lorenzo Silva
Destino, 2002

jueves, 19 de agosto de 2021

Cine: Viuda Negra de Cate Shortland (2021)

A mí me ha gustado esta película, aunque por ahí las críticas que he leído no la ponían muy bien. No soy una gran fan de los cómics pero me estoy aficionando. Eso no quiere decir que empiece a leerlos como si no hubiese un mañana pero me interesa la aportación que hacen a las pantallas de cine. 

Una de las críticas hechas a esta película es que despliega un cierto feminismo de pacotilla. Y es que, para la gente que no tiene ninguna formación en feminismo, cualquier película, serie o novela cuya protagonista sea una mujer ya es feminista. Y no es así, no se trata de una película feminista pero no puede negarse que podría ser el embrión de una película feminista.

Sin embargo, la trama más sólida sería el drama familiar que, si nos ponemos un poco picajosos, nos llevaría a redefinir qué hace a un grupo de personas ser una familia. Aquí nos encontramos con una familia ideal que resulta ser una no-familia pero que, al final, decide mantener unos ciertos lazos familiares. Un poco lioso, ¿no? Durante la Guerra Fría (que podemos decir que abarca desde 1945 a 1991), existió un programa de espionaje soviético (supongo que por parte de Estados Unidos existiría otro similar) de agentes durmientes. Algunas películas se han ocupado de ellos. Ahora mismo, sólo recuerdo Sin salida, película de 1987, dirigida por Roger Donaldson e interpretada por Kevin Costner.

Estos agentes durmientes eran implantados en el país objeto de espionaje (normalmente Estados Unidos) como nacionales de ese país y sin, en un principio, ninguna actividad relacionada con el espionaje, hasta que, claro está, fuesen “activados” por algún motivo. Más que espionaje político yo creo que fueron destinados a espionaje científico o industrial. Y este es el caso de la película que comento hoy.

Una “tradicional familia americana” compuesta por un padre un poco simplón, una madre muy inteligente y dos niñas, una preadolescente y otra muy pequeña, están a punto de cenar en su casa cuando se despliega una gigantesca operación policial y tienen que salir huyendo. El hecho de que con una avioneta escondida aterricen en Cuba, nos da ya una pista irrefutable de su vinculación con el régimen soviético. Esa será la primera capa que tendremos que perforar para llegar a conocer la historia de Natasha Romanoff, la Viuda Negra, una de las viudas negras.

Así, la película está estructurada como una matrioska, ese tipo de muñecas rusas de madera que esconden otra muy parecida en su interior y así sucesivamente. Pues, en la película pasa lo mismo. Nos encontramos con capas y capas de mentiras, engaños y fraudes hasta poder llegar al núcleo de la verdad, siendo éste que, querámoslo o no, el pasado es el que es, pasado está y que los adultos tenemos que apechar con lo que llegue y seguir tirando.

También está sobrevolando toda la trama el tema de la maternidad y la búsqueda de los orígenes de la protagonista. Y en esta búsqueda se destapan realidades atroces contra las mujeres, principalmente contra las mujeres pobres. Abusadas y sometidas al control de un malo que, en esta película, a pesar de tener un retrato de Rasputín en su despacho, yo creo que no está a la altura. Es un personaje demasiado plano y evidente que apenas tiene relevancia en su enfrentamiento con Natasha.

La interpretación de Scarlett Johansson me parece correcta, aunque la he visto mejor en otras pelis. Destaca en esta película el personaje de Yelena Belova, la hermana menor, interpretada por Florence Pugh y que será la encargada de liberar al resto de viudas negras. Como contrapunto cómico encontramos al supuesto padre, el Guardián Rojo, interpretado por David Harbour. Un personaje fortachón que ha habido mejores épocas. Ahora está gordo y apenas le cabe el traje de superhéroe patético. Y Rachel Weisz interpreta a la inteligente madre, la científica durmiente que debía de conseguir información de su infiltración en la sociedad estadounidense.

En general, una película entretenida, con algunos aspectos y anzuelos para picar y estar rumiando un rato, con escenas de acción interesante y sus gotas de comicidad y drama. Recomendable.


Directora: Cate Shortland
Guion: Eric Person. Cómic: Don Heck, Stan Lee, Don Rico
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Gabriel Beristain
Intérpretes: Scarlett Johansson, Florence Pugh, Rachel Weisz, David Harbour, Ray Winstone.

jueves, 12 de agosto de 2021

Novela: Los años de la alegría de José Giménez Corbatón (2019)

El autor.-
José Giménez Corbatón además de narrador, es traductor y crítico literario. Fue también profesor de castellano en Bayona (Francia) y ha colaborado escribiendo cuentos y como articulista en varias revistas literarias. Otras obras suyas: El fragor del agua, El hongo de Durero, Nadadores indemnes. En colaboración con el fotógrafo Pedro Pérez Esteban ha publicado Las huellas del hombre, Cambriles, Encrucijada de miradas. El libro de mi padre. 

Mi opinión.-
Giménez Corbatón es uno de los escritores más prolíficos de Aragón. Sin embargo, resulta poco conocido. Al menos, yo no lo conocía hasta ahora. Quizá sea porque él mismo busca ser un escritor de minorías. No lo sé. Este libro a mí me ha resultado difícil de leer. Es una novela corta pero exige mucha atención en su lectura. Una atención que, a veces, te impide disfrutar de la prosa tan poética que se está leyendo.

En la contraportada del libro, la novela se subtitula El Evangelio según Giménez Corbatón; aunque, en realidad, la acción se sitúa únicamente en el período anterior a la entrada en Jerusalén, antes de la Pasión y Muerte de Cristo. Ha habido muchos otros autores que han tratada de ficcionar la vida de Jesús. Recuerdo, por ejemplo, El Evangelio según Jesucristo de José Saramago o The testament of Mary de Colm Toibin y, más recientemente, El Evangelio según María Magdalena que todavía no he tenido tiempo de leer.

Todos ellos confrontan, de alguna manera, el relato oficial de los Evangelios Canónicos. Incluso Ratzinger, el papa Benedicto XVI, escribió una “biografía” del Jesús histórico que no concuerda exactamente con la narración oficial. Y yo creo que esa es una de las finalidades de este libro. A grandes rasgos podemos decir que este libro es la descripción de cómo se va formando el grupo y quienes son los seguidores de Jesús; cómo éstos rememoran y reconstruyen ese período de su vida; cómo algunos de ellos le cuestionan y cuestionan también a la multitud que le escucha; y, además, incluye el propio testimonio de un Cristo muy humano y, lo que es más curioso, excepcionalmente feminista. Todo ello destinado a dejarnos más preguntas sin respuesta que certezas.

Se nota claramente la gran labor de investigación realizada por el autor. Y es que en las conversaciones o los monólogos interiores de los personajes aparecen constantes referencias a la historia del Antiguo Testamento y de la Torá. Los nombres de los personajes tienen sus orígenes en algunos de los relatos referidos en estos libros y explican, de esta manera, la contribución de los personajes al nuevo relato, al Nuevo Testamento. Así, por ejemplo, la compañera de Jesús se llama Sifrá (no es Magdala, María Magdalena, sino Sifrá) y se llama como una de las parteras que vivieron la esclavitud en Egipto. A la antigua Sifrá el faraón le había ordenado exterminar a los hebreos recién nacidos pero ella desobedeció la orden y se la considera como una especie de madre de la humanidad. Desde este punto de vista, la nueva Sifrá quizá estuviera llamada a ser la madre de la nueva humanidad.

En el fondo de la novela late la tensión habitual entre rito y emoción, entre cumplir formalmente con el rito y olvidar la fraternidad cristiana o desafiar el rito a cambio de salvar al mundo. Entre el rito como lo inamovible, lo conservador, lo arcaico, lo que hay que desafiar para que la vida siga fluyendo y la emoción, como renovación, progreso, futuro y nueva vida. Una tensión que tiene también su manifestación en el enfrentamiento entre una fe dogmática y una fe espiritual. Para mí queda una pregunta fundamental al terminar de leer esta novela, ¿a quién sirve el dogma?, ¿seríamos menos católicos si rechazásemos el dogma de la virginidad de María?, ¿o, si considerásemos que Jesús tuvo hermanos o estuvo casado o tuvo hijos? o, en realidad, ¿el dogma sólo sirve para mantener una jerarquía eclesiástica inamovible y empoltronada?

Cabe también otra lectura más política: Jesús como un líder político comprometido con la libertad de su pueblo oprimido y un con una regeneración de la religión destinada a cambiar el mundo. Una persona capaz de convencer con su elocuencia y capaz de curar por tener conocimientos que los demás no tendrían, aunque el pueblo llevado por su tendencia a la superstición, prefiera reinventar estos sucesos y atribuirlos a unas inexistentes cualidades divinas de Jesús. Además este Jesús más político es el que genera más decepción entre algunos de sus seguidores, especialmente por su intención de no ejercer la violencia.

Desde un punto de vista más literario resulta enriquecedor el manejo de tantas voces pero, a veces, también resulta difícil de seguir. Por otra parte, parecería relativamente fácil hacer su adaptación teatral (como sucedió con El evangelio de María de Tóibín). Así que teniendo en cuenta su expresión tan poética, su narración y las distintas voces podría ser una síntesis de los tres géneros literarios principales. Quedan muchas preguntas interesantes una vez leída esta novela, literarias y no literarias.


Los años de la alegría
José Giménez Corbatón
PRAMES

miércoles, 4 de agosto de 2021

Novela: Los últimos románticos de Txani Rodríguez (2020)

La autora.-
Txani Rodríguez es escritora, guionista de comics y colaboradora en prensa y radio principalmente cultural. También es profesora de escritura creativa. En sus trabajos aborda temas como la soledad, el amor o el desamor y también da mucha importancia a la relación de los humanos con la naturaleza. Otras obras suyas: Si quieres, puedes quedarte aquí, El corazón de los aviones. 

Mi opinión.-
A mí, la nostalgia por los paraísos perdidos me ha parecido siempre una engañifa; más que nada porque son paraísos que nunca existieron o si existieron no duraron mucho. Así que no soy nada nostálgica.

Hay un mundo que se va, dice la autora. Pero si no ha existido nunca, digo yo. Lo que existe es la visión romántica que tú tienes de él. Una visión romántica falsa, inventada y maquillada por nuestra selectiva memoria. No puede decirse hoy que el mundo de la solidaridad obrera esté a punto de extinguirse porque se extinguió ya en los años 1990, con la aznaridad. Ese concepto que inventó Manuel Vázquez Montalbán para definir el paso del PP por el gobierno de España, después de los años de “bendita” hegemonía del PSOE.

En esta novela nos encontramos con Irune y su nostalgia. Una mujer que ha pasado ya de los cuarenta años, que vive sola y que no encuentra en el trabajo la satisfacción que debería encontrar. Se consuela haciendo flores de papel para la tumba de sus padres. No tiene una gran red social ni de amigos o amantes ni siquiera de compañeros de trabajo. Añora otros tiempos y le gustaría viajar pero no se decide adónde. A mí, salvando el salto en el tiempo, me recuerda a la Penélope de Joan Manuel Serrat que se sentaba con su bolso en el andén, con sus zapatos de tacón y su vestido de domingo. La nostalgia por no atreverse a coger el toro por los cuernos y vivir no es nostalgia, es cobardía.

Después del discurso de la autora sobre el mundo que desaparece y la solidaridad entre vecinos y trabajadores y la familia, nos encontramos con que la protagonista es una mujer que no ha participado nunca de ninguna de esas redes de solidaridad. Además, una vez que ha perdido a sus padres todavía se ha encerrado más en sí misma. Irune es buena persona, pero hubiese dado igual que fuese mala porque apenas tiene relación con nadie.

Sin embargo, se le presentan dos vías de escape. Mostrar, esta vez de verdad, su solidaridad con los compañeros de trabajo y abandonar su pueblo con la esperanza de encontrarse a sí misma y empezar realmente su auténtica vida. Esta vez sí que coge el toro por los cuernos. A pesar de ser tan solitaria o de estar sola, que no siempre es lo mismo, es la única que se implica con sus compañeros del trabajo. Aunque, para ella misma tenga que elegir la salvación individual. Al final el billete de tren que le vende Miguel María será su pasaporte a… no sabemos dónde.

Y no puedo dejar de señalar el nombre de Miguel María. Sé que por el norte, o más bien, exclusivamente en el País Vasco y en Navarra es tradición poner de segundo nombre a los chicos María: José María, Juan María, Carlos María, etc., etc., etc. Pero yo no puedo evitar imaginar el nombre como Miguel María de Todos los Santos en el Nombre de Yahvé Bendito sea. Lo siento. Seré muy mala o será el humor somarda aragonés, pero me pasa eso. Me da por reír, en cuanto aparece en la novela Miguel María que, además, vive en Madrid. Uno de los dos últimos románticos.

No sé si recomendar esta novela o no. Es fácil de leer y eso quiere decir que la autora se ha tomado mucho tiempo en escribirla. Ha recibido buenas críticas. Lo cual ya es un mérito. Sin embargo, a mí no me acaba de convencer. Será que tengo cierta fobia a la nostalgia. Y será que para mí lo romántico no debería ser tan ñoño.


Los últimos románticos
Txani Rodríguez
Seix Barral