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lunes, 7 de septiembre de 2020

Novela: Memorias de un solterón de Emilia Pardo Bazán (1896)

La autora.-
Emilia Pardo Bazán nació en 1851. Recibió una educación excepcional para las mujeres de su época, incluso para las de su clase. Cuando su marido le exigió que dejase de escribir, ella decidió separarse de él. Heredó el título de condesa de su padre, así que nunca tuvo problemas económicos. Fue educada en un colegio francés; viajó por Europa y podía leer también en inglés. Estuvo muy interesada por la novela naturalista, aunque los especialistas prefieren encuadrarla en el movimiento literario realista. Luchadora por la educación e independencia de las mujeres. Otras obras suyas: Los Pazos de Ulloa, La madre naturaleza, Insolación. Escribió también ensayos, libros de viajes, biografías y obra periodística. Murió en 1921. 

Mi opinión.-
Esta novela forma parte de una trilogía junto con Doña Milagros (1894) y La Tribuna (1883), considerada como la primera novela naturalista española; aunque cada una de ella puede leerse de forma independiente. Está ambientada en Marineda, nombre ficticio que puede corresponder a La Coruña y describe un ambiente provinciano, muy pagado de sí mismo y un pelín decadente. Sólo hay un personaje que no encaja en esta descripción y es el que, al final, sale ganando.

Mauro Pareja es el solterón del título. Empieza hablando de su vida de hombre maduro que no quiere casarse porque el único aliciente que encuentra en el cortejo es la caza menor. Eso sí una caza en la que intenta no perjudicar a la presa. Al fin y al cabo, es un caballero y cuando intuye que puede comprometer a una damisela deja el cortejo y, cazador y presa, quedan como amigos. Pronto Mauro Pareja va perdiendo protagonismo y es la familia Neira quien lo gana. Nada menos que once hijas y un hijo (un poco simplón y que no tiene ninguna relevancia en la trama) para el viudo Neira. Una de ellas, Feíta, es el personaje más importante. Es la hija rebelde que no quiere casarse y que sólo aspira a estudiar y ser profesora o bibliotecaria. Siempre con el pelo revuelto, unos zapatos que parecen más botas de hombre y correteando por toda Marineda, respirando el aire libre, el aire de la libertad.

Por supuesto, Feíta es el escándalo para su familia y amigos. Toda Marineda habla de sus excentricidades y compadece a su padre y a sus hermanas que casi, por su culpa, no harán buenas bodas. Las hermanas mayores son otra cosa. Son señoritas que saben guardar las formas, que saben llevar lazos y puntillas. Pero que, en realidad, serán el origen del conflicto y la catástrofe y ruina de la familia que la autora soluciona, al final, como si de un folletín se tratara pertrecha un final ñoño, con lances de espada, muertes y honras salvadas.

Feíta es el personaje más interesante. Y, sin duda, la Pardo Bazán la describió con mucho mimo, porque esperaba que algún día todas las mujeres fueran como ella. Yo creo que la razón por la que Mauro Pareja no se enamoraba de ninguna joven de su entorno, es porque estaba esperando que surgiera ya otro tipo de mujer. Una mujer moderna (teniendo en cuenta que estamos hablando de finales del siglo XIX) que pusiera su capacidad intelectual por encima de cualquier otra cosa pero que, al final, cuando la familia tuviese problemas supiera hacerse cargo y salvarla en último extremo. En ese sentido, Pareja también es un nuevo hombre.

Sin embargo, hay otros personajes que seguirán durante toda la novela anclados en el pasado. Y, Emilia Pardo Bazán los utilizará para hacer una crítica, casi política. No creo que sea casualidad que los personajes objeto de esa crítica tan negativa, sean los advenedizos, los nuevos ricos. Para esta crítica recupera a un personaje de La Tribuna, una mujer joven, cigarrera, que encabeza una huelga reivindicando el trabajo de las mujeres. Es engañada por un señorito que le promete matrimonio, aunque al final la abandona y ella tiene a su hijo sola. Es este hijo, como adulto, el que aparece en Memorias de un solterón. Es un joven trabajador que ha cogido la estela de su madre. Es un socialista al que el resto del pueblo ve como un gran revolucionario peligroso. Pero que en realidad es poco más que pólvora mojada. Se empeña en que su padre rico le reconozca y que se case con su madre y lo consigue. Desde ese momento, se le olvidan las revoluciones y comienza a gestionar el patrimonio de su padre como su hubiese nacido señorito.

Todas las novelas del siglo XIX me parecen  muy recomendables. Y, especialmente, las de la Pardo Bazán aunque haya quedado un poco relegada. De esta trilogía me falta leer Doña Milagros. 




Emilia Pardo Bazán
Memorias de un solterón

Ed. Cátedra

miércoles, 6 de mayo de 2020

Novela: La plaça del diamant de Mercê Rodoreda (1962)


La autora.-
Mercè Rodoreda es la escritora más leída en catalán y considerada una de las más influyentes. Cultivó todos los géneros literarios. Aunque apenas había asistido al colegio y se casó muy joven tuvo una profunda formación literaria debido al ambiente intelectual que se respiraba en su casa. No participó políticamente durante la Guerra Civil sin embargo se exilió al término de la misma por ser una escritora en catalán y por haber publicado en revistas de izquierda. Otras obras suyas: Aloma, El carrer de les Camèlies, Jardí vora al mar


Mi opinión.-
Creo que La plaza del diamante es una de las novelas que más me ha gustado en mi vida y, especialmente, por su mensaje liberador, por su grito liberador. Es una novela publicada por primera vez en 1962; cuando estaba en su máximo apogeo la novela existencialista. Así se la ha definido alguna vez, yo creo que, por la actitud de la protagonista que va reflexionando sobre su vida a medida que pasea, incansablemente, por la ciudad.

Natalia sufre durante su vida adulta un proceso sistemático de anulación emocional por parte de quienes más debían quererla. Y es importante decir que de esto me he dado cuenta en esta segunda lectura. En 1982 se adaptó como serie de televisión y entonces la vi y leí la novela por primera vez. Me quedó muy claro que la represión que había vivido Natalia había surgido durante la posguerra franquista. Pero no es así.

Colometa, asfixiada

Yo estaba muy equivocada. El sufrimiento y la anulación de Natalia empiezan mucho antes, ya en el hogar paterno. Ella lo deja muy claro en las primeras páginas de la novela llorando la muerte de su madre y su soledad afectiva. Su madrastra se encarga diariamente de recordarle que sobra en la casa de su padre y de su padre sólo recibe densos silencios. Así que Natalia se ve expulsada del hogar que había sido de su madre.

Quimet

Pero será Quimet quien casi la anule definitivamente. En un primer vistazo Quimet nos parece un joven apuesto y decidido que Natalia conoce en el baile de las fiestas del Barrio de Gracia; pero, más detenidamente nos damos cuenta de que es un manipulador obsesivo y abusador y un vivalavirgen capaz de destrozar cualquier negocio.


Quimet es quien le cambia el nombre, sin que ella quiera, y decide llamarla Colometa, Palomita. No por cariño sino para aniñarla y poder controlarla mejor. Quimet es un hombre conflictivo que ha tenido problemas con su madre, con sus patronos; que, sistemáticamente, abusa de sus amigos y también de Colometa.


Poco a poco va cercándola. Primero, aislándola de su escasa vida social y después ocupándole la casa, incluida la cocina, la terraza o el lavadero, para instalar a unas palomas que van a ser un gran negocio y que resultan ser un fracaso y una amenaza para Colometa.

Lolita, Colometa en la adaptación teatral

Colometa rodeada de palomas, de plumas de palomas, de olores de palomas, de zureos de palomas, de nidos de palomas, de excrementos de palomas, de pequeños ojillos amenazantes de palomas, es la viva imagen de la asfixia existencial. Colometa agitando los huevos de palomas es la imagen del inicio de la rebelión existencial y quizá sea también la imagen de la rebelión contra la maternidad que casi le cuesta la vida. Al final de la novela, el grito y la paz. La novela es muy recomendable y la serie de TV puede verse en RTVE a la carta; además, recientemente se ha hecho una adaptación al teatro protagonizada por Lolita que no he tenido oportunidad de ver.

Mercé Rodoreda


La plaça del diamant
Mercé Rodoreda

Ed. Club Editor Jove

miércoles, 1 de mayo de 2019

Novela: Canción dulce de Leila Slimani (2016)


La autora.-
Nació en Rabat donde realizó sus primeros estudios para trasladarse después a París y continuar en el Instituto de Estudios Políticos, especializándose en medios de comunicación. Ejerció como periodista durante unos años y publicó su primera novela en 2014. Con su segunda novela Canción dulce obtuvo el Premio Goncourt en 2016. 


Mi opinión.-
Esta novela me ha recordado constantemente a El extranjero de Albert Camus, especialmente por la distancia emocional que manifiesta su personaje principal, Louise. Es una novela que, también, aborda la frustración de la maternidad. De alguna manera, Myriam y Louise son dos facetas contrapuestas pero interrelacionadas de enfrentarse a la maternidad y los cuidados.

La familia vive en un bonito edificio de la Rue d'Hauteville
Ya en el primer capítulo se plantea la tragedia, lo que queda por averiguar a partir de entonces es el por qué. Y esto resultará frustrante porque no llegaremos a saberlo al final de la novela. Quedará entonces a la interpretación de cada cual. Los motivos de Louise encuentran su explicación en su enfermedad mental, en cierta fobia social o, quizá, en su resentimiento hacia Myriam.

Louise vive lejos del centro de París y de la familia
Myriam lleva, aparentemente, una vida idílica de la que está asqueada. En unas pocas páginas somos conscientes de que la dulzura del hogar la agobia, que su burbuja de protección acabará por ahogarla, y que la maternidad resulta una devastación absoluta, “me están comiendo viva” dice en la página 22. Era una joven y prometedora abogada que abandonó su profesión para formar una familia junto a un marido que se ha vuelto totalmente indiferente.

La familia y Louise van de vacaciones a Grecia
Así que cuando se le presenta la oportunidad de volver a trabajar la coge sin pensarlo. Y se entrega al trabajo, sin medida, tal y como ha hecho con la maternidad y vuelve a ser mujer, a ser una persona, a no ser sólo una madre. Pero para poder sobrellevar su nueva vida necesita una canguro que se ocupe de sus hijos. Myriam es de origen magrebí y sin embargo mantiene prejuicios respecto a las niñeras extranjeras; por eso, Louise y su tez blanca y sus buenos modales y su pequeña estatura y su sonrisa candorosa le parece una buena elección. Una niñera blanca y francesa.

Melancolía delirante.
Louise se convertirá poco a poco en la ayuda perfecta, tan indispensable como invisible, tan entregada a su trabajo como Myriam lo está al suyo. Demasiado entregada, tanto que casi da miedo. ¿Por qué lo hace? Louise ha vivido demasiadas carencias emocionales. En la infancia, en la juventud y también en su madurez. Y parece que está decidida a que no se vuelva a repetir. Necesita a esta familia pero empieza a sospechar que la familia pronto no la necesitará. Es aquí donde no coincido con la autora.


La autora considera que la fuente de los problemas de Louise son sus carencias emocionales y un trastorno definido como melancolía delirante, un trastorno depresivo mayor que suele pasar desapercibido, pero del que encontramos rasgos claros en la novela. La carcasa de pollo es, sin duda, uno de ellos (página 198). Sin embargo, yo creo que hubiese sido mucho más interesante para el desarrollo de la novela que la tragedia se hubiese producido por las diferencias de clase y origen entre las dos mujeres y no en un trastorno mental.

La pareja podría ser así. BoBos parisinos, burgueses bohemios.
Hubiese sido una buena ocasión, como occidentales, para enfrentarnos al hecho de que no todos los peligros que nos acechan llegan con la inmigración. Que seguimos manteniendo estructuras sociales que nos marcan y que excluyen a la mayoría de la población de un bienestar socioeconómico y emocional necesario para la vida; pero, a pesar de esto, podemos decidir nuestro destino. Sí, la mayoría estamos expuestos a un contexto hostil, tenemos frustraciones pero la mayoría no matamos, ¿o no? De cualquier manera, es una gran novela que, como he dicho al principio, recuerda a los clásicos y cuestiona el lugar de las mujeres en la sociedad y su explotación. Tanto el personaje de Myriam como el de Louise sufren las consecuencias de su pertenencia al género femenino. Utiliza n lenguaje muy medido, austero y sencillo para relatar dulcemente situaciones brutales. Se me castigará por no saber amar, dice Louise. En la línea de Albert Camus y también de Marguerite Duras y en una edición muy cuidada de Cabaret Voltaire.




Canción dulce
Leila Slimani

Traducción: Malika Embarek López

Ed. Cabaret Voltaire

jueves, 25 de agosto de 2016

Exposición de Pintura: Caillebotte. Pintor y jardinero (2016)

Caillebotte fue famoso por sus cuadros del París de finales del siglo XIX. Un París renovado por el urbanista Hausmann que trataba de dar cabida en la ciudad a una creciente población atraída por las posibilidades laborales y que debían encontrarse en un entorno más limpio, higiénico y moderno que el de mitad del mismo siglo. Era el París de la burguesía y la prosperidad que el propio Caillebotte representaba. Una vez que heredó una considerable fortuna de su familia, pudo dedicarse por entero a sus dos pasiones, la pintura y la botánica, reflejadas en esta exposición; aunque también aprovechó para financiar la obra de algunos de sus compañeros no tan afortunados.



Como pintor urbano incluía en sus obras una perspectiva más exagerada, a veces muy criticada, pero que da mucha fuerza a sus escenas. Además, los cielos grises, fríos y lluviosos de París, paradójicamente, no resultan tristes sino brillantes y plateados. Es una lástima que en esta exposición no esté una de sus pinturas más famosas y que sólo podamos apreciar un boceto de la misma, Calle de París, tiempo lluvioso. Pasa lo mismo con Los acuchilladores de parquet, sólo en boceto. Esta última también fue criticada porque el tema no parecía relevante. Pero Caillebotte trataba de representar una nueva clase trabajadora alejada de los tópicos de campesinos y pescadores. Lo mismo ocurre con el cuadro Pintores en un edificio.


Yo no conocía su faceta como pintor rural y ahí sí que puede verse claramente la búsqueda y la experimentación para plasmar el estallido de colores en los jardines de sus casas de Yerres o Gennevilliers o los reflejos en el agua del Sena, en cuadros de pequeño formato, íntimos y casi para su uso exclusivo. También en esta serie de pinturas arriesgaba con la perspectiva, como en El Sena y el puente del ferrocarril de Argenteuil o Remero con sombrero.



En su casa de Petit Gennevilliers construyó un gran estudio para pintar y rediseñó el jardín y el huerto que, a partir de entonces, deberían haberse convertido en protagonistas absolutos de su trabajo. Sin embargo, murió poco después.


Los cielos grises de París eran tan luminosos como los prados verdes y los parterres de flores. 






Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado 8 
Del 19 de julio al 30 de octubre de 2016

jueves, 14 de julio de 2016

Cine: Domicilio conyugal de François Truffaut (1970)

Jean-Pierre Léaud es un actor francés que colaboró principalmente con dos directores de cine de culto: Truffaut y Goddard. A los 13 años hizo su primera película con Truffaut Los cuatrocientos golpes, interpretando al protagonista Antoine Doinel e intermitentemente, durante 20 años y tres películas más, encarnó la evolución del mismo personaje. Truffaut también fue el guionista de esta tetralogía autobiográfica. 

La tercera película de este ciclo es Domicilio conyugal. En ella, Antoine acaba de casarse con su novia de toda la vida. Guapa, inteligente, joven e ingenua, profesora de música y violinista. Antoine se dedica a teñir y vender flores secas hasta que por casualidad, entra a trabajar en una multinacional americana. Su éxito profesional, sin embargo, no hace que madure ni siente la cabeza. Aparece como un hombre caprichoso, inestable, abusador emocional y pedorro. Además va a tener su primer hijo y también su primera amante que le dejará porque es un hombre insufrible, mortalmente aburrido e indeciso. ¡Lástima que su mujer no haga lo mismo!



Esta película es un clásico al que no le voy a discutir su valor. Fue innovadora en su momento y se destinó a sacudir las conciencias de la burguesía biempensante. Pero es de esas pelis que me agobia por lo cargante de su personaje principal. Un hombrecillo atribulado con su propia estupidez pero que se las arregla para gobernar la vida de los demás, especialmente mujeres. Y es posible que el director criticase mucho las actitudes de cierta clase social, pero se quedó corto en la crítica de las actitudes manipuladoras de (casi) todos los hombres.



Hay dos escenas para incluir en la historia del cine y que me parecen insuperables. Una de ellas es la del imitador de Jacques Tati y la otra cuando la esposa de Doinel se disfraza de geisha para dar a entender a su marido que conoce su adulterio. Magistrales.



Pero al final la película es la historia de una nueva parejita de pequeños burgueses destinados irremediablemente a convertirse en burgueses mediocres. Aunque rodada en 1970 no hay ni una pizca de contexto sociopolítico. Los personajes viven una vida cómoda protegidos por sus vecinos y por sus familias y el único incidente que deben resolver (y resuelven como pequeños burgueses) es el conato de adulterio de Antoine.



Woody Allen, otro director de cine que no soporto, reconoce que Truffaut ha sido una inspiración para los cineastas de su generación. Desde luego Antoine Doinel podría pasar por un personaje de los que interpreta y dirige (magistralmente) el propio Allen: acomodaticio, quejoso y soplagaitas. 


Dirección: François Truffaut
Guión: François Truffaut, Claude de Givray, Bernard Revon
Música: Antoine Duhamel
Fotografía: Néstor Almendros
Intérpretes: Jean-Pierre Léaud, Claude Jade, Hiroko Berghauer

lunes, 7 de marzo de 2016

Novela: Una última cuestión de Carmen Moreno (2015)

La autora.-
Joven escritora nacida en Cádiz. Licenciada en Filología Hispánica y con un variado currículum laboral como pasa en los últimos años en España. Ha trabajado en cosas diversas: desde ser asesora del Ministerio de Igualdad hasta guionista de un programa de televisión o profesora de creación literaria. Tiene varios premios de relatos cortos y de poesía. Otras obras suyas son: Principito debe morir, Cástor y Pólux. Adora a Cristina Fallarás y a Julio Cortázar. Y sus personajes favoritos son Sherlock Holmes y La Maga. Está preparando una segunda novela, continuación de ésta. Suficientes razones para adorarla. 


Mi opinión.-
Una última cuestión es la primera novela de la autora y además ha decidido estrenarse con una novela negra. Es un punto de partida ambicioso, teniendo en cuenta además que el personaje principal se sale de lo normal. Verónica Lago es limpiadora en El Corte Inglés y tiene 62 años. Cuando está en su casa, la mayoría del tiempo viste su pijama de felpa con la lengua de los Rolling Stones y bebe toda la cerveza que su cuerpo con sobrepeso puede asimilar. Una lengua fuera puede ser una burla hacia la sociedad biempensante o un síntoma de vivir asfixiado.

Es lectora de Fred Vargas y de Rosa Ribas. Quería ser algo en la vida, algo que estuviera relacionado con el arte, hasta que un espermatozoide se cruzó en su camino e hizo diana. Tiene tres hijos que la ignoran y un exmarido argentino que hace poco tiempo empezó a resultarle realmente cargante y aburrido. Verónica se lleva muy bien con Aurora, la portera de su edificio, que también tiene gustos peculiares para vestir: el chándal oficial del centenario del Barça. Descritos así parecen personajes pensados por Pedro Almodóvar o Alex de la Iglesia. Tienen un punto esperpéntico y cabroncete. Sandra Olivé vive en el mismo edificio que Verónica. En realidad vivía porque Verónica y Aurora encuentran su cuerpo despachurrado. Para la policía es posible que sea un suicidio.


Pero para Verónica y un inspector de policía, doliente por un error que cometió y con el mismo carácter sarcástico que ella, el microcosmos del edificio es dónde debe de estar el asesino. Así que se pasean planta por planta del edificio de un buen barrio de Madrid para descubrir las miserias de los vecinos. Una galería de personajes representativos y también un poco estrafalarios. Con las historias y mentiras de cada uno y hasta con las referencias a un pasado difícil de digerir, el policía y Verónica tejen sus hipótesis hasta resolver el crimen.

Una novela respetuosa con el género, pero también con mucho humor y su dosis correspondiente de costumbrismo y de análisis de caracteres. Con una intriga bien elaborada y que va dejando pistas para que el lector pueda llegar a la misma conclusión que Verónica. Pero sin duda, el mayor acierto es describir a esta detective aficionada. Verónica. Si las mujeres a partir de los 40 años empezamos a resultar invisibles, a los 62 como tiene ella… ya no sé cómo se podría definir nuestra situación. Sin embargo, esta mujer venida a menos, barrida por la crisis general y por su propia crisis personal, tiene todavía arrestos y atractivo, sorna y somardería suficientes para sobreponerse. Creo que no será la última novela que protagonice y eso me alegrará mucho, porque con ésta he pasado ratos divertidos. Muchas referencias a cine y literatura; crítica también de algunos escritores de best-sellers, del enriquecimiento y de la fama y la fortuna por un pelotazo. Y una historia del pasado contada con mucha amargura y un poco de truculencia. Muy recomendable. 


Una Última Cuestión 
Carmen Moreno

Ed. Cazador de Ratas

jueves, 3 de marzo de 2016

Exposición de pintura: Ingres (2016)

Ingres nació en 1780 y murió en 1867. Vivió, por tanto, en un período muy convulso para la historia de Francia. Sin embargo, observando sus retratos de damas burguesas y aristócratas esto no se aprecia. Todo son sedas, pieles de porcelana, lujosos entornos. Se le considera un pintor neoclásico, pero su pintura abarca mucho más estilos, entre ellos, la pintura troubadour y el orientalismo. Son temas de esta exposición la pintura histórica, los retratos y desnudos y la pintura religiosa. 

Para esta gran ocasión y para poder apreciar a este pintor, que no figura en ninguno de los museos públicos españoles, hasta el Museo del Louvre ha prestado su Odalisca y se puede contemplar también un dibujo preparatorio y la misma odalisca en grisalla. No es habitual, en una exposición para gran público. Y lo de “gran público” lo digo en el peor de los sentidos y como crítica para el Museo del Prado, puesto que había mucha gente en la exposición y apenas se podía disfrutar con sosiego de los cuadros. Estas cosas deberían de cuidarse, en una exposición de este tipo.





Siguiendo con la Odalisca, no dudo de que es un cuadro muy atrayente, pero la desproporción en el cuerpo de esta mujer es realmente antológica. Sin embargo, el detalle en la pintura de las telas, las pieles, las plumas e incluso el humo del incienso en la parte derecha del cuadro, es de una maestría difícilmente superable. La mirada de la odalisca es casi un desafío, pero un desafío sereno sin violencia. Hay otros ejemplos de este gusto por el detalle de las telas, sobre todo en los retratos de burguesas y aristócratas o el impresionante Napoleón en su trono imperial, que más que emperador se puede confundir con la majestad de dios, rodeada por pieles, terciopelo y bordados en oro.





Pero dejando aparte la sensualidad de las pieles de porcelana y los riquísimos tejidos hay dos obras que a mí me han gustado especialmente: Juana de Arco en la coronación de Carlos VII y Ruggiero liberando a Angélica.



Esta Juana de Arco fue pintado en 1854 y es un ejemplo de pintura histórica medievalizante. La doncella de Orléans aparece vestida con armadura y sobrefalda, sujetando una bandera y con la mirada dirigida hacia arriba. Debido a la inestabilidad de Francia, en 1430 Enrique V de Inglaterra decidió invadir el país. Juana era una campesina analfabeta que a los 13 años oyó la voz de Dios ordenándole que liberase Francia del invasor y eso hizo. Al tomar partido por uno de los bandos contendientes y ser apresada por el otro fue quemada en la hoguera por hereje. Aunque hoy sigue siendo símbolo de la monarquía y de los católicos franceses (y la ultraderecha), también es muy respetada por la República, por encarnar los valores de la nación francesa. Ha sido representada en infinidad de ocasiones, tanto en cine como en televisión o pintura.



Ruggiero liberando a Angélica es un episodio del Orlando furioso de Ludovico Ariosto (1532). Es un extenso poema épico en el que se entrecruzan historias y aventuras, amores contrariados y traiciones. En este cuadro se representa a una doncella desnuda y encadenada a las rocas, agonizante y con la mirada perdida. Un caballero, Ruggiero, cabalgando en un hipogrifo acude a socorrerla alanceando al dragón que surge de las aguas. Esta pintura es de 1819 y en la exposición se pueden ver dos versiones muy similares. En la primera el cuerpo del dragón tiene mayor protagonismo, las tres figuras forman un círculo más evidente y un diálogo muy interesante entre luz y oscuridad. Exposición muy recomendable. 



Museo del Prado 
24 noviembre 2015 - 27 marzo 2016


lunes, 26 de octubre de 2015

Teatro: El zoo de cristal de Tennessee Williams (2015)

El zoo de cristal es de ese tipo de literatura que carga las tintas contra las madres. Presenta a una madre aparentemente alegre y desenvuelta, pero en el fondo, y esto es algo que los hijos no saben ver, es una mujer profundamente preocupada por el porvenir de sus hijos, especialmente de su hija. Es una mujer que cometió el gran error de su vida al elegir como marido a un hombre débil y borracho que terminó por abandonarla. Nunca sale en la obra de teatro, pero en la adaptación de Eduardo Galán, dirigida por Francisco Vidal, su retrato sigue presente en el salón de la casa. Una manera de no olvidar la traición y el abandono de ese hombre. 

Amanda Wingfield era una joven sureña atractiva, elegante, preparada únicamente para ser una buena esposa y madre. Todavía conserva los viejos vestidos de cuando era joven y recuerda la cantidad de pretendientes que tuvo. Como ella misma dice “dominaba el arte de la conversación” y yo añadiría que ahora también domina el arte de disimular su fracaso. Ha tenido dos hijos que tienen que preparar su futuro durante la Gran Depresión en los Estados Unidos de 1930. 

Tom, soñador insatisfecho (como su padre), inseguro y egoísta y que abandonará a su familia (como su padre) a pesar de los ruegos de su madre para que siempre se ocupe de su hermana. Y Laura, una joven tímida que sufre ataques de pánico. No es guapa, ni elegante, ni simpática, no tiene pretendientes y además sufre una leve cojera que ella se encarga de agrandar. Vive pendiente de sus figuritas de cristal, tan frágiles como ella misma. Intuimos que Tom y Laura son grandes decepciones para las esperanzas de su elegante y decadente madre. Y aunque ella nunca lo dice abiertamente, de alguna manera esa frustración callada siempre acaba por salir, en comentarios tan cínicos como inocentes o en gestos de desprecio que casi pasan desapercibidos.

En su esfuerzo por encauzar la vida de sus hijos (lo que es su obligación como madre) se muestra dominante, manipuladora y obsesiva; pero también vulnerable, desorientada y tierna. Amanda quiere por todos los medios prevenir el desastre de su hogar, aunque no sepa cómo hacerlo y en lugar de evitar la ruina se gane el resentimiento de sus hijos.



Y es que es totalmente lógico que una mujer no sepa cómo ser madre. Sobre todo si es abandonada por aquel que tenía que proporcionarle un hogar estable, porque así era el reparto de papeles (así sigue siendo en la mayor parte del mundo): las mujeres no acceden a la educación ni a la preparación que les facilitaría encontrar un trabajo y a cambio de ello deben confiar su vida a un hombre egocéntrico que las puede abandonar en cualquier momento. En este caso Amanda, educada como una joven señorita del sur que “dominaba el arte de la conversación” no puede apoyarse ni siquiera en el hijo que ha salido tan flojo como su padre. El egoísmo de Amanda está plenamente justificado por haber sido educada como un ser dependiente de otros, de su marido, de su hijo, hombres menos inteligentes y valientes que ella, a los que debe confiar su propia supervivencia.



El zoo de cristal fue escrita por Tennessee Williams en 1944 y es una de sus obras más autobiográficas. En esta adaptación de Eduardo Galán, Silvia Marsó interpreta a Amanda. Sus hijos son Pilar Gil y Alejandro Arestegui. Carlos García Cortázar interpreta a Jim, el amigo de Tom y posible novio para Laura.


Autor: Tennessee Williams
Adaptación: Eduardo Galán
Dirección: Francisco Vidal 

Intérpretes: 
Silvia Marsó (Amanda) 
Carlos García Cortázar (Jim) 
Alejandro Arestegui (Tom) 
Pilar Gil (Laura) 

Escenografía: Andrea d'Odorico
Iluminación: Nicolás Fischtel
Vestuario: Cristina Martínez
Sonido: Tuti Fernández 

jueves, 8 de octubre de 2015

Cine: El desconocido de Dani de la Torre (2015)

En El desconocido Luis Tosar interpreta a Carlos, un banquero eficiente, cumplidor con su empresa y medianamente simpático con los clientes. El tipo de banquero que en los últimos años se dedicó a vender productos financieros tóxicos de alto riesgo, sin informar claramente a sus “víctimas”. Un depredador que ni siquiera sabe que lo es. De momento lleva una vida aparentemente apacible junto a su familia, y no ha tenido tiempo todavía de replantearse su responsabilidad en la ruina de algunas otras familias; no asume su responsabilidad, ni siente culpa ni remordimiento. 


Como padre de familia y marido, tampoco es excepcionalmente bueno. Parece que ha asumido, sin cuestionarlo, el rol de cabeza de familia proveedor de dinero y con escasa presencia emocional. Después de unos 20 años de relación, su vida matrimonial parece habitada por resquemores, reproches, desencuentros y terrorismo emocional de baja intensidad. En definitiva, una relación agotada. Su hijo es pequeño para darse cuenta; pero su hija adolescente no y también entra en ese juego de guerrillas.

Con este planteamiento, una mañana lluviosa Carlos, debido a un pequeño contratiempo en su empresa, tiene que llevar a sus hijos al colegio, sin imaginarse lo que la llamada de teléfono de El desconocido está a punto de desencadenar.



Carlos y sus dos hijos se encuentran en el espacio cerrado de su coche de lujo, sin poder pedir ayuda. No deja de ser irónico que un coche, símbolo de independencia, estatus social y libertad, pueda llegar a convertirse en un ataúd rodante. Así, en ese espacio tan pequeño, la ansiedad se hace mucho más densa y asfixiante; el miedo a la muerte, sobre todo a la muerte de los hijos, traspasa la pantalla; y, aunque a veces, dan ganas de levantarse de la butaca y ahostiar a esos niños impertinentes, malcriados y que sólo saben reprochar cosas que no entienden, luego se les perdona por su actitud casi heroica. Una tensión emocional de la que difícilmente se puede escapar el espectador.



En medio de ese sinvivir que produce tener el culo (y los culitos de los hijos) encima de una bomba en un espacio tan reducido, aparece Elvira Mínguez dando un poco de aire (y también de esperanza) y rebajando la tensión. Porque, el desconocido ha tenido dos años para preparar su venganza y lo ha hecho concienzudamente, de manera que todos crean que Carlos se ha vuelto loco y quiere matar a sus hijos por algún asunto turbio de deudas de juego. Elvira Mínguez interpreta a Belén, jefa de la unidad encargada de desactivar la bomba. Sobria, profesional y muy inteligente. Enseguida sospecha que las cosas no son lo que parecen. ¡Menos mal! Porque el resto de personajes no daba un duro por Carlos.




En fin, que viendo esta película el espectador sufre y sufre mucho. Se sufre constantemente y sin tregua; atropellada e intensamente. Y es que, aunque el protagonista haya sido un banquero, de los triunfadores que hace años eran muy buenos y les mirábamos con admiración y hoy sólo dan asco por su codicia y su afán de rapiña, no se merece algo así y sus hijos tampoco. A partir del final de la película queda el tiempo para la reflexión y para plantearnos si, una vez superada esta crisis (o estafa), no volveremos a caer otra vez en lo mismo: el pelotazo, el dinero fácil, alabar el triunfo de personajes tan turbios, seguir valorando una paternidad emocionalmente distante. Mucho en qué pensar. 


Dirección: Dani de la Torre
Guion: Alberto Marini
Música: Manuel Riveiro
Fotografía: Josu Inchaustegui
Intérpretes: Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Elvira Mínguez, Goya Toledo, Fernando Cayo, Paula del Rio.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Novela: La Tribuna de Emilia Pardo Bazán

La autora.-
Emilia, condesa de Pardo Bazán, nació en 1851. Fue educada en un colegio francés; viajó por Europa y podía leer también en inglés. Estuvo muy interesada por la novela naturalista, aunque los especialistas prefieren encuadrarla en el movimiento literario realista. Cuando su marido le exigió que dejase de escribir, ella decidió separarse de su marido. Luchadora por la educación e independencia de las mujeres. Otras novelas suyas son: Los Pazos de Ulloa, La madre naturaleza, Insolación. Escribió también ensayos, libros de viajes, biografías y obra periodística. Murió en 1921.

Sinopsis.-
Amparo es una joven cigarrera que vive en Marineda (La Coruña). Es conocida como la Tribuna por su activismo político en favor de la proclamación de la primera república. Conoce a Baltasar, joven burgués que intenta hacer carrera en el ejército.

Mi opinión.-
Me encontré con esta novela de casualidad y me llamó la atención porque podría ser calificada como una rareza, al tener como protagonistas a las trabajadoras de una fábrica de tabacos. Si ya es difícil que en el siglo XIX, los autores españoles se ocupasen de las condiciones laborales de los trabajadores, más difícil es que tuviesen en cuenta a una joven obrera, destacada por su activismo político.

Un escritor no la habría considerado protagonista de su novela; una escritora, sí.

La Pardo Bazán estaba muy interesada por la novela naturalista de Zola y se propuso adaptarla a la realidad española, manteniendo un cierto conservadurismo. Describe en esta novela, de forma muy detallada, los ambientes social y laboral. Parece más un ejemplo de novela costumbrista que de la verdadera novela naturalista del siglo XIX, en la que el fatalismo/determinismo es uno de sus ingredientes principales.

Fue escrita en 1882 y está ambientada entre la revolución de 1868, la monarquía de Amadeo de Saboya y la proclamación de la I República de 1873. Un período de la historia del siglo XIX especialmente convulso, aunque todo el siglo XIX español lo fue.

La autora estuvo yendo a la fábrica de tabacos para describir tal y como ella quería su ambiente laboral: los hombres y las mujeres viejas, en las tareas más duras, en una atmósfera cargada, húmeda y sin luz, trabajando en un sótano; las mujeres jóvenes, con su finura y sus dedos ágiles, dando forma a los cigarros.

En el prólogo de la novela dice la Pardo Bazán que su intención es docente y también puede ser considerada una novela crítica con la república. Considera absurdo que un pueblo ponga “sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce”. A veces describe el ambiente social, convulso, de cambio, con mucha ironía y descreimiento, como si fuera una explosión emocional, momentánea y destinada a desaparecer. Aparentemente aborda la descripción desde un punto de vista neutro, pero en realidad la autora se decanta por el orden burgués de siempre.

Amparo, la Tribuna, es una mujer con mucho carácter, mucho más que cualquier otra heroína de los novelones del siglo XIX. La autora la presenta como una niña trabajadora infatigable desde los 13 años, colaborando en el negocio familiar y cuidando de su madre tullida, que también fue cigarrera; adolescente vital que recorre las calles a la menor ocasión; joven que empieza a ser víctima de las miradas y comentarios de los señoritos por su belleza limpia, sin artificio.

Destaca en su trabajo en la fábrica de tabaco y también como activista política. Lee para sus compañeras y les explica lo poco que sabe sobre la república, la pobreza, sus derechos y la igualdad que traerá el nuevo régimen; igualdad entre clases sociales y también entre hombres y mujeres. Amparo es capaz de concienciarlas y movilizarlas en una huelga que al final ganarán; pero aun disponiendo de ese fuerte carácter, cae en la trampa de los amoríos con un señorito. Su picardía no es suficiente para librarse de las mentiras del galán que pasará de la seducción al hastío y de las promesas a la indiferencia.

Durante el tiempo que dura el capricho del señorito, el amor y la aspiración a una mejora social actúan como sedante y Amparo olvida sus reivindicaciones laborales. Porque en realidad, su activismo político es muy parecido al fervor religioso; una adhesión puramente emocional.

Se nota que Emilia Pardo Bazán simpatiza con el personaje de Amparo; sin embargo, en la descripción del resto de personajes se puede intuir algo de inquina. Diferencia claramente entre las obreras de la ciudad y las aldeanas. Éstas no son dignas de confianza, por ser poco favorables a la república e incluso reaccionarias, ávidas y tacañas y que padecen el “pesimismo fatalista del labrador”. Pero tampoco los burgueses salen mucho mejor parados. Josefina García es la rival de Amparo por el amor de Baltasar. Josefina y Baltasar son descritos como si su ropa les diese el carácter que no tienen. Baltasar es militar porque su uniforme así lo dice, no tiene vocación ni talento ni interés en serlo, únicamente hace la carrera militar porque su madre lo ha querido así; y en lo que respecta a Josefina, es blanda, hecha de gelatina, sin forma; sólo el corsé y los volantes de su vestido dan forma a su cuerpo. Es “la insustancialidad, lo insípido, inodoro e incoloro”.

Pero donde resalta la crueldad es en el retrato de Chinto. Me atrevería a decir que tanto Amparo como la Pardo Bazán, sienten animadversión por él. La autora resalta su fealdad, su falta de proporción, es una bestezuela humana destinada al trabajo más duro, aunque sea un personaje bueno. Es hijo de una lavandera; entra a trabajar en el obrador del padre de Amparo y se enamora de ella. Siempre demuestra (de manera torpe) sus buenos sentimientos hacia ella y ella siempre le rechaza de la forma más brutal que puede; incluso cuando Chinto le ofrece matrimonio después de haber sido seducida.

Es una novela muy recomendable, entre otras cosas porque entenderíamos mejor los siglos XX y XXI, si leyésemos más sobre el siglo XIX. Tiene continuación en Memorias de un solterón, que espero sacar tiempo pronto para leerla.


La Tribuna 
Emilia Pardo Bazán
Edición de Benito Varela Jácome

Cátedra - Letras Hispánicas