Philip Larkin es actualmente considerado un poeta de culto
en Reino Unido. Como novelista sólo publicó dos obras, Jill y Una chica en invierno;
como poeta, sin embargo, se prodigó durante toda su vida: El barco del norte, Las bodas de Pentecostés, Ventanas altas. Se
graduó en Oxford y nunca hizo de la literatura su trabajo remunerado. Profesionalmente
fue, sobre todo, bibliotecario y también un crítico de jazz muy apreciado. Tenía
fama de misántropo y de gran seductor con las mujeres. No cabe duda de que era
una personalidad contradictoria. Con el pseudónimo de Brunette Coleman escribió
varias obras de ficción homoerótica para hombres adultos, parodiando el trabajo
de las autoras de ficción escolar para chicas.
Mi opinión.-
El invierno al que hace referencia el título no es sólo una
estación del año sino el invierno emocional en el que parece vivir la
protagonista. Katherine es una joven europea refugiada en Reino Unido durante
la II Guerra Mundial. No se dice abiertamente su origen pero podría ser judía
alemana y que sus padres, de clase social alta, la hubiesen enviado allí para
ponerla a salvo. Katherine se siente sola en un país extranjero donde todo es
inhóspito: su vivienda, el trabajo, las posibles amistades y una familia a la
que conoció años atrás cuando, en los tiempos felices, disfrutó de unas
vacaciones en la campiña inglesa.
Katherine tiene una gran capacidad para analizar
sentimientos y emociones pero, al mismo tiempo, es una jueza implacable contra
ellas misma y contra los demás. No salva a nadie de su entorno. Ni a su jefe,
ni a sus compañeras de trabajo. Creo que los desprecia un poco y posiblemente
sea porque es de una clase social superior venida a menos a causa de la guerra.
La acción se desarrolla durante un día que, aparentemente,
debía ser un día normal. Sin embargo, Katherine recibe el aviso de que un
antiguo conocido va a pasar a visitarla. Robin es el hijo de la familia con la
que Katherine pasó un bonito verano. La narración se divide así en tres partes.
En la primera, durante un día de invierno, Katherine describe su vida actual.
Tiene que acompañar al dentista a una joven compañera a la que no soporta y
discute también con su abusivo jefe al que tampoco soporta. Sin embargo, al
recibir la carta, comienza a rememorar cómo fue aquel verano de su adolescencia.
Durante toda la narración, el autor utiliza una prosa muy
cuidada y poética. Pero esto no es obstáculo para que describa la frialdad de
los caracteres. Podríamos pensar que el verano feliz de la adolescencia fue su
despertar a la vida pero, en realidad, por lo que Katherine relata no fue así.
Resultó un buen verano en una familia bastante anodina. Con unos hermanos
adolescentes bastante pavisosos, Robin y Jane. Aunque, en realidad, deberíamos
decir que en los años 1930 no existía la adolescencia y tanto Katherine como
Robin y Jane se comportan como pequeños adultos que todavía no saben muy bien
qué hacer.
En fin, Katherine se toma ese verano como una experiencia
para contarles a sus amigas a la vuelta pero tampoco pasa nada excepcional. Ni
siquiera el beso entre Katherine y Robin merece una gran consideración. Ya he
dicho antes que Katherine es una jueza implacable. En la tercera parte, el día
que transcurre en el invierno, Katherine retoma su rutina y aunque parece que
Robin al final no irá a visitarla, sí que se presenta en su casa, borracho.
Katherine y Robin retoman una relación fría. Incluso duermen en la misma cama
pero de ninguna manera dejan ver sus emociones. Una novela muy interesante. Yo
diría que casi pionera del vacío existencial que años más tarde explotará la
narrativa francesa. Y algo negativo, algunas expresiones traducidas de una
manera no muy habitual.
Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante
bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito
principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de
viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la
prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas doce novelas;
bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la
pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe.
Mi opinión.-
Quinta novela de la saga y llama mucho la atención en ella,
a mí por lo menos, que Vila se muestra un poco respondón con todos sus
superiores. Está frustrado por una investigación muy laboriosa que llevó hace
algunos años y que no ha llegado a buen puerto, lo que significa que el
culpable no ha sido condenado por razones que son ajenas a esta novela pero
que, sin embargo, le hacen comportarse como un adolescente que frente a su
padre o su madre anda buscando límites. La narración resulta plomiza y no me
parece mal porque creo que el autor conscientemente ha querido incluirnos en el
estado de ánimo de Vila. Esta frustración le hace más vulnerable y se
manifiesta claramente la tentación de abandonar. Aparece por primera vez, en
esta novela, Arnau. Un guardia jovencillo al que Vila hará objeto de
comentarios, puyitas e ironías diversas, pero que parece que ha llegado para
quedarse.
Pero lo que más me sorprende es la relación de Vila con el
feminismo. La novela se publicó en el año 2010 y muestra un cierto tufillo
contra la Ley de violencia de género. La aprobación y promulgación de la Ley
1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia
de Género, supuso para muchos (casi todos, bueno todos, machistas más o menos
reconocibles) un cierto terror. Sospechaban que iban a proliferar (todavía
algunos lo dicen sin pestañear) las denuncias falsas y que las mujeres iban a
vengarse por milenios de sufrimientos haciendo peligrar el estatus de buenas
personas de los pobrecitos hombres.
Vila (o Lorenzo Silva) parece que va por ese sendero. Siempre
ha dicho (y ha demostrado) que no es machista, pero también se ha empeñado en
recalcar de tanto en tanto que, desde luego, no es feminista. Y esto es algo
que me ha extrañado siempre. ¿Por qué hombres tan cultos como Vila no se
molestan en investigar qué es el feminismo? No se trata de que tengan que
leerse doscientos ensayos de teoría feminista desde el siglo XIX (aunque podemos
considerar que el feminismo moderno empieza con la Ilustración, no vamos a exigir
tanto). Se trata únicamente que se atengan a la definición de la RAE sobre el
sustantivo feminismo:
Del fr. féminisme, y este
del lat. femĭna 'mujer'
y el fr. -isme '-ismo'. 1. m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. 2. m. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.
¿Cómo alguien puede no ser feminista? No es tan difícil,
¿no?, principio de igualdad de derechos
de la mujer y el hombre. Igualdad de derechos que todavía no se ha
conseguido de manera efectiva y por la cual hay que seguir peleando todos los
días. Feminismo no significa subvertir el orden y sustituir el abuso machista
por el abuso de las mujeres. No, señores, nunca ha sido eso. No significa que
los hombres renuncien a sus derechos. No, señores, nunca ha sido eso. No
significa que los hombres sean perseguidos por el hecho de ser hombres. No,
señores, nunca ha sido eso. No se trata de que los hombres renuncien a sus
derechos. No, señores, nunca ha sido eso. Se trata de que los hombres entiendan
que deben renunciar a privilegios. No se trata de que las mujeres maten a los
hombres impunemente. No, señores, nunca ha sido eso. Se trata de que los
hombres no maten a las mujeres. No, señores, la Ley 1/2004 no supuso
indefensión para los hombres y el número de denuncias falsas sigue siendo ínfimo
y además se detectan sin mayor problema. Y aquellos machistas que no quieren
reconocer que lo son se detectan también fácilmente porque utilizan expresiones
como “prejuicio de género” o “ideología de género” y mantienen que “la
violencia no tiene género”; pero sí lo tiene. Y en la violencia de género el
agresor es hombre y la víctima es mujer.
Pues yo creo que, parte de este miedo de los hombres,
inspira esta novela que, además, está basada en hechos reales. Y no es que yo
niegue que las mujeres podemos ejercer violencia contra los hombres es que las
estadísticas ahí están. A finales de mayo de 2021, en apenas una semana, ha
habido 6 mujeres y un niño asesinados por parejas o exparejas (es decir, violencia
de género). Ningún hombre.
El hilo conductor de esta novela es el agua. En realidad, se
trata de resaltar que su capacidad de cambiar y adaptarse a distintos
recipientes (situaciones) es lo que le confiere una considerable ventaja frente
a los enemigos. El agua va hacia abajo, hacia lo vacío y no tiene forma
constante. Claro que, aplicado, a la vida de la víctima casi significa que para
recuperar la custodia de su hijo tiene que estudiar las enseñanzas de Sunzi y
de Epicteto y poner en práctica una estrategia que, en realidad, no le sirve
contra un enemigo brutal. Un poco excesivo, ¿no?
Aparece otro personaje interesante que no sé si se repetirá
en lo sucesivo pero que a mí me gustaría volver a ver. La jueza Gómez Fernández-Vadillo,
de nombre María Antonia, parece hecha a medida de Vila y, a veces, parece que
le tira los tejos. Resuelta, colaborativa y sin miedo a tomar decisiones
peliagudas a pesar de que Vila se muestra bastante insolente con ella. Una
mujer que está de buen ver pero que Vila dejará pasar porque sigue con un autoimpuesto
voto de castidad. A Chamorro le ha tomado demasiado afecto “para ofrecerle la
estropeada mercancía que sobre esas premisas podría compartir con ella” (pg.
165) y de Salgado, la otra compañera guardia civil, Vila dice “… aunque ya
había cumplido los 35…” En fin, que no está por la labor de entablar ninguna
relación porque sigue teniendo penitas de amor o porque sea un machista
redomado encubierto que dice “…el matrimonio es un contrato desventajoso para
el hombre…” (pg. 256). Jaaaaaaaaaaaaaaaaa, jaaaaaaaaaaaa. En cualquier caso,
imprescindible leer esta novela.
Andrea Abreu es una joven escritora canaria. Estudió
periodismo en la Universidad de La Laguna y se trasladó a Madrid para cursar un
máster y trabajar en distintas cosas, desde dependienta de lencería a
periodista cultural. También escribe poesía, Mujer sin párpados, y es codirectora del Festival de Poesía Joven
de Alcalá de Henares. En el año 2019, fue ganadora del accésit del Premio Ana
María Matute de narrativa de mujeres.
Mi opinión.-
Hay que reconocerle a esta novela el alarde estilístico, en
primer lugar. Pero también creo que hay que decir, desde mi punto de vista en
absoluto profesional, que le falta una historia potente detrás. Abusa del
lenguaje coloquial y de localismos de los que no encuentras el significado
preciso. Puede recordar también a la literatura realista del siglo XIX.
Otro inconveniente para mí, es que los capítulos son
autoconclusivos, pueden considerarse pequeños relatos independientes pero que,
al mismo tiempo, no impulsan al lector a continuar una lectura que, por
momentos, se hace desagradable. Hasta que no se produce un hecho trágico no
existen continuidad entre los capítulos y ese hecho trágico se produce bien
avanzada la segunda mitad de la novela.
Existe también un constante regodeo de la autora en lo
sórdido, en el feísmo y en la personalidad abusiva de Isora (una de las adolescentes
protagonista). Recuerda demasiado a la trilogía de Elena Ferrante de “La amiga
estupenda”, excepto porque está ambientada en las Islas Canarias y en los años
2000; lo que todavía hace más terrible ciertas cosas que suceden en la novela.
Con todo esto, me parece que el esfuerzo y los hallazgos
estilísticos de la autora más parecen una cadena que una liberación. Lo digo
por el trabajo que le habrá supuesto recrear la oralidad de las adolescentes,
repleta de localismo y de jerga propia de los jóvenes de los años 2000. Una
tarea que puede ser fascinante pero, al mismo tiempo, debemos considerar que el
lenguaje es un código fabricado para facilitar el entendimiento y la
comunicación. Debe, por ello, ser compartido entre hablantes o entre escritora
y lectores para que cumpla esta función. Y creo que, en este caso, actúa
bastantes veces como obstáculo.
Panza de burro es
un fenómeno meteorológico propio de las Islas Canarias. Es una acumulación de nubes
de baja altura provocada por los vientos Alisios y que, al mismo tiempo, que refresca
produce una gran sensación de ahogo por la acumulación de humedad. En nuestro caso,
parece ser el fatalismo que persigue a la protagonista. Se podría considerar
una novela de crecimiento con los primeros encuentros sexuales en los que
predominan el abuso y el asco. Es una primera novela interesante pero no apta
para todos los estómagos.
Jorge Sanz Barajas es Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Ciencias Políticas. Trabaja
como profesor de literatura y colabora también en prensa. Otros libros suyos: La balada del ahorcado y el ensayo
biográfico sobre José Bergamín, titulado José
Bergamín: la paradoja en la revolución, Las hadas muertas, Capital del desierto. Coordina el Taller de lectura de
novela, Libros para entender el mundo,
en Zaragoza.
Mi opinión.-
Esta es la tercera
novela de Jorge Sanz Barajas y como las otras dos tiene como escenario
principal la ciudad de Zaragoza. Es algo que le tenemos que agradecer porque
además rescata una ciudad que no hemos conocido. La Zaragoza de la posguerra
que, parece que no y aunque no es el tema principal de la novela, fue una
ciudad de intrigas donde en la calle Cervantes existía una sede del Partido
Nazi Alemán y en la calle Costa había una oficina de la Gestapo; donde había
que circular por la acera derecha para demostrar afinidad con el régimen y
donde, en la clandestinidad, se seguían reuniendo los represaliados comunistas.
Es una historia de
amor atípica y una novela biográfica atípica. En ella se facilitan pocos datos
vitales de los personajes y apenas se dicen bonitas palabras quizá porque Ciriaco
y Amaya no pueden vivir una apuesta clara por el futuro, ni ensoñaciones que
estén fuera de lugar. Y es así porque es una historia donde predomina el miedo,
la clandestinidad y la sospecha y porque, por encima de todo, es una historia
de derrotados y perseguidos que siguen manteniendo su dignidad a fuerza de
alimentar secretos y pequeñas alegrías.
Ciríaco Párraga es un
pintor e ilustrador, republicano y comunista, que acaba de salir de la cárcel.
Llega a Zaragoza para recomponer su vida cerca de unos camaradas que han podido
establecerse allí. Es 1940 y allí conoce a Amaya Hidalgo, una joven vitalista y
llena de fuerza que se convertirá en su compañera. Amaya escribe cartas a su
madre que está en la cárcel y que nunca envía porque Amaya ha podido escapar y
vive en la clandestinidad. Y sigue escribiendo cartas para no cercenar la
necesidad de hablar cuando, en realidad, impera el silencio, la mordaza y la
censura. Amaya es la Tellito.
Yo resaltaría dos
cosas de esta novela. En primer lugar, está escrita de una manera muy poética soltando
emociones y permitiéndoles que vuelen alto pero, al mismo tiempo, una cierta aspereza
se encarga de romper ese ritmo poético. El autor no se deja llevar por sensiblerías
y fotografía la vida que se desarrolla durante la posguerra civil en una ciudad
de provincias dominada por el miedo y la sospecha. Esta poesía se hace novela en
una escritura de frases muy cortas y rotundas y que se asemejan a las
pinceladas de Párraga que huyen del dibujo por considerarlo un artificio
indigno que limita la expresividad de la pintura pura. Los párrafos que
describen la pintura y la manera de pintar de Párraga han supuesto, para el
autor, una gran labor de documentación facilitada por el hijo del pintor.
En segundo lugar, esta
novela también sirve como reportaje y crónica de la vida de la burguesía culta
zaragozana de la posguerra; la mayoría de ellos francófilos en una ciudad
“ocupada” por los nazis y la Falange. Una vida que pretendía escaparse de las
limitaciones del Régimen aunque de manera muy tímida. Aparecen Jalón Ángel,
Pilar Bayona, Camón Aznar, Miguel Labordeta e, incluso, en la presentación de
una exposición de Ciriaco Párraga, la hermanísima de Franco, Pilar, en una
intervención totalmente novelada pero que podría haber sido cierta. Porque
todos los personajes involucrados y todas las situaciones que viven son
rigurosamente ciertas. Ciriaco Párraga trabajó en Zaragoza en el estudio de Jalón
Ángel, fotógrafo de la burguesía zaragozana y gracias a él pintó dos retratos
de Franco teniendo como modelo fotografías. Nunca se vieron personalmente y
menos mal porque llegó a pensar en atentar contra Franco durante las sesiones
de posado. Amaya, la Tellito, se
llamaba en realidad Palmira Julia Tello Landeta. Fue miliciana en las
Juventudes Socialistas Unificadas, muy próxima a una de las Trece Rosas, Dionisia Manzanero y
protagonizó una portada de la revista Estampa.
A final de su vida viajaba asiduamente a Estados Unidos para visitar a su hija
y a los veteranos del Batallón Lincoln. En 2003, con 83 años participó en una
manifestación contra la Guerra de Irak. Dos fotografías icónicas. No cesó de
luchar.
Hay un tercer
personaje que merecería una novela por sí mismo. A mí me gustaría poder
entender a personajes como éste. Aunque Almudena Grandes lo incluyó en su
novela Las tres bodas de Manolita no
es suficiente para abarcar al personaje. El comisario Conesa, antiguo militante
socialista reconvertido en quintacolumnista y torturador, sometía a las presas
de la cárcel de Torrero a largos y dolorosos interrogatorios. Durante la II
Guerra Mundial colaboró con la Gestapo. Más adelante, durante la Transición y
los primeros años de la democracia en España, se encargó de la lucha
antiterrorista contra ETA y el Grapo. Todo un personaje que deberíamos conocer.
Volar Alto
Jorge Sanz Barajas
Xordica
Algunos cuadros de Ciriaco Párraga
Las fotografías icónicas de la Tellito. Una vida de lucha
Desde hace unos años parece que asistimos a una
revitalización del cine de espías en el período de la Guerra Fría pero con dos
diferencias importantes respecto a películas anteriores: los protagonistas no
son espías profesionales pero no por ello son menos efectivos y además las
pelis están basadas en hechos reales. La primera de esta revitalización que yo
recuerde fue El puente de los espías.
Pues El espía inglés
sigue esta estela. En ella nos encontramos con Greville Wynne un hombre de
negocios “galés, no inglés” (habría que corregir el título de la película en
castellano) que realizaba frecuentes viajes a la Europa del Este en los años
1960. Así es reclutado por el MI6 y la CIA que andaban escasos de personal para
misiones no muy comprometidas, si es que esto existía durante la Guerra Fría.
El caso es que debía limitarse a hacer de correo entre Oleg Penkovsky, un alto
cargo de la inteligencia militar de la Unión Soviética.
Penkovsky estaba muy preocupado por el estallido de una
guerra nuclear y, especialmente, por el carácter impetuoso y atrabiliario del
mandatario soviético Jrushchov. Éste, al mismo tiempo que intentaba implementar
mejoras para la vida de la ciudadanía soviética y “aligeraba” el aparato
represor de la era stalinista, también consideraba que los misiles eran una
parte fundamental de la guerra del futuro, más aún si eran misiles nucleares, y
por ello destinaba ingentes cantidades de dinero a la investigación y puesta en
funcionamiento de estas nuevas armas.
Uno de los escenarios para probar la efectividad de estas
armas, por su proximidad a Estados Unidos, era Cuba. Esto provocó la crisis de los misiles y el inicio del bloqueo contra Cuba, en 1962. Parte
de los documentos que mostraban la construcción de silos para misiles fueron
facilitados por Penkovsky y trasladados a Londres por Wynne. Lo que no se dice
en la peli es que el traslado de misiles a Cuba fue la respuesta de la URSS a
la instalación de misiles estadounidenses en Turquía.
De cualquier manera, Penkovsky y Wynne estuvieron
involucrados en esta operación durante los dos años anteriores aunque, al
final, fueron descubiertos, encarcelados, sometidos a juicio y Penkovsky ejecutado
por traidor. Wynne fue condenado a 8 años de cárcel en Lubyanka, pero después de unos años de cárcel y maltrato fue
canjeado por un espía soviético en 1964 y volvió a su plácida vida de civil en
Londres.
Sin embargo, y esto lo que me ha parecido más extraño, el
director de la película no se centra tanto en el contexto político como en la
relación entre los dos hombres que desarrollar una gran amistad y un profundo respeto mutuo, sin necesidad de grandes discursos, de palabras altisonantes o de demostraciones exageradas de afecto. Lo que correspondería entre un británico y un soviético. El papel de Wynne está escrito y
dirigido para lucimiento de Benedict Cumberbatch que lo interpreta con una
entrega absoluta, incluido un gran cambio físico y a pesar de esa tendencia a
“poner morritos” que comparte con Daniel Craig. Como dicen en la película Wynne
es un cuarentón fofo, poco agraciado, con cierto sobrepeso, con una tendencia
importante a beber demasiado y a ser infiel a su mujer, graciosete y vulgar a
partes iguales y cuya participación en la II Guerra Mundial había sido tan arriesgada
como pegar sellos en un oficina de Londres. Pero participar en esta operación supone ser un héroe temporal y precario. Y uno
de los primeros cambios que sufrirá y que, además, pillará por sorpresa a su mujer, será un
reencuentro con el vigor sexual de su juventud. No está mal.
Penkovsky, por su parte, es un militar de casta, de alta
graduación, del servicio de inteligencia soviético. Comprometido con su país y
con su familia que, realmente, se teme lo peor. Hoy se le considera como una
pieza fundamental que alteró el curso de la Guerra Fría. Está muy bien interpretado
por Merab Ninidze, un actor georgiano al que no conozco. Aunque su papel supone
más contención y menos lucimiento sabe sacarle partido, especialmente, en la
escena final en la que se reencuentran en la cárcel los dos y Wynne le dice que es
él quien ha conseguido parar un enfrentamiento nuclear. Su mirada entonces lo
dice todo. En su mirada está el orgullo por el deber cumplido, la aceptación de la muerte como sacrificio por un bien superior y la paz de espíritu.
La película está dirigida por Dominic Cooke, uno de los
artífices de la megaserie de televisión The
Hollow Crown, adaptación de los dramas históricos escritos por Shakespeare
y también de la magnífica En la playa de Chesil. Un director de prestigio y acostumbrado al riesgo. Quizá por ello
ha elegido contar la historia desde el punto de vista que podría considerarse
más anodino, una relación cordial de negocios entre los dos hombres, en lugar
de centrarse en el contexto político de la Guerra Fría o en los vericuetos
judiciales de un proceso por traición o en el sufrimiento en la cárcel o en la
muerte. A todo esto, apenas le dedica unos minutos y el transcurso del tiempo
se soluciona con un fundido en negro y un rótulo. Sin embargo, la película
resulta emocionante a pesar de sus colores grises y su ambiente frío. Eso es
hacer buen cine.
El autor.- Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante
bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito
principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de
viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la
prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas doce novelas;
bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la
pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe.
Mi opinión.- Me ha parecido que, en esta novela, Chamorro estaba más
presente que en otras. Sin embargo, la he visto casi siempre malhumorada, a la
defensiva y un poco agresiva, marcando territorio respecto a sus compañeros. No
es para menos, aunque no fuese de las primeras mujeres en incorporarse a la
disciplina militar de la Guardia Civil (el proceso comenzó en 1988); no tuvo
que ser fácil tampoco en los años posteriores adaptarse a las rigideces de la
empresa, aunque contase con la ayuda y la protección incondicionales y un poco paternalistas
de Bevilacqua. Chamorro dice, los
machistas sois más predecibles, y si se sabe llevaros mucho más manejables. De
todas maneras, Chamorro siempre está para escuchar las paranoias, las quejas y
las dudas de Vila, personales y profesionales. Así que se complementan cada vez
mejor.
Esta vez Vila está especialmente melancólico. Son continuas
sus referencias al paso del tiempo y el desgaste que nos produce en los cuerpos
y las mentes. Sin embargo, no es sólo una crisis de edad sino que se intuye que
en Barcelona dejó una penita de amor no resuelta y que tampoco se atreverá a
resolver en esta ocasión. Intuyo que fue el origen del fracaso de su
matrimonio, así que es posible que se tratase de una infidelidad por su parte.
Vila además se encuentra con Altavella, el marido de la
asesinada, un escritor con el que estuvo fascinado en su juventud. Ahora, un hombre viejo y desgastado por la vida que, sin embargo, ha
triunfado socialmente. Es un intelectual de clase alta, un catalán soberbio y
algo arrogante que, mira un poco por encima del hombro a Vila, el guardiacivil
que, presumiblemente, será un paleto brutal porque la Guardia Civil no ha
evolucionado desde el siglo XIX. Por otra parte, Vila se pica por ese
menosprecio al mismo tiempo que parece verse reflejado en la vejez de
Altavella. Su primer encuentro es una clara confrontación de egos no sé si
porque Vila es intelectualmente vanidoso o porque se siente en la obligación de
“lavar” la imagen tradicional de la Guardia Civil.
Respecto al contexto político-social, Lorenzo Silva aprovecha
para describir la coexistencia, a veces difícil, de los distintos cuerpos de
seguridad nacionales con la recién creada policía autonómica catalana. No se
trata de hacer un análisis exhaustivo, porque no es el tema fundamental de la
novela, sino de dar unas pinceladas a través de algunos personajes. Algunos
guardiaciviles catalanes se han incorporado a los Mossos y queda patente que
han mejorado en algunos aspectos y en otros no; los guardiaciviles que se han
quedado en la empresa, sin embargo, se quejan de tener cada vez menos competencias
y de que sus instalaciones cada vez están más alejadas del centro de trabajo.
Sin embargo, todos optan por la profesionalidad y por colaborar unos con otros
de la mejor manera posible. No sé si ahora seguirá siendo así o las diferencias
habrán creado un abismo que perjudique a los ciudadanos.
En definitiva, cuando se escribió la novela en 2005, se
intuía ya el preludio de lo que estamos viviendo ahora, el esperpento de un
referéndum cutre-ilegal y una parálisis en la política, debida a la falta de
vergüenza de los políticos indepes que parece que no tendrá fin: Ahora ya no manda el nacionalismo, sino el
marxismo. … el sistema de los hermanos Marx... es lo que dice un personaje.
Lo que me fastidia de estas novelas es que soy incapaz de
captar todas las referencias literarias e insertarlas en la trama para llegar a
la misma conclusión que los investigadores. Es frustrante. Esta vez la
corriente subterránea que recorre toda la trama está inspirada en A través del espejo, la segunda aventura
de Alicia (la del país de las maravillas). Y ese traspasar el espejo es un
símbolo de cruzar hacia el peligro, de dejar en esta orilla la comodidad, el
triunfo, la familia o el amor y elegir el lado peligroso para sentirse vivo.
Aunque se acabe pagando un precio tan alto como es perder la vida. También ha habido adaptación a serie de televisión, no muy afortunada, y puede verse en RTVE a la carta. Y si se puede reprochar algo a esta novela es que, a pesar de que el asesinato se produce en una ciudad de Zaragoza, poca relevancia tiene el sitio en la investigación de la trama. En cualquier
caso, novela muy recomendable como el resto de la serie.
No es la película que más me ha gustado de Wes Anderson pero
le sigo reconociendo el mérito de hacer un cine arriesgado, creativo y
visualmente excepcional. Para los detractores de Anderson como para los
seguidores del mismo, el comentario puede ser muy evidente. Más de lo mismo. Pero
es que lo mismo, es muy bueno.
La Crónica francesa es
un homenaje al periodismo local, al periodismo de reportero que se recorre la
ciudad, una ciudad pequeña, con su moleskine y un bolígrafo. En esta ocasión la
ciudad está situada en Francia y se llama Ennui-sur-Blasé que se podría
traducir libremente del francés como Aburrimiento
apático. No sé si es una crítica mordaz contra todo lo francés o un guiño
cariñoso por contraposición a la vertiginosa vida de cualquier ciudad
estadounidense. En cualquier caso, la película comienza con un homenaje al gran
Jacques Tati y a la escena, excepcional, de la casa en Mi tío. Subida ybajada
de escaleras, ventanas, balcones, pasillos y puertas y, al final de todo ese
ajetreo, la redacción de la revista Liberty
Kansas Evening Sun.
Una redacción donde todavía se utilizan corcheras, clips,
grapas, gomas de borrar, pequeñas libretas y lápices. Todos aquellos artilugios
que se utilizaban cuando la ola digital no nos había anegado todavía. Todo ello
saturado con magníficos colores pastel y papel pintado en las paredes, con
peinados y moños imposibles, con tirantes y zapatos de tacón bajo y faldas plisadas
a la altura de la rodilla.
La película está estructurada igual que una revista. Sus
reportajes son lo que interesa al público y la galería de personajes no tiene
desperdicio. Empieza con un paseo por la ciudad que pone de manifiesto lo poco
que ha cambiado en los últimos años. Las mismas calles están dedicadas a los
mismos gremios. Los carteristas y las prostitutas ocupan las mismas esquinas y
donde hubo un mercado siempre habrá un mercado, aunque sea diferente.
Sigue con la crónica rosa. La historia de amor entre un
convicto que gruñe y su carcelera que apenas habla y que se convertirán en un
pintor abstracto muy cotizado y su evasiva musa. Ambos personajes rodeados por
una fascinante maestra de ceremonias y un marchante con muy pocos escrúpulos. La
segunda historia narra una rebelión de jóvenes estudiantes que en sus
reivindicaciones tratan de facilitar al gran público toda una retahíla de consignas
erótico-políticas-intelectualoides inspirada por el mayo del 1968. Y en la
tercera, las páginas destinadas a sucesos están representadas por el secuestro
del hijo del jefe de policía, un gourmet un poco cargante que ha encarcelado a
un contable cuyos amiguetes mafiosos quieren liberar (o algo así) y que,
además, en un medido homenaje a Tintin incluye unas escenas de animación.
Todo sirve para mezclar esta iconografía tan colorida con el
más riguroso blanco y negro y las imágenes de actores reales con las de
animación, de manera que se despliegan por la pantalla como las hojas de una
revista editada en papel, en papel del bueno. Además con la intención de
recrear un modo de hacer muy artesanal como ya demostró en la magnífica y
conmovedora Isla de perros y con una
puesta en escena delicada, elegante, un poco cursilona y demodée. En realidad, intemporal.
Respecto a las interpretaciones los actores y actrices están
completamente entregados. Son los colabores habituales del director, aunque
algunos apenas tengan una brevísima escena. Eso le ha pasado a Elisabeth Moss y
a Saoirse Ronan y creo que por eso salí un poco decepcionada del cine. Por eso
y porque, en definitiva, el resultado a mí me ha parecido irregular. Entre
todos los artículos/episodios me quedo con el primero, el del pintor y la
carcelera interpretados por Benicio del Toro y Léa Séydoux, flanqueados por
Tilda Swinton y Adrien Brody. En el de los jóvenes airados destacaría la
interpretación de Frances McDormand y de Lyna Khoudry. Y el tercero es el que
más excéntrico me ha resultado. Sin embargo, recomiendo la peli sin ninguna
duda aunque la película para conocer al mejor Wes Anderson sea El Gran Hotel Budapest.
Dirección: Wes Anderson
Guion: Wes Anderson, Roman Coppola, Hugo Guinness
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robert D. Yeoman
Intérpretes: Benicio del Toro, Frances McDormand, Adrien Brody, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Léa Séydoux, Owen Wilson, Lyna Khoudri, Bill Murray, Saoirse Ronan.
Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante
bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito
principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de
viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la
prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas doce novelas;
bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la
pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe.
Mi opinión.-
Este es el primer libro de relatos protagonizado por
Bevilacqua y Chamorro y que, en principio se colgaron en la página web del
autor hasta que decidió editarlos en forma de libro. Fueron escritos entre 2001
y 2004, uno por año, coincidiendo con las vacaciones de verano.
Son asuntos que se salen de la gran delincuencia, son
asuntos vulgares pero que constituyen la mayoría de los que los investigadores se
encuentran. Quizá por eso sean de fácil y rápida resolución. Los protagonistas
no son grandes criminales, ni los delitos se caracterizan por haber tenido una
gran planificación. Son puestas en escena burdas, zafias, con asesinos chapuceros
que van dejando un reguero de trazos gruesos, pistas fáciles de seguir. Para
sorpresa de los intervinientes, criminales y familiares de víctimas, son
asuntos resueltos en apenas un par de días y con algunas llamadas de teléfono;
asuntos que si los tocas se deshacen, Tierna
es, et ligera miente se desfaze según la cita del Lapidario de Alfonso X. Pero
no por ello Vila y Chamorro dejan de prestarles máxima atención (ni el autor
tampoco). Al revés, se implican en su resolución por respeto a las víctimas, cada muerto quiere sus mimos, para
restablecer el orden alterado por los delincuentes y, también, para que los
lectores asistan a las sesudas, cultas y melancólicas reflexiones de Vila, para
sorprender a aquéllos que asumen que por
razón de mi oficio sólo puedo ser un perro de presa entrenado para ladrar y
morder.
Cuatro historias en las que las víctimas son dos hombres y
dos mujeres y los motivos para asesinar no son tan claros como aparentaban ser.
En Un asunto rutinario la víctima es
un horterilla que trataba de hacer un buen negocio con mala gente capaz de
ejecutar un homicidio brutal y, sobre todo, gratuito por cuatro perras.
Un asunto familiar
es, desde mi punto de vista, el relato más elaborado de los cuatro. Por un
momento tienes la sensación de que Vila juega también con el lector y de que no
va a rebelarle quién es el violador y asesino de una niña de doce años muerta a
pocos metros de su casa. La intriga se mantiene hasta la última línea del
relato.
En Un asunto conyugal la
víctima es también una mujer y el principal sospechoso el marido puesto que ya
había antecedentes de denuncias por violencia de género. Sin embargo, Vila y
Chamorro quiere apartar los prejuicios y comenzar una investigación seria. De
este relato se hizo una adaptación para la serie de televisión protagonizada
por Jesús Noguero y Mariona Ribas, que tampoco tuvo mucho éxito puesto que sólo
se hicieron dos capítulos. El siguiente de ellos fue La reina sin espejo que es la próxima novela que quiero leer. Ambos capítulos se pueden ver en rtve a la carta.
Por último, en Un
asunto vecinal las cosas tampoco son lo que parecen. La víctima es un
inmigrante latinoamericano y será otro inmigrante, pero esta vez ucraniano,
quien ayude a la Guardia Civil a esclarecer el asunto. Este ucraniano tiene un
interés especial y un poco turbio por hacerse amigo de las autoridades, pero
Vila no caerá en su trampa.
Como las novelas que he leído hasta ahora, este libro de relatos
también es muy recomendable.
No os fieis del título de esta película porque sí, hay
alguien que va a morir. Spoiler. Bond, James Bond muere ¡y nadie nos lo había
advertido! ¿Por qué, señor, por qué? Desde 1962 se han filmado 25 películas del
agente 007, unas mejores que otras, con diferentes actores (cada uno dándole su
toque especial al personaje): Sean Connery, brutalmente sexy; George Lazenby,
no lo conozco; Roger Moore, con su elegancia británica; Timothy Dalton, no le
pegaba nada; Pierce Brosnan, y su gracejo irlandés; y Daniel Craig, mi
favorito.
Hasta ahora es la serie cinematográfica más larga dedicada a
un personaje y una de las más taquilleras. Quizá, por eso, nunca nadie se había
atrevido a matar al personaje. Desde el punto de vista cinematográfico, la
verdad es que poco importa puesto que, para sucesivas películas siempre se
puede recurrir a historias que hayan pasado en un momento anterior a éste;
pero, desde el punto de vista emocional, ¡hombre, eso se avisa! Cuando Daniel
Craig, después de 15 años interpretándolo, dijo que ya estaba aburrido del
personaje, lo cual es muy comprensible, no me imaginé que los productores y
guionistas serían tan expeditivos y, en lugar, de esta solución optarían por una
más que merecida jubilación.
Daniel Craig, desde un punto de vista emocional, es el James
Bond más complejo y más oscuro de toda la saga. Es brutal y sexy como Sean
Connery aunque más moderno, sobre todo en sus relaciones con las mujeres. Un
James Bond más humano y menos personaje de cartón piedra. Junto con Skyfall, donde Bond se enfrentaba a la
muerte de un ser querido, esta es la película más emotiva de las que yo he
visto. Será por la excepcional reaparición (ninguna chica Bond había repetido
película) de Lea Seydoux interpretando a la doctora Swann. Le sobra una n para
ser un cisne pero actúa tal cual, con elegancia y delicadeza y, con su dulzura
e inocencia, es capaz de hacer olvidar a Vesper Lynd.
Lo peor de esta película, sin duda, es el malo, aunque
cuente con una buena interpretación por parte de Rami Malek. Él es Lyutsifer
Safin, su nombre casi casi se pronuncia como Lucifer y con eso ya se dice todo.
Safin resulta ser un malo demasiado sofisticado, demasiado parecido a otros malos, demasiado fuera del mundo real,
demasiado plano, demasiado siseante, demasiado serpiente y, además, resulta ser
demasiado demasiado. Sobre todo porque es increíble que haya matado a la madre
de la doctora Swann delante de ésta, cuando era apenas una niña y no haya
envejecido en los últimos 20 años. Como malo tiene poca chicha. Sin embargo, sí
que resulta mucho más inquietante el arma que ha diseñado para terminar con sus
enemigos y con algunos de sus amigos también.
Es una nueva arma diseñada para matar selectivamente. El
virus Heracles, virus tecnológico diseñado gracias a la genética de sus
potenciales víctimas. Aterrador. Poco se ha hablado de esta característica tan
específica de una arma que mataría por el simple contacto entre dos seres
humanos, un abrazo, una caricia entre el infectado y su víctima serían
mortales. Y Bond, James Bond está infectado y si, alguna vez, decidiera abrazar
a la doctora Swann o a su hija Mathilde las mataría.
En fin. En esta última película aparece la nueva (sí, nueva)
007, pero esto no quiere decir que sea la nueva James Bond o Jane Bond o
comoquiera que se les ocurra llamarla. Aunque, por otra parte, quizá la nueva
James Bond ya haya nacido pero todavía tenga que crecer. Y no digo más.
Aparte de estas importantes novedades, la película dirigida
por Cary Fukunaga despliega las bazas habituales de la saga. Una vida de lujo,
sofisticación y elegancia en alguna costa caribeña y/o europea; un potente
coche que se ciñe a las curvas y desafía a los acantilados tal y como James
Bond ciñe la cintura de sus compañeras de aventuras; la dosis correcta de
alcohol y sol, elegantes trajes; persecuciones vertiginosas y peligros
inminentes sorteados con suerte, disciplina y maestría.
Queda fuera de este post hacer un estudio sobre la imagen de
las mujeres en toda la saga Bond. Como primera aproximación queda la sensación
de que la representación de las mujeres evoluciona según lo van haciendo
nuestras sociedades occidentales. Son mujeres cada vez más poderosas e
inteligentes, no meros objetos y objetivos sexuales para el mujeriego más
mujeriego de todo el cine mundial.
Con esta película ha llegado
el final de una etapa. Y es un final heroico. Será la salvación, propia y de
los demás, por el sacrificio y la muerte de un hombre valiente y canalla a
partes iguales. Y al final quedará un te
voy a contar la historia de un hombre bueno. Bond, James Bond ha dejado una
considerable herencia y continuará. Sin duda. Pero, ¿cómo? No lo sabemos.
Por aquí mi opinión sobre la única novela que he leído de Bond, James Bond, Goldfinger y de Spectre, la película de 2015.
Dirección: Cary Joji Fukunaga
Guion: Neal Purvis, Robert Wade, Cary Joji Fukunaga y otros
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Linus Sandgren
Intérpretes: Daniel Craig, Léa Seydoux, Rami Malek, Ralph Fiennes.
Los autores.- John J. Mearsheimer es catedrático de Ciencia Política en la
Universidad de Chicago. Como teórico de relaciones internacionales se le adscribe
a la escuela neorrealista, estudiando la teoría del realismo ofensivo según la
cual, las grandes potencias actuarían para obtener no sólo ciertas cotas de
poder sino la hegemonía regional, a expensas de los otros y dirigida a
maximizar su seguridad, en un competitivo y anárquico sistema de relaciones
internacionales. Otras obras suyas: The
Tragedy of Great Powers Politics, Why Leaders Lie: The Truth About Lying in
International Politics.
Stephen M. Walt es también catedrático de Asuntos
Internacionales en la Universidad de Harvad. Ha desarrollado la Teoría del Equilibrio
de Amenazas según la cual el comportamiento de una potencia está influido por
la percepción de amenazas emitidas por otros estados, estableciendo cuatro
criterios para evaluar la amenaza que presenta un país para otro: capacidades
económicas, proximidad geográfica, capacidades ofensivas y sus intenciones
ofensivas. Otras obras suyas: Revolution
and War, The Origins of Alliances.
Mi opinión.-
Esta obra comenzó siendo una serie de artículos publicados
en prensa y terminó siendo un libro de casi 600 páginas. Una investigación
exhaustiva, clarificadora y, yo creo, que bastante objetiva. En la primera
parte, describe las relaciones de Estados Unidos e Israel en los últimos años y
desmonta una serie de argumentos tradicionales según los cuales la seguridad de
Israel sería estratégicamente importante para los Estados Unidos, al mismo
tiempo que describe el funcionamiento y las prácticas del lobby para
condicionar su política. En la segunda parte, facilita ejemplos concretos de la
política de los Estados Unidos en diferentes estados de Oriente Próximo poniendo
de manifiesto, de esta manera, que la actuación del lobby israelí no siempre ha
sido favorable a los intereses estadounidenses.
Los argumentos tradicionales sobre la importancia de Israel
para la política de Estados Unidos han ido desde considerarle como muro de
contención respecto a la influencia de la Unión Soviética en Oriente Próximo
hasta los más recientes según los cuales sería un estado clave para la lucha
contraterrorista y los estados canallas; incluyendo el argumento moral de
considerar a Israel como la única democracia amiga, solitaria y acosada en
Oriente Próximo y la creación en el imaginario estadounidense del pueblo árabe
como malvado, sucio y retrasado.
Así que si todos los argumentos a favor del apoyo a Israel
fallan y, sin embargo, Estados Unidos sigue prestando su apoyo es que algo más
debe de haber. Un apoyo de gran magnitud y, sobre todo, caracterizado por su
incondicionalidad. Ese “algo más” es el trabajo de miles de organizaciones,
dentro de Estados Unidos, que constituyen el lobby israelí. No es que estas
organizaciones estén perfectamente coordinadas sino que coinciden en su
objetivo: orientar la política exterior estadounidense en beneficio de Israel. Son
organizaciones capaces de conseguir una gran movilización de la opinión pública
a favor de Israel, llegado el caso y también de prohibir las críticas a la
política israelí. Es difícil de entender su poder, sobre todo teniendo en
cuenta que la mayoría de los votantes estadounidenses judíos se definen como
votantes demócratas mientras que las organizaciones del lobby israelí están más
próximas a los neocon, los políticos republicanos más conservadores e incluso a
los sionistas cristianos partidarios de la teología del dispensacionalismo. Uno
de cuyos puntos fundacionales es el retorno del pueblo judío a Palestina.
¿Dónde radica, pues, el éxito de estas prácticas lobistas?
Parte de su eficacia se fundamenta en el especial sistema político
estadounidense, de fácil acceso a los congresistas y senadores por parte de
estas organizaciones y también de la financiación de sus campañas políticas. De
manera que consiguen influir significativamente en los procesos políticos de
toma de decisiones. Pero también consiguen dar forma al discurso público de
manera que sea siempre favorable a Israel y esto se produce por su acceso a los
medios de comunicación y redes sociales y también a las universidades y think tanks.
Para los autores, todo esto se hace de manera perfectamente
legal pero también pueden utilizarse prácticas intimidatorias e incluso
calumniadoras para quienes sean críticos con los intereses de Israel. Identifican
cualquier crítica a la política israelí, lo que podría considerarse como antisionismo,
con el antisemitismo que fue la base del Holocausto, para crear verdaderos ambientes
de boicot y autocensura en los medios y universidades.
En fin, este libro puede ser también un manual de cómo operan
todos los lobbies y podría aplicarse también a la actuación internacional del
independentismo catalán o, incluso y más recientemente, a la presión ejercida
por el lobby trans frente a las feministas críticas. En cualquier caso, es una
lectura imprescindible para tratar de entender el enquistamiento del conflicto
en Oriente Próximo.
El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt Ed. Taurus
Tengo pendiente de lectura, casi desde que se editó, Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia,
Estados Unidos y el Imperio español de María Elvira Roca Barea; no sólo por
lo interesante que resultaba ser el tema propuesto sino también por la
controversia que creó su publicación, incluidas las acusaciones hacia la autora
por no haber sido muy rigurosa con algunas citas. No sé. No tengo conocimientos
necesarios para decantarme por una u otra postura pero sí que me pregunto si
todos los ensayos históricos, filosóficos o sociológicos publicados soportarían
un examen tan exhaustivo. Lo menciono también porque Roca Barea es una de las
intelectuales que aparece en este documental.
En cualquier caso, lo que sí tengo muy claro es que estoy un
poco aburrida de quienes consideran que los españoles debemos todavía que pagar
por las fechorías cometidas hace siglos. Ya imagino que sabéis. Estas cosas de
pedir perdón por la colonización, la evangelización, el genocidio cultural y
humano y todo ese, en realidad, folclore que sólo sirve para descargar
conciencias y seguir abusando de esta población.
Sin embargo, tampoco soy de las que reivindican el Imperio
con nostalgia o con orgullo. Sí que estoy segura de que fue una época
fundamental para todo el mundo, porque cambió su configuración, el equilibrio
de fuerzas y toda la geopolítica de aquel tiempo y las relaciones entre
estados. Tal como se dice en este documental fue la primera globalización.
Así que, tirando por la calle del medio, lo que más me
interesa de este hecho es dejar atrás leyendas negras, fobias y orgullos y
tratar de encontrar la manera de analizarlo en sus enormes y muy variadas
dimensiones científicas, sociológicas, demográficas o tecnológicas. Todo
aquello que quede alejado de una visión puramente política y de ejercicio de
poder sobre otros; una visión que no pretenda alardear de pasado glorioso ni
tampoco seguir explotando el complejo de culpabilidad. Este documental todavía
no llega a esa visión puramente científica pero se va acercando dejando atrás
fobias y orgullos.
De todas maneras, no sé si hubiese sido más funcional que en
este documental se siguieran exponiendo, para desmontarlas definitivamente,
estas otras dos visiones más tradicionales; una ligada a la extrema izquierda y
otra a la extrema derecha. No ha sido así y el director ha optado por criticar
la leyenda negra utilizando para ello buenos argumentos y colaboradores de
prestigio. Joseph Pérez fue uno de los primeros intelectuales que abordó el
desmontaje de los prejuicios que rodean a la leyenda negra. Lamentablemente
murió no hace mucho tiempo, si no seguro que hubiese estado en este documental.
En su libro La leyenda negra, publicado
en 2009, él creía que esta leyenda
estaba definitivamente superada. Pero parece que no es así y, en momentos de
crisis o conflictos políticos, “alguienes” están interesados en hacerla
resurgir. Quién sabe si la tradicional “protección” de Bélgica a los etarras o,
ahora mismo, al independentismo catalanazi no será uno de esos rebrotes de la leyenda negra.
En definitiva en un momento determinado todos los imperios
se ganan su leyenda negra y merecidamente. Pero lo que no se puede hacer es
descontextualizar las brutalidades y utilizarlas eternamente, siempre por
motivos de conveniencia política, contra el “enemigo”, asumiendo que nunca será
capaz de cambiar y de actuar de otra manera. Es un determinismo vomitivo y que
inspiraba los presupuestos más profundamente nazis. Además, esos momentos de
máxima expansión brutal de los imperios siempre coinciden con momentos de esplendor
cultural, científico, artístico, literario e intelectual de los que todos nos
sentimos orgullosos.
España no buscaba un nuevo continente para conquistar,
colonizar y evangelizar. Se lo encontró, casi casi por casualidad y no supo o
no pudo hacerlo mejor. No se trata de disculpar. Se trata de poner en claro que
nadie había estudiado en la universidad cómo colonizar sin destruir y que, si enfrentarse,
durante todo el siglo XIX, en diferentes guerras y conflictos a los deseos de
independencia de esos pueblos (en realidad de los políticos de origen criollo
de esos pueblos) y no saber resolverlos por otras vías es reprobable, sin ninguna
duda, peor es involucrarse en lo mismo en la segunda mitad del siglo XX, como
hicieron otras potencias coloniales. Y que si, con toda justicia, es moralmente
censurable expulsar de su país a una minoría de población que no comparte la
religión mayoritaria durante los siglos XV, XVI y XVII, mucho peor debería ser
hacerlo en el siglo XX.
A veces parece que lo que se le reprocha a España es haber
hecho las cosas primero, cuando no había experiencias de otros modos de
hacerlo. Y así se paga la imprudencia. Documental muy recomendable.
Dirección y guion: José Luis López-Linares
Intervenciones: Carmen Iglesias, Ricardo García Cárcel, Martín Ríos Saloma, Elvira Roca, Stanley G. Payne, Carlos Martínez Shaw, Pedro Insúa, Fernando García de Cortázar y otros.
El autor.- Galder Reguera es gestor cultural y actualmente trabaja en
la Fundación Athletic Club. En cuanto a sus intereses literarios ha escrito un ensayo
sobre arte contemporáneo, La cara oculta
de la luna, novela juvenil, La vida
en fuera de juego y, junto a Carlos Marañón, un epistolario Quedará la ilusión. Una correspondencia durante
el Mundial de Rusia.
Mi opinión.- ¿Podríamos calificar este libro de autoficción? No lo sé. Es
la reconstrucción de la vida familiar del autor incluso desde antes de su
nacimiento y parece que ha querido ser lo más fiel posible a los recuerdos de
los intervinientes. Parte de un hecho traumático, la muerte de su padre a quien
no llegó a conocer e intenta reconstruir la vida de ese hombre, de su familia
de origen y de su entorno más inmediato; de paso, se reencuentra con una imagen
renovada de su madre, con unos lazos familiares fortalecidos con su padrastro y
sus hermanos y con la certeza de que él siempre ha pertenecido a su familia
materna. Y, ni siquiera, con este libro ha conseguido crear lazos con la
familia paterna.
Una de las cosas que me ha sorprendido en este libro es que,
a pesar de estar ambientado en el País Vasco a partir de los años 1970 (años
difíciles en todo el país) no hay ni una mención a ETA. Nadie de su familia ni
de sus amigos tuvo nunca ningún encontronazo con la organización. Había, pues,
familias con una posición económica y social holgadas que vivieron fuera del
ámbito de la extorsión. Quizá el autor no haya querido contarlo porque su libro
trata de otra cosa, y sólo menciona un episodio surrealista y un poco ridículo que
le sucedió a Javi, su segundo padre. Cuando toda la familia se trasladó a un
nuevo pueblo fue a recibirlos un joven alto, con boina y un hacha (¿algún informador de ETA?) y que le dice: “Bueno,
cuéntame. De dónde sois y a qué habéis venido” (pg. 247). Era el año 1978. A mí
me resulta difícil de entender que haya sido la única relación que esta familia
ha tenido con la organización. El detalle del hacha como complemento de moda,
no tiene precio. Otro episodio especialmente chirriante es la entrevista de
Javi con un militar que tiene que exonerarle de hacer la mili por ser padre
soltero y que tampoco tiene desperdicio (pg. 257).
El autor se enfrenta a una nueva imagen de su madre, a la
que parece que tiene que disculpar. Una madre adolescente y que ya es viuda y
con dos hijos, que pocos años después trata de rehacer su vida (y la de sus
hijos) con otro hombre que la maltrata y que, posteriormente termina casándose
con Javi, que ejercerá de padre atento y cariñoso y del que, al final, también
se divorciará. Este hombre será la figura paterna con la que el autor encuentra
una infancia feliz. Y esto, años más tarde, le obligará a sentirse culpable por
no haber querido recuperar la figura de su padre biológico antes.
Algo que no se puede evitar en los libros de autores vascos
es la utilización de palabras y muletillas en vasco aunque la redacción se haga
en castellano. A mí me parece insufrible. El tema de los idiomas en España es
peliagudo y muy cansino; parece que, a veces, se utilizan para obstaculizar la
comunicación en lugar de favorecerla. Mi impresión personal es que resultaría pedante
y ridículo que alguien dijese “Hoy viene mi nanny”
y también me parece pedante y ridículo que alguien diga “Hoy viene mi aitite”. A mí me supera.
Es una narración a ratos emocionante y a ratos también
reiterativa que te hace desconectar de ella. Creo que si este libro lo hubiera
escrito una mujer no habría tenido la misma repercusión. Sin embargo tratar de
la paternidad, territorio poco explorado por los escritores, le ha facilitado
la atención de público y crítica. No sé si recomendaría este libro. Es una
historia muy personal, muy bien narrada pero le falta algo que no sé
identificar bien. Quizá sea pasión o desconsuelo o confusión. No sé, pero a
veces, parece demasiado fantasiosa. ¿Es posible que a una embarazada de ocho meses
no se le note el embarazo?
Hace unos días leí en Pikara
Magazine este artículo titulado ¿A quién calma Maixabel?que me resulta demasiado sesgado. Parece que se esfuerza
en igualar a víctimas y victimarios, coincidiendo con una estrategia de la
izquierda abertzale que a mí me parece especialmente vomitiva. Aparece en el
tercer párrafo, en negrita, bien visible una afirmación que no comparto: “…ETA
aparece representada como una secta. No se explica cómo ni por qué —ni
siquiera de soslayo— tantas personas militaron durante tantos años en la
organización.” Lo que no nos
explicamos es por qué tanta gente supone que ETA tenía derecho a existir
después de la amnistía de 1977.
Coincido con la
autora en la necesidad de que el cine, tanto documental como de ficción, la
narrativa o, incluso, la música aborden las distintas perspectivas de lo que, torticeramente,
se llama el conflicto vasco. Un fenómeno, al que, sin duda, deberíamos empezar
por cambiarle el nombre. En lo que no coincido con la autora es en pretender
convertir Maixabel en una película
sobre ETA. Maixabel no tiene que
calmar a nadie. Como parte de una situación muy compleja, es la postura valiente
de una de las víctimas. Pero sin olvidar que no es una víctima del conflicto
vasco sino una víctima del terrorismo de ETA, una organización sanguinaria y que
vivía fuera del tiempo; con un origen claro en el nazionalismo (siempre escrito con z) racista del
siglo XIX; que nunca fue de izquierdas; que nunca luchó contra el franquismo y
que en los años 1980, en los años de plomo, su violencia irracional se dirigió
contra todo y contra todos, incluida la sociedad civil; que mantuvo una estrategia
puramente nihilista que no consiguió ninguno de sus objetivos aparentemente políticos,
excepto beneficiar y consolidar, como fuerza política ineludible, al Partido
Nacionalista Vasco.
Si pudiera hacerse
política-ficción podríamos comprobar cuán diferente hubiese sido la
implantación del PNV. Si ETA no hubiese existido, probablemente hubiese quedado
como una reliquia del siglo XIX. Sin embargo, este partido de la derecha vasca
más rancia supo rentabilizar lo que ETA ofrecía y, especialmente, se benefició
del exilio de tantos vascos que decidieron abandonar la tierra y dejar de
figurar en el censo electoral de las tres provincias. Todo esto tiene que quedar
muy claro. Como también debe quedar claro que, aunque el nacionalismo más
violento haya abandonado la lucha armada, tampoco deberíamos considerar
legítimo su objetivo político, la independencia del País Vasco por medios
pacíficos.
De todas maneras, en
este post trato de hablar simplemente de una película, basada en hechos reales,
pero una película al fin y al cabo. Icíar Bollaín tiene, como cineasta, una
trayectoria incuestionable. Se atreve a abordar temas candentes que no dejan
indiferente a nadie. Además si se rodea de excelentes actores, como en este
caso, que además están en lo que se llama estado de gracia, mejor que mejor. Ahí
están Blanca Portillo como Maixabel Lasa, Luis Tosar como, Ibon Etxezarreta, integrante
del comando que asesinó a su marido y otro actor, para mí desconocido, Urko
Olazábal que interpreta a Luis Carrasco, otro etarra arrepentido.
La película es
dolorosa, sobria, intensa y, aunque estos encuentros de justicia restaurativa
se interrumpieron, esperanzadora. Cómo lo ha conseguido la autora, no lo sé,
pero ha acertado plenamente con el tono desde el primer momento. Me ha parecido
muy interesante el manejo del sonido. Una insistente llamada de teléfono que
suena a lo lejos y que la protagonista tarda en atender es presagio de alguna
desgracia; el grito desgarrador sin sonido de la hija del asesinado. Pero,
especialmente, los sonidos que más aterradores me han resultado son los que
acompañan a Etxezarreta, ya fuera de la
cárcel, al recorrer los lugares donde se han producido atentados. Aunque el
tiempo ha pasado, en su cabeza y en su corazón se reproducen las sirenas, los
gritos, los llantos, el desastre, el dolor y la muerte, sin que las imágenes se
correspondan con ellos. Sólo el sonido. Me parece todo un logro de cineasta muy
experimentada y, al mismo tiempo, arriesgada, que está en constante búsqueda,
como sus personajes. Me recuerda un proyecto de Eduardo Nave, A la hora, en el lugar, en el que el
autor documentaba los escenarios de atentados de ETA. Así, a la misma hora y en
el mismo lugar Nave fotografía estos lugares de luto, sólo eligiendo en el
encuadre y sin poder controlar otra variable; rastreando la ausencia de estas
personas tan injustamente arrancadas de su vida.
En este caso, Icíar
Bollaín se ha encargado también de escribir el guion junto con Isa Campo que
dirigió hace unos años La próxima piel. La
película, aunque no es equidistante, huye del maniqueísmo y aborda la necesidad
de encontrar un punto de encuentro, un punto de partida para superar el dolor
vivido en el País Vasco. Ese punto de encuentro es el deber moral de pedir
perdón por parte de unos y la voluntariedad de otros de otorgarlo. No puede ser
de otra manera. Es el punto donde deberían confluir la justicia restaurativa,
la justicia punitiva y la justicia terapéutica. Pero al mismo tiempo, es algo
que no puede ser obligatorio y que tampoco puede ser moneda de cambio. Debe
quedar inscrito para siempre en el dominio de la ética y la moral.
El gobierno de Rajoy
se encargó de suspender estos encuentros restaurativos. Yo creo que más como
una concesión al entorno más duro de ETA, que no soporta la disidencia, que por
la conveniencia o inconveniencia de mantener una iniciativa surgida en el
gobierno del PSOE. Hoy queda mucho por hacer y, a veces, parece que el entorno
etarra es el único que sigue sembrando, y las más de las veces sigue sembrando
odio. Se ha publicado recientemente un estudio encargado por el Gobierno Foral
de Navarra, respecto al grado de conocimiento del alumnado de ESO sobre la reciente
historia (chicos y chicas entre 12 y 16 años). Sólo el 57% sabe qué fue ETA;
sólo un 0,5% sabe quién fue Miguel Ángel Blanco; un 26% justifica la violencia
si ésta tiene objetivos políticos. Para saber si estos datos son o no significativos
se debería repetir esta encuesta entre el alumnado del resto del territorio
español. Pero no olvidemos que la labor de adoctrinamiento del entorno etarra
no ha cesado ni un segundo en estos últimos años, como así demuestran los
resultados electorales. En el año 2016, un 21% de los electores votaron por
Bildu; en 2020, ese porcentaje ha crecido hasta casi un 28%. Algo hay que hacer y pronto, porque estoy
segura de que el 100% de los acólitos de Bildu están orgullosos de difundir y,
si llega el caso, de repetir las “proezas” etarras.
Dirección: Icíar Bollaín
Guion: Icíar Bollaín, Isa Campo
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Javier Aguirre Erauso
Intérpretes: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazábal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren.