El punto de partida
de las películas es la superación de la muerte de un hijo. Conor y Eleanor
sufren la pérdida de su bebé y ambos afrontan este hecho de manera diferente.
Eran una pareja de jóvenes enamorados, llenos de ilusión y proyectos. Todo su
entorno les veía como una sólida pareja y ahora, a partir de la muerte del niño, cada uno tiene que recomponerse a sí mismo antes de intentar recomponer su vida
en común.
En La desaparición de
Eleanor Rigby. Él, Conor (James McAvoy) se enfrenta a esta situación sin
alejarse de su entorno más próximo. Continúa con su trabajo, es el propietario
de un pequeño restaurante y está endeudado hasta las cejas; sigue viendo a sus
mismos amigos, incluso su amigo íntimo es su socio en el restaurante. Por el contrario, su mujer
Eleanor está encerrada en sí misma, ausente de la vida, y la comunicación con
ella es imposible. Para Conor su dedicación al trabajo es una manera de
recuperarse del dolor. Parece una actitud más pragmática que su mujer no entiende.
Conor y Eleanor también se reconocen en los fracasos de sus
padres; entienden que no hay seguridades en la vida y que todo se puede
desmoronar en un segundo al mismo tiempo que en el segundo siguiente todo
vuelve a encajar, si no perfectamente sí al menos con la posibilidad de que la
rueda vuelva a girar. Aprender que, a veces, alejarse no es tan mala opción.
La acción se desarrolla en Nueva York y en esta película, la
ciudad también recupera su escala humana. La gente va a trabajar a pie o en bicicleta,
no es extraño que andando por la calle te encuentres a un amigo, el ruido del
tráfico no es atronador y nunca estás solo. Los colores acompañan también el
duelo de los protagonistas. En la primera película, El, el azul y los grises; en la segunda, tonos más cálidos para ella.
Dirección y Guión: Ned Benson
Música: Son Lux
Fotografía: Christopher Blauvelt
Intérpretes: Jessica Chastain, James McAvoy, William Hurt, Isabelle Hupert, Viola Davis
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