jueves, 30 de enero de 2020

Exposición de pintura: Historia de dos pintoras. Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Museo del Prado. Invierno 2020

El Museo del Prado dedica su exposición más importante de la temporada Otoño-Invierno a Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Pioneras en el mundo de la pintura durante el siglo XVI. Ambas vinculadas al arte por lazos familiares.


Habían nacido en Italia en un momento en que la educación de las mujeres progresó y salió de los conventos. Pero aunque, tuvieron esa oportunidad de formarse, contactos para desarrollar una profesión y fueron reconocidas en su época, no crearon escuela. Eso mismo ha ocurrido en otras disciplinas artísticas o, en general, culturales. Existen mujeres que destacan en todas las épocas. Grandes literaturas, músicas, pintoras, fotógrafas, pero no crean escuela. Y no sé por qué.


Yo creo que es porque el desempeño de una profesión se vinculaba siempre a su excepcionalidad. Al haber sido hijas o esposas de otros pintores y como nota exótica se les permitía ejercer lo que para otras estaba prohibido. Al final, resultaba que su inteligencia no beneficiaba a otras mujeres. En fin.


Sofonisba Anguissola era de origen noble y su padre alentó la educación artística y el desarrollo profesional de sus hijas. Tampoco hay que exagerar. Había estudiado danza, música, literatura, dibujo y pintura; no había estudiado matemáticas, química, física o filosofía, ni mucho menos religión. Pero era una mujer muy culta. Llegó a trabajar para la Corte española de Felipe II, como retratista y profesora de pintura de la reina y de sus hijas, y también como dama de Isabel de Valois y Catalina Micaela e Isabel Clara Eugenia. Después regresó a Italia y se dedicó a pintar obras religiosas.


Fue muy reconocida en su época y tener un retrato pintado por ella era signo de distinción y riqueza. Aunque después parte de su obra se adjudicó a otros pintores hombres, como Juan Pantoja de la Cruz. Ha sido un posterior proceso de investigación y recuperación, ya en el siglo XX, el que ha devuelto la autoría a estas obras. Y siempre le acompañó fama de ser virtuosa. No sé qué significaría eso en la época ni tampoco ahora.



Lavinia Fontana había nacido en Bolonia. Su padre fue un pintor reconocido y ella se formó en su taller. Al principio como una broma, pero al final Lavinia llegó a tener su propio taller y fue reconocida como pintora por el gremio correspondiente. Demostró su maestría en los temas propiamente femeninos que eran bodegones, flores, y pequeños retratos en miniatura pero se fue fortaleciendo con el tiempo y también destacó en cuadros de formato mayor, pintura religiosa o retratos de grupo.



Su presencia en las colecciones españolas es mucho menor que la presencia de Sofonisba Anguissola. En 1578, un dominico español Chacón escribió a Lavinia para reclamarle un autorretrato suyo. Este religioso pretendía crear una galería de ilustres, de quinientos personajes, mitad hombres y mitad mujeres, en la que también estaría incluida Sofonisba. Es decir, que fue muy famosa en su época, pero también fue olvidada por los historiadores posteriores y considerada una mera anécdota. También es en el siglo XX cuando empieza a recuperarse su figura esperemos que sea de manera definitiva y que no se vuelva a olvidar. No se conocieron personalmente pero sí que ambas tenían referencias de la otra. En el Museo del Prado hasta el 2 de Febrero.


La princesa Juana de Austria fue también un personaje excepcional. Hermana de Felipe II había ejercido la regencia en varios momentos por ausencia de su hermano. Se casó con el heredero de la Corona de Portugal y tuvo un hijo con él, pero a su muerte volvió a la Corte española. Se dice que fue la única mujer que profesó como jesuita por una dispensa especial del papa. Sofonisba la retrató a pesar de que ella no quería posar. Le parecía que en los cuadros los pintores resaltaban demasiado su gran nariz.


En estos dos autorretratos de Sofonisba se aprecian claramente sus ojos verdes. El primero es de 1554, así que tenía 19 años. Y el segundo de un par de años más tarde y en él está mostrando otra de sus habilidades, la música.



Lavinia Fontana también se autorretrató tocando la espineta en 1577. Aparece vestida mucho más ricamente. Lleva joyas y sus vestidos son de suntuosas telas. Parece que se pintó para anunciar el compromiso de Lavinia con Giovanni Paolo Zappi. Junto a la ventana aparece un caballete. Quizá, Lavinia, quería dejar muy claro que no abandonaría la pintura por el matrimonio, aunque después tuviese once hijos.


Bianca Ponzoni era la madre de Sofonisba Anguissola. Una dama de la alta aristocracia que se creía descendiente de una familia noble romana. Lo que más me llamó la atención de este cuadro es la piel de marta que tiene en el regazo. Es un quitapulgas. Parece que se puso de moda llevar estas pieles como adorno. Después de desollar al animal se adornaba su piel con una cabeza y garras de algún metal noble y se ataba a la cintura con una larga cadena que, en los mejores casos, era de oro. Ni idea de porqué se llamaba quitapulgas. Hoy resulta un poco asquerosillo.



Este Retrato doble de matrimonio de Lavinia Fontana pertenece al Museo de Zaragoza y se ha prestado para esta exposición. Es un óleo sobre cobre de pequeño tamaño que hacía fácil transportarlo. No se sabe quién era la pareja pero debían de ser muy ricos porque hasta el perro lleva un lujoso collar.



Este Retrato de caballero (Senador Orsini) es el que más me ha gustado de Lavinia. Me gusta, especialmente, cómo la luz de la ventana nos conduce hasta la esquina superior izquierda donde está la biblioteca, y los detalles de la mesa: el reloj de arena, el libro y el tintero. Una maravilla. 




Qué interesante que señale con tanta contundencia el camino de la felicidad.

jueves, 23 de enero de 2020

Cine: Mujercitas de Greta Gerwig (2019)


Vaya por delante que yo iba predispuesta a que esta película me encantase porque también me había gustado mucho Ladybird. Es eso que se dice de aire fresco, ideas renovadas de clásicos revisitados. Muy bien por la directora, aunque el casting podía haber mejorado un poco.


Mujercitas es un libro emblemático que todas hemos leído, eso sí, en versión ñoña y resumida para adolescentes; y que, sin pérdida de tiempo, deberemos releer en nuestra edad adulta. Es una justa continuación de la literatura de Jane Austen que pone a la mujer como absoluta protagonista de su vida, dentro de las limitaciones del siglo XIX.


Ha sido adaptada al cine en varias ocasiones y también recuerdo una serie de televisión que resultaba ser bastante más oscura y adulta. Para mí la mejor, ha sido la protagonizada por Katharine Hepburn y dirigida por George Cukor, en 1933, en un precioso blanco y negro; aunque, la versión de 1949, dirigida por Mervyn Leroy y protagonizada por June Allyson también merece visitas recurrentes. La versión más reciente con Winona Ryder no la conozco.


He de decir que, en esta versión, las actualizaciones están plenamente justificadas, aunque la novela que termina por escribir la intrépida Jo March no sea My Beth, sino la propia Mujercitas. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención ha sido la actualización del personaje de Amy, la tercera hermana. La hermana guapa, pija, frívola e interesada, resulta ser una gran mujer, capaz de reconocer los límites de su existencia y actuar en consecuencia. Siempre tratando de no herir a nadie.


Está interpretada por Florence Pugh con una gran madurez a pesar de sus apenas 24 años. La primera vez que vi a esta actriz fue interpretando a Lady Macbeth (la de Leskov, no la de Shakespeare) y dirigida por Katherine Lester. Allí se describía con mucho acierto lo que la monotonía y el aburrimiento y el desprecio que sufre por parte de su marido pueden hacer en una joven mujer. Esta Amy, sin embargo, sale triunfadora profesional y sentimentalmente. Saoirse Ronan como Jo March está inmensa en su papel, su elección no podía haber sido más acertada. Ya me pareció una gran actriz en Expiación cuando apenas era una adolescente y, más tarde, cuando la vi en Chesil Beach. Excepcional.


Otro gran acierto ha sido elegir a Meryl Streep para el papel secundario de Tía March. Pero su presencia llena la pantalla aunque se trate de una actuación de segundos. También la interpretación de Laura Dern como Marmie es excepcional. El personaje que queda más desvaído, sin embargo, es el de Beth interpretada por Eliza Scanlen (sí, la niña inquietante de Heridas abiertas). y la elección de Emma Watson como Meg me parece la menos acertada, junto con la de Timothée Chalamet. Por edad pueden interpretar estos personajes, pero hay que tener en cuenta que a mediados del siglo XIX se envejecía y maduraba mucho antes. Así que su aspecto físico podría ser más acorde con actores y actrices que hoy tengan más de 30 años.


Por lo demás, la fotografía, la música, el vestuario son preciosos. El ritmo, a veces, resulta demasiado rápido pero no hay que olvidar que está tratando de representar la vida de adolescentes, tan modernas y alocadas como reservadas y prudentes. En fin, llenas de vida a pesar de ser golpeadas reiteradamente por la enfermedad, la guerra y la muerte. A destacar también que en el guion ha intervenido Sarah Polley, una de las actrices favoritas de Isabel Coixet y para la que interpretó Mi vida sin mi y La vida secreta de las palabras. Para no perdérsela y sí se puede verla más de una vez. Y sí se tiene más tiempo aprovechar para ver las versiones anteriores. 


Louisa May Alcott, la autora, fue una sufragista y abolicionista destacada. Muy culta, no asistió a ningún colegio porque su padre era un pedagogo reformista y porque en su casa recibía las visitas de Hawthorne, Thoreau o Ralph Waldo Emerson. En fin, intelectuales destacados de la época. Mujercitas es su obra más conocida, aunque toda su vida siguió escribiendo y pudo vivir de su trabajo. No está mal. 


Dirección y Guion: Greta Gerwig
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Yorick Le Saux
Intérpretes: Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, Laura Dern, Meryl Streep, Timothée Chalamet y James Norton.



















lunes, 20 de enero de 2020

Novela: El corzo de Magda Szabó (1959)


La autora.-
Magda Szabó nació en Hungría y es considerada de las mejores novelistas de la literatura centroeuropea actual. Nació en 1917 y tuvo una educación muy cuidada, como correspondía a una familia burguesa. Sufrió la represión del régimen comunista y se manifestó como disidente a partir de 1960. Murió en el año 2007. Otras obras suyas: Resentimiento, La balada de Iza, La puerta, Abigail (no traducida al castellano). 


Mi opinión.-
Esta es la segunda novela que leo de esta autora y no será la última. En La puerta la autora ya conseguía transmitir los diferentes estados de ánimo de una mujer en un proceso de duelo, la mayoría de ellos surgidos por conflictos emocionales entre Magda y Eszter. En esta novela anterior, publicada en 1959, ya había utilizado esa misma estructura, la reflexión de una mujer sobre toda su vida ante una terrible pérdida.

Una tecomaría en la antigua casa de Gizike
En un periodo breve de tiempo, nos embarca a través de los recuerdos en su problemática infancia, en el dolor y en la pobreza extrema, en la guerra y el posterior régimen prosoviético. En no haberse sentido querida y haber sido desplazada, paradójicamente, por el gran amor que se tenían sus padres. Haber sido una niña adulta desde muy jovencilla, tomando las riendas de un hogar pobre, que subsistía a duras penas, a pesar de venir de una familia acomodada del anterior régimen.

Su padre cultivaba epiphyllum
Esta infancia y adolescencia desoladas todavía le hacen vivir en el resentimiento. Y mostrará ese resentimiento especialmente contra Ángela. Una niña vecina y compañera de colegio que disfruta de una mejor situación económica aunque vive experiencias similares durante la guerra y el desamor entre sus padres es claro y manifiesto, hasta el punto de que conviven bajo el mismo techo, la esposa y la amante del padre.

Esparceta
En unas pocas páginas, inquietantes, escritas con una maestría absoluta, otra de sus amigas de la infancia, Gizike, descubrirá el cadáver de su madre, asesinada por su padre. Nos parece, a veces, que los demás tienen una vida mejor pero todas estas niñas tienen motivos suficientes para vivir en la amargura. Sin embargo, sólo Eszter se mantiene en esa amargura hasta su edad adulta, disfrutando y regodeándose de su situación.

El corzo
Pero, ¿por qué Eszter odia tanto a Angéla? No lo sabemos con certeza. Pero la intensidad de su odio le lleva a procurar la muerte del pequeño corzo que Angéla había recibido como regalo. No se le puede infligir mayor dolor a un niño o a una niña que matar a un animalillo, compañero de sus juegos.

Siemprevivas azules
Aunque Szabo sufrió las represalias del régimen prosoviético impuesto después de la II Guerra Mundial, apenas es perceptible la crítica, debido sin duda al ambiente de represión. Sin embargo, ridiculiza a alguno de los funcionarios gubernamentales y la mayor crítica puede que sea desplegar en la novela todos los sentimientos negativos que un ser humano puede tener. Eszter se inventa un pasado de lujos y delicadeza para impresionar a los nuevos funcionarios, aunque su infancia ha sido atroz, así queda como una heroína comunista que renuncia a sus privilegios para abrazar la causa del pueblo. Engaña, de esta manera, a quien quiere ser engañado, como cuando siendo una niña confesaba pecados inexistentes para que el cura la amonestase. Así, la autora se enfrenta al realismo socialista que negaba la importancia de los sentimientos y las emociones en el mundo. Sin embargo, suelta estos sentimientos y emociones como un torrente capaz de anegar la vida humana. 

En Isla Margarita, Budapest, se encuentra con su amante.

De adulta mantiene una relación de amor-odio con su amante que resultará ser el marido de Angéla. Se reproduce así, la misma situación triangular que vivió siendo niña. Pero esta vez lo hace voluntaria y conscientemente. A través de los años su amante le ha ofrecido divorciarse de Angéla y casarse con ella y ella siempre lo ha rechazado. De esta manera, parece mantener una distancia de seguridad con respecto al amor que cree no merecer. Y también, de esa manera, sigue dominando sobre Angéla, quitándole cuando quiere lo que Angéla más quiere.

Delphinum
Al final de nuestras vidas entendemos que resulta determinante la infancia vivida, que es allí donde aprendemos a amar y a odiar, a ser brutales y generosos, a compartir y a robar. Eszter vive dominada por el miedo y lo manifiesta así ante la muerte de su madre: mientras las lágrimas descendían por mis mejillas, silbaba porque sabía que se había acabado, había llegado el final, aún debería limpiar la casa y me quedaría sola, completamente sola, ya no tendría que pasar miedo por nadie. Más que la miseria, la pobreza o el desamor Eszter ha vivido desde la infancia con el miedo a la miseria, la pobreza o el desamor, con el miedo a la pérdida.

Antirrhinum
Este libro es una despedida, una larga reflexión sobre la vida vivida pero es también una promesa de reencuentro. Las referencias a las distintas especies de flores nos llevan del pasado, su padre era un apasionado jardinero, al presente en el cementerio donde acaban de enterrar a su amante y donde, quizá, pronto se reúna con él.


El corzo
Magda Szabó

Trad. Adan Kovacsics

Editorial Minúscula

jueves, 16 de enero de 2020

Ensayo: Tras las lentes de Isabel Coixet. Cine, compromiso y feminismo de Barbara Zecchi (coord) 2017


Isabel Coixet es, desde hace tiempo ya, una cineasta consagrada. Ha ganado cinco premios Goya, así que bien merecía un estudio profundo de su trabajo. Barbara Zecchi, catedrática de Cine y Estudios de Género de la Universidad de Massachusetss y especialista en teoría fílmica feminista se ha encargado de coordinar los textos que conforman este libro, Tras las lentes de Isabel Coixet. Cine, compromiso y feminismo. 

Barbara Zecchi
He de decir que este libro no es fácil de leer para un profano en teoría fílmica y, especialmente, en teoría fílmica feminista; pero, al mismo tiempo, da tanta información y tan sistematizada que es imprescindible tratar de entenderlo para después poder disfrutar mucho más del cine de Coixet. Además el libro cuenta con una abundante bibliografía y yo, especialmente, recomendaría que mientras se está leyendo se vuelvan a ver algunas de sus películas, sobre todo las más antiguas.

Isabel Coixet
El libro está dividido en cuatro partes. En la primera de ellas, aparece una panorámica general del cine de Coixet y, especialmente, se incide en su narrativa y en la incorporación de los diferentes sentidos, las texturas o los silencios al desarrollo de los guiones. La segunda parte hace un análisis más detallado de algunas de sus películas. La tercera está dedicada a los documentales y la cuarta, es la más personal, incluyendo entrevistas con la directora.

A los que aman (1998)

Una de las características del cine de Isabel Coixet que subraya este libro, es que huye de servidumbres nacionales. No sólo porque trate de internacionalizar su cine con el objetivo de poder venderlo mejor sino que sitúa a sus personajes en espacios ambiguos, que podrían situarse vagamente en el norte de Europa o de América, de manera que puedan ser descontextualizados. Así, aislándolos de sus diferentes ambientes, del espacio y también del tiempo, estos personajes pueden representar la universalidad y eternidad de los sentimientos y conflictos que quiere mostrar la directora.

Mi vida sin mi (2003)

Otra característica es el indudable compromiso con el feminismo y la adscripción de su cine al llamado Woman’s Film. Definido como género híbrido, traspasado por otros géneros pero que tiene como público prioritario a las mujeres y un genuino despliegue de subjetividades encarnadas en protagonistas femeninas con narraciones realizadas desde un punto de vista femenino y estrategias de resolución de conflictos puramente femeninas. Aunque no todas películas puedan responder a esta definición, sí que se acercan.

La vida secreta de las palabras (2005)

Yo he aprovechado la lectura del libro para volver a ver cuatro películas. A los que aman es la más lejana en el tiempo y que no recuerdo haber visto en el cine. Tampoco sé si es una adaptación libre de Las afinidades electivas de Goethe pero sí comparte una historia de amores entrecruzados, de amores no correspondidos que incluye el deseo como motor de la existencia abocada al dolor. La enfermedad también domina la narrativa de la película, quizá por la insatisfacción del propio deseo. Así, resulta muy adecuado situar la película en un escenario romántico, en el siglo XIX, cuando la vida transcurría más lentamente y ciertas clases sociales podían permitirse la melancolía como forma de vida. Paisajes sombríos inspirados en la pintura romántica.


En Mi vida sin mí el escenario es más actual pero indefinido, como comentaba antes, porque lo realmente importante es la determinación de la protagonista respecto a ciertas decisiones que tiene que tomar antes de morir. También aquí la enfermedad y la muerte son centrales pero enfrentarse sola a ellas, es la manera que tiene la protagonista de no perder el poder sobre su propia vida. Es una narración que está dominada por la lluvia.


Cuando estrenaron La vida secreta de las palabras recuerdo que me impactó profundamente por las torturas y violaciones que la protagonista había sufrido en un lugar indefinido de la Guerra de los Balcanes. Hoy que la he vuelto a ver me doy cuenta de que las secuelas sufridas por esa violencia son mucho más permanentes en el tiempo. En su nueva vida, la protagonista elige la privación sensorial. Tiene problemas de oído y consecuentemente prefiere desconectar su audífono cuando le conviene; se nutre con comidas repetitivas e insípidas; no levanta la vista para hablar con otros; utiliza para lavarse las manos un jabón sin aroma restregándose neuróticamente. 


Ha establecido una serie de rutinas para escapar de sus recuerdos y obsesiones. Sin embargo, el impulso vital vence a estas inercias y Hanna será capaz de volver a la vida. El primer paso para ello será trasladarse a una plataforma petrolífera habitada únicamente por hombres. Aunque es un escenario que debería recordarle al edificio en el que estuvo aislada y secuestrada con otras mujeres por combatientes de los Balcanes y utilizada allí como esclava sexual, se convierte en un escenario de superación.

Elegy (2008)

Elegy sin embargo es una película totalmente masculina pero donde se analizan las obsesiones masculinas desde un punto de vista femenino y yo creo que, como consecuencia de esto, el personaje central resulta incluso un poco patético. De esta película me ha interesado mucho la utilización de la música, mucho más presente en la primera parte, durante el enamoramiento de los protagonistas y que va desvaneciéndose poco a poco conforme se adivina la ruptura entre ellos. Con la desaparición de la música, la película se va volviendo más árida y creo que es un efecto especialmente buscado por la directora. Una reflexión sobre el deseo y la vejez.


Lo dicho: un libro de difícil lectura, pero imprescindible como libro de consulta.




Tras las lentes de Isabel Coixet
Cine, compromiso y feminismo

Barbara Zecchi (coord.)

Prensas Universitarias de Zaragoza