Eduardo Mendicutti es escritor y periodista de larga carrera. También es conocido por su activismo a favor de los derechos de los homosexuales, siendo considerado uno de los máximos exponentes de la literatura homosexual en castellano. Otras obras suyas: Malandar, Mae West y yo, El beso del cosaco. Dos de sus novelas, El palomo cojo y Los novios búlgaros, también han sido adaptadas al cine.
Es la primera obra que leo de Mendicutti y al informarme sobre él, me ha sorprendido que se hable de una literatura homosexual. No lo había oído hasta ahora. Nada que objetar excepto que la literatura homosexual quizá esté más dedica al activismo gay masculino que lésbico. En cualquier caso, Mendicutti ha dicho que esta es su primera novela en la que la protagonista además de ser mujer no es homosexual.
A mí me parece que la novela es destacable por varias cosas. Principalmente, por el estilo con el que está escrita. Es la plasmación oral de la memoria de una anciana. Una anciana irritable, desprotegida, orgullosa de su vida e, incluso, un poco tiránica con su cuidadora pero siempre lúcida. Como es lógico en esta oralidad cabe la repetición, el equívoco, el olvido y la reescritura de los recuerdos. Cabe también la duda y la invención. Y todo ello está muy bien hilado por Mendicutti.
Medio en broma diré que Mendicutti juega con ventaja porque ha elegido una hermosa historia como inicio de esta novela. Una historia que parece ser que fue real y ha sido mencionada por Marcos Ana en varias ocasiones y también escrita en su autobiografía, Decidme cómo es un árbol. La primera vez que yo la escuché fue en los años 1980, en un programa de Radio 3 que lamentablemente no recuerdo cómo se llamaba. Recuerdo, además, que incluso la grabé en una cassette y que todavía estará por casa de mis padres.
El caso es que Marcos Ana, pseudónimo de Fernando Macarro Castillo, poeta y militante comunista. Fue considerado responsable de varios asesinatos y encarcelado en 1939 al terminar la Guerra Civil cuando tenía 19 años. Nunca había mantenido relaciones sexuales. Fue liberado en 1961, con 41 años y seguía igual. El caso es que una vez fuera de la cárcel un amigo le dio dinero para que fuese con una prostituta y ella, Isabel, no quiso cobrarle ese primer servicio. Le devolvió el dinero con una nota donde había escrito Para que vuelvas hoy. Marcos Ana no volvió pero le regaló un enorme ramo de flores, de las más caras.
En realidad, la novela parte de este hecho pero no se para en él. Sigue para retratar fielmente una vida de mujer de la posguerra civil. Una mujer pobre surgida de un sistema económico más parecido al feudalismo; una mujer todavía más empobrecida con la guerra que elige la prostitución como mejor opción. La devastación de la guerra no terminó hasta bien entrado el siglo XX y, para las familias de los desaparecidos, muertos y enterrados en cunetas no terminará hasta que el último de ellos pueda recibir una sepultura digna. Por todo ello, esta novela es un ejercicio de memoria histórica, aunque el derecho a expresar esta memoria en voz alta o en letra impresa ya no sea suficiente para hacer justicia.