domingo, 25 de octubre de 2020

Novela: Cánovas de Benito Pérez Galdós (1912)


El autor.-
Benito Pérez Galdós fue uno de los máximos exponentes de la novela realista en Europa. Aunque su obra fue tan extensa que puede dividirse en varias épocas con el denominador común de haber provisto a sus personajes de una gran profundidad psicológica. Un escritor y político que había sido postergado y que últimamente se está intentado recuperar su obra y su pensamiento. Incluso es agente del Ministerio del Tiempo. En los Episodios Nacionales la historia no sólo pertenece a reyes, militares y políticos, el pueblo llano también tiene su protagonismo. Otras obras suyas: Tristana, Fortunata y Jacinta, Misericordia. 

Mi opinión.-
Me dejo para el verano las lecturas más enjundiosas porque, en teoría, tengo más tiempo para disfrutarlas. Así, hace unos años me leí las dos partes de El Quijote. Este verano había decidido empezar a leerme los Episodios Nacionales  de Galdós, pero no sé por qué he empezado por el final, Cánovas.

Los Episodios Nacionales no son considerados como las mejores novelas del autor porque a veces tienen una excesiva función didáctica. Pero creo que es una lectura imprescindible en la vida de todo buen lector o lectora. Ya no voy a decir que debería ser lectura obligada para adolescentes en colegios e institutos porque eso casi les induciría a odiarlos pero lectura muy recomendada sí.

Son 46 novelas, divididas en cinco series. Escritas entre 1872 y 1912, toda una vida. Y como ya he dicho Cánovas es la última porque Galdós murió sin concluir el resto de Episodios que tenía proyectados. En estas novelas, Galdós está interesado en contar la Historia no a través de sus tradicionales protagonistas (aunque la novela se titule Cánovas, porque como dice Almudena Grandes en una reciente entrevista, aquí los personajes famosos simplemente hacen un cameo) sino de pequeños personajes. Galdós no sólo profundiza en sus caracteres y perfiles psicológicos sino que los utiliza también para describir el contexto sociológico en el que viven. Contando la Historia desde abajo.

Se ha definido al autor como realista. Aunque al haber sido un autor tan prolijo su larga carrera como escritor puede subdividirse en distintas etapas. Los Episodios son fundamentalmente novelas históricas, novelas de la intrahistoria, pero los últimos que escribió tienen matices más simbólicos e incluso no sé si Cánovas podría ser un precedente del realismo mágico o fantasmagórico.

Tito Liviano es el protagonista y está acompañado no sólo de sus amigos y amigas, sino también de otros personajes, etéreos y fabulosos. Unas musas que le persiguen y le orientan, entre las que destaca Mariclío, corporeización decimonónica de la musa de la Historia Clásica, Clío, la que cantaba las hazañas de los héroes griegos. Es lo que Galdós llamaba la vida quimérica. Parece que tuviera deseos de escapar de una realidad decadente o quizá intuyera que se acercaba su muerte.

A mí me gusta mucho la escritura de Galdós porque es muy sensorial. Construye la realidad ficticia a través de un lenguaje muy detallado y poderoso; describe los crujidos, los olores, los temblores, todo aquello que contribuye a dar cuerpo a una narración. También juega y combina palabras para obtener resultados como estos, cabiztivo o pensibajo, desplegando toda su capacidad humorística.

En este Episodio la protagonista absoluta es la Restauración, vista a través de una clase social ociosa, más preocupada por aparentar un nivel de vida que no tiene, por la moda, el postureo y la ostentación; por emperifollarse para salir al teatro, a la ópera o al café. En cierto sentido, muy parecida a la sociedad actual y no sólo en estas frivolidades. Deberíamos de estudiar seriamente el poso del carlismo en los nacionalismos vasco y catalán que tanto nos hacen padecer.

¡Oh desmedrada España! Cada día pesas menos, y si abultas más atribúyelo a tu vana hinchazón. Es la conclusión que podemos sacar de esta novela. Además de entender que la proliferación de órdenes religiosas en España tuvo como origen el exilio de órdenes francesas cuando empezaron a dictarse normas basadas en la laicidad del estado. Curioso ¿no?

A principios del año 2020 hubo una exposición en la Biblioteca Nacional para conmemorar el centenario de la muerte de Galdós. Fue muy interesante, como lo es toda la literatura del siglo XIX que recomiendo vivamente: Memorias de un solterón y La tribuna de Emilia Pardo Bazán.  Además yo tengo una edición de Club Internacional del Libro preciosa, ilustrada. Creo que se editó en el año 1993. 



Cánovas
Episodios Nacionales
Benito Pérez Galdós

Club Internacional del Libro

domingo, 18 de octubre de 2020

Ensayo. Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural de María Sánchez (2019)


La autora.-
María Sánchez es hija y nieta de veterinarios, veterinaria ella misma y, además, escritora y también colabora en los medios de comunicación. Vinculada a una familia que siempre ha subsistido gracias a la ganadería está empeñada en rescatar y enseñarnos ese tipo de vida y su lenguaje específico, sobre todo, para que no muera. Otras obras suyas: el poemario Cuaderno de campo. 

Mi opinión.-
A veces las descripciones comerciales que se hacen de los libros no coinciden en absoluto con el contenido de los mismos ni con la intención que tuviese el autor al escribirlo. Tierra de mujeres tiene como subtítulo Una mirada íntima y familiar al mundo rural y no dudo de que lo sea; pero, por otra parte, la autora confiesa haber tenido la intención de dar voz al mundo rural en general y, especialmente, a las mujeres rurales doblemente silenciadas. Y en esto creo que ha fallado.

Yo había leído ya la mitad del libro y me he dado cuenta de que María Sánchez seguía sin darles voz a las mujeres rurales. Hablaba de su experiencia de niña criada en el campo y de mujer que ha decidido volver a él pero, por ejemplo, no ha contado en profundidad la experiencia de las otras mujeres. Mujeres de su familia, como su abuela y su madre, que no tuvieron la oportunidad de elegir o mujeres de su generación que optan por la ciudad en lugar de por el campo. Así que, desde ese punto de vista, me ha parecido un libro fallido.

La escritura resulta muy poética pero para mí se pierde en la nostalgia. Y a pesar de lo que se dice en la contraportada, “alejada de postales bucólicas” sólo hay que ver la fotografía elegida para ilustrar la portada y darse cuenta de que no es cierto. Creo que la autora cae en lo mismo que critica: idealizar el pueblo, el campo y lo rural. Olvida, de esta manera, las inquinas, los cotilleos, la falta de privacidad o, incluso, la vida que Bernarda Alba hizo vivir a sus hijas. Todo ello también es parte del mundo rural.

Se queja, con mucha razón, de las diferentes oportunidades para vivir que ofrecen la ciudad y el campo. Pero eso no es culpa de la ciudad. El mundo rural ha estado abandonado, pero los barrios periféricos de las ciudades también lo han estado hasta hace muy poco. Tenemos que hacer un esfuerzo por incluir una perspectiva rural en nuestro pensamiento y actuar de manera que la España vaciada no siga vaciándose, pero creo que libros de este tipo no ayudan en nada a esa causa.

Quedarse instalado en la nostalgia de supuestos tiempos mejores no sirve de nada. Es posible que, tal y como se queja la autora, desaparezcan modos de vida, lenguajes y ritos propios de los mundos rurales (porque no existe un único mundo rural, hay que hablar en plural) pero surgirán otros. Es una queja que ya habíamos encontrado en Miguel Delibes. Sin embargo, surgen otras experiencias, se nombran y se renombran con nuevas palabras y también hay nuevos modos de vida. Eso es el ser humano. Un ser cambiante y en permanente evolución. Además, de que casi nunca, cualquier tiempo pasado fue mejor y, especialmente, para las mujeres.

Hoy lo rural vende. Hoy el feminismo y los asuntos que interesan a las mujeres venden. Veremos si gran parte de la literatura que aborda estas temáticas y que hoy parece excelente pasa el cribado del tiempo. Sinceramente, creo que este libro no lo pasará.



Tierra de mujeres
Una mirada íntima y familiar al mundo rural
María Sánchez

Seix Barral

domingo, 11 de octubre de 2020

Narrativa: Clavícula de Marta Sanz (2017)

La autora.- Marta Sanz es doctora en Literatura Contemporánea. Cincuentañera. Finalista y ganadora de varios premios literarios, entre ellos el Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2001. Otras novelas suyas son: Black, black, black, Daniela Astor y las cajas negras, La lección de anatomía y la excepcional pequeñas mujeres rojas. Recientemente ha publicado también un ensayo titulado Monstruas y Centauras. Y un libro de cuentos con mucha retranca: Retablo. Además ha sido comisaria de esta exposición: Benito Pérez Galdós. La verdad humana. Vamos que no para. 

Mi opinión.- Decía antes que Marta Sanz no para y es cierto pero parece que para asegurar un cierto bienestar que redunde en una buena literatura, esto no es suficiente. Precariedad como actividad económica, sería la expresión que definiese a la escritura, entendida como lo hace Marta Sanz. Una escritura sin concesiones ni a la mercadotecnia ni a los lectores cómodos. Además, si a la precariedad, palabra tan de moda, le añadimos la expresión dolencia indefinida ya tenemos una buena síntesis de este libro extraño. 

Y es que el tema de fondo es el miedo. El miedo a la enfermedad, el miedo a la inseguridad; el miedo que se filtra por todos los poros; el miedo que tiene su origen en un sistema económico brutal y despiadado. Y todo eso desde una posición de clase media (aunque venida a menos) y viviendo en la parte buena del mundo; así que deberíamos imaginar qué se puede sentir viviendo en la parte mala y perteneciendo a los excluidos. Esta es la inquietud que, tarde o temprano, acaba haciendo mella en el cuerpo.

Marta Sanz siente un dolor que no puede identificar y a partir de ahí comienza este relato, indagando en sus condiciones de vida y reflexionando sobre el mundo. En un estilo que ella califica de paletopedante, y que podría ser el de las universitarias con abuelas analfabetas (como sería mi caso) y con un sentido del humor muy áspero, aborda el sufrimiento individual cuyo origen es colectivo. En cierto sentido, se aproxima a la escritura de Annie Ernaux; una escritura que prescinde de todo lo accesorio e hinca el diente en el núcleo pero en el núcleo de la parte más tierna y que debería estar más protegida. Aunque Marta Sanz no creo que sea tan despiadada consigo misma como lo es Annie Ernaux.

La escritura para ella es una manera de “poner nombre e imponer un protocolo al caos” pero también es exponerse al juicio de los demás sin un ápice de pudor, sin artificios y sin salvaguardias. En este libro pone de manifiesto la angustia económica que la consume y que a veces aparece en forma de vacío, como aquel vacío existencial del que hablaba Vivian Gornick en Apegos feroces, aunque en este caso el origen estuviera en la relación maternofilial.

Marta Sanz va más allá y quizá sea ese el problema que trata de abarcar demasiadas cosas en un libro breve. De la dimensión orgánica de la enfermedad pasa a la neurológico-psiquiátrica y de esta a la dimensión política. En cierto sentido, me decepciona por ese recurso constante a la queja por la queja. Aunque sé que todos tenemos derecho a quejarnos, también sé que tenemos derecho a repeler las quejas de los demás. Como lectora me ha interesado menos que sus otros libros y me resulta difícil ubicarlo. Sin embargo, sí que le reconozco el mérito de suponer un paso más en la reivindicación de las mujeres. Si Virginia Woolf reclamaba para las mujeres una habitación propia; Marta Sanz sabe que sin un cuerpo propio no podemos seguir con las reivindicaciones. Aunque en este caso se trate de un cuerpo doliente. En otro post comentaré el libro de Gloria Steinem, Mi vida en la carretera, donde la posibilidad de viajar será la tercera reivindicación después de la habitación y el cuerpo propios. Yo recomiendo siempre a Marta Sanz, una de mis autoras favoritas.

 


Clavícula

Marta Sanz

Anagrama

domingo, 4 de octubre de 2020

Ensayo: Las invisibles ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres? de Peio H. Riaño (2020)


El autor.-
Peio H. Riaño es historiador, crítico de arte y periodista. Ha trabajado como redactor jefe de cultura en Público y El confidencial. Ha comisariado también la exposición colectiva Esculturismo. Recibió en 2014, el premio Periodismo Cultural José Luis Gutiérrez por renovar la manera de hacer periodismo cultural. Otras obras suyas: Conductas envenenadas

Mi opinión.-
En este libro Peio H. Riaño ha querido poner de manifiesto la desigualdad de género en el mundo del arte y en concreto en el Museo del Prado. Yo echo de menos en esta obra dos cosas. En primer lugar, referencias hacia otros museos, nacionales y extranjeros, que supongo llevarán la misma dinámica y, en segundo lugar, las obras estudiadas por Riaño tratan de disfrazar los asuntos más escabrosos, las violaciones, los raptos o la pedofilia, pero hay toda una tradición de utilización del cuerpo de las mujeres como propaganda que no aparece criticada en su libro.

Sabemos, porque se sigue haciendo, que se han utilizado las imágenes de cuerpos desnudos de mujeres como propaganda para muy variados fines, sin duda más amables que los antes mencionados pero igualmente abusivos. Así, vemos cuerpos de mujeres utilizados como fuentes o como meros adornos o cuerpos de mujeres que simbolizan la libertad, el progreso y el desarrollo, la caridad, la riqueza o la pobreza o muchos otros significados que, en realidad, no son más que una excusa para exponer cuerpos desnudos de mujeres a la curiosidad masculina. Yo creo que esto también es una manifestación del abuso.

El libro está estructurado en tres partes. En la primera, estudia a algunas artistas y pone de manifiesto las dificultades que tuvieron para acceder al estudio y a los conocimientos. En la infancia se nos inculca la idea que existen genios y que estos genios no tienen nada que hacer más que explotar su genialidad. Cuando en realidad los pintores, escultores, artistas en general, han debido de estudiar, practicar y prepararse concienzudamente para llegar a desarrollar su genio. Algo que les estuvo prohibido a las mujeres.

Cuando alguna de ellas mostraba algún talento es posible que se la dejase explotarlo como una curiosidad exótica. Como un mono amaestrado que imite algunos comportamientos humanos. Pero no se les permitía acceder al conocimiento en igualdad de condiciones que a los hombres. De ahí que existan tan pocas artistas conocidas y que éstas sean consideradas excepciones válidas que, sin embargo, no crean escuela.

En la segunda y tercera partes, el autor subraya la intención consciente de los hombres que rigen los museos por ocultar la violencia contra las mujeres, definiendo el arte como una actividad destinada a exaltar la belleza de una modo amable, sin tener en cuenta el contexto social en el que esa belleza se produce. Así, renombran cuadros para que desaparezcan unas mujeres y aparezcan otras más políticamente correctas; utilizan eufemismos que esconden violaciones o directamente llevan al almacén los temas que pueden causar desazón en los espectadores. Ocultan también el nombre de las autoras, no les dedican el espacio museístico que les correspondería y contribuyen de esta manera a su olvido. Y a pesar de que pasan los años sigue siendo así. Sólo hay que recordar la rebelión de las Gorilla Girls en Nueva York en los años 1980.

Mucho trabajo queda por hacer para equilibrar la presencia de hombres y mujeres en todos los órdenes del espacio público. Está bien que se sea consciente de eso y creo que el cambio ya ha comenzado. Espero que no sea una moda. Hace unos meses estuve en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, viendo una exposición sobre artistas francesas también de los años 1980, Musas insumisas y que tenían intención de volver a ver cuándo se declaró la pandemia. Que cunda el ejemplo y que haya muchas más iniciativas como esa.


Las invisibles
¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?
Peio H. Riaño

Ed. Capitán Swing





jueves, 1 de octubre de 2020

Novela: Sin hogar, ni lugar de Fred Vargas (1997)


La autora.-

Fred Vargas es una escritora de novela policíaca, arqueozoóloga e historiadora; y también es una destacada ecologista. Tiene dos series policíacas principales; una de ellas protagonizada por el comisario Adamsberg y otra por los tres evangelistas, historiadores que se dedican a desvelar misterios. También escribe ensayos de su especialidad profesional con su verdadero nombre, aunque ninguno de ellos ha sido publicado aquí: Frédérique Audoin-Rouzeau. Trilogía de los tres evangelistas: Que se levanten los muertos, Más allá a la derecha y Sin hogar ni lugar. Otras obras suyas: L’homme à l’envers, Cuando sale la reclusa, El ejército furioso. Es Premio Princesa de Asturias de las Letras 2018. 


Mi opinión.-
Sigo sin entender por qué estos libros se engloban bajo la denominación de Trilogía de los tres evangelistas, si los “evangelistas” apenas son determinantes en la trama de esta novela. Los dos últimos, más bien, deberían pertenecer a la serie de Louis Kehlweiler, el alemán, porque es el auténtico protagonista. En fin, serán cuestiones de marketing.

De las tres novelas, ésta es la que más me ha gustado. Se lee de un tirón; la trama es muy sólida; los protagonistas están en su mejor momento; y el ritmo es el adecuado. Además, no aparece en el último momento una carta o una pista escondida que dé la solución que es algo que me saca de quicio. Yo prefiero que todas las piezas estén a la vista de los lectores para que intenten adivinar whodunit. Aquí pasa eso. Desde el principio, la trama fluye fácilmente, con toda lógica y todas las piezas están presentes, sólo hay que encajarlas.

La autora sigue apoyando los crímenes del presente en asuntos del pasado. Y así, nos hace partícipes de atrocidades que, en su momento, quedaron impunes pero que ahora pueden llegar a tener su castigo. Lamentablemente, los asesinos no son capaces de saciar su voracidad y, en algún momento, cometen un error.

Para localizar, neutralizar y castigar esos errores está Kehlweiler. El policía jubilado se dedica tranquilamente a traducir libros del alemán al francés, hasta que Marthe, la exprostituta, le pide ayuda para un protegido suyo. Un protegido que no tiene muchas luces pero sí un gran corazón. Y así, el alemán tiene que tirar de sus contactos, de su buena memoria, de su archivo policial y de los sagaces “evangelistas” para solucionar el crimen.

Kehlweiler recurre en esta ocasión a la ayuda de Marc, el medievalista. Que como no encuentra trabajo como historiador ha decidido dedicarse a las labores del hogar. Limpia, lava y plancha ropa para sus clientas y ha tomado clases directamente de Marthe. Que un historiador no encuentre trabajo de su especialidad, puede resultar gracioso o desmoralizante pero, sin duda, cada vez es más común. Tanto en Francia como en España. Veremos cómo salimos de esta crisis provocada por el Coronavirus 19.

A mí personalmente me gustaría que los evangelistas tuvieran un mayor protagonismo, pero parece que la autora no está muy interesada en seguir con estos personajes. Esta última novela de la trilogía es de 1997, aunque en otras novelas de la serie Adamsberg los evangelistas hagan apariciones estelares. Una lástima.

Fred Vargas 
Sin hogar, ni lugar

Trad. Anne-Hélène Suárez Girard
Ed. Siruela