jueves, 15 de junio de 2017

Visita teatralizada: Palacio de la Aljafería (Zaragoza)

Para mí la Aljafería es uno de los dos edificios, junto con La Seo, que muestran el paso del tiempo y la superposición de civilizaciones que se ha producido en Zaragoza, desde hace más de dos mil años. Edificios hechos, deshechos y rehechos durante generaciones y que por ello, mantienen para mí un encanto especial porque son memoria de lo que fuimos, antes de que se impusiese claramente la cultura cristiana.


Zaragoza fue conquistada por los musulmanes el año 714 y hasta 1118 no fue reconquistada por un ejército cristiano. Durante ese tiempo, no faltaron las rebeliones contra el califato hasta proclamarse en 1018 como uno de los reinos de taifas. Sin duda, los saraqustíes y, ahora, los zaragozanos llevamos en el ADN el gen de la rebelión que periódicamente se manifiesta. ‘Abd al-Rahman III sitió la ciudad en dos ocasiones, en 935 y 937 y el ejército de Napoleón también tuvo que hacerlo sufriendo las consecuencias de nuestro carácter levantisco.


Durante el mes de junio, los sábados se han programado en la Aljafería visitas teatralizadas en las que, acompañados de una guía, tenemos la oportunidad también de encontrarnos con personajes relevantes para la historia de la ciudad y de su Palacio de la Alegría. Cuatro son las épocas y los personajes que nos reciben.


En el palacio taifal encontramos al rey Abu Ya’far; en el palacio mudéjar, aparece Pedro IV el Ceremonioso; en el salón del trono de los Reyes Católicos, un inquisidor lanza su sermón desde las alturas y en el patio de armas, Casta Álvarez a pesar de su alegría por el final de la Guerra de Independencia, intentará avisarnos de los peligros de la paz. De todos intenté sacar fotografías, pero quizá porque son personajes de otra época no salieron muy bien. Por eso y porque se me terminó la batería de la cámara.

Abu Ya'far
En el período más brillante de la taifa saraqustí, de 1046 a 1082, el rey Abu Ya’far al-Muqtadir, más interesado por la filosofía y la poesía que por la guerra, ordenó la construcción de un palacio de recreo a las afueras de la ciudad, inspirado en los palacios de la lejana Siria. De esta época, son los salones del lado norte, el oratorio y el patio de Santa Isabel con sus naranjos y su alberca. Se han perdido yeserías, alabastro y todo lo que embellecía las salas. Quedan vestigios y también una pintura mural y en el oratorio inscripciones en letra cúfica. No sé por qué estas rosetas me llamaron mucho la atención.

Roseta
Abu Ya’far nos contó que en su corte era posible que un judío, un musulmán y un cristiano compartieran un vaso de vino y discutieran de filosofía, matemática o política, o aún mejor que pudieran simplemente hablar de poesía. Es posible que así fuera porque, independientemente, de su identidad religiosa los tres eran zaragozanos.


Pedro IV el ceremonioso no tenía tanta sensibilidad o ese día estaba profundamente enfadado. Insultaba a todos aquéllos que trataban de molestarle: castellanos, moros e incluso, los decoradores de su palacio eran perros nacidos de un sapo y una serpiente. Se pasó casi toda su vida peleando contra todos y tuvo un reinado muy largo de 1336-1387. También mandó edificar la iglesia de San Martín, en la misma entrada del Palacio.

El tímpano de la iglesia de San Martín
La reforma del palacio musulmán y las nuevas dependencias que Pedro IV mandó hacer, se realizaron en estilo mudéjar. Destacan los amplios salones rectangulares donde el rey ejercía su poder y recibía a embajadores y emisarios y sus alfarjes pintados.

Alfarje
Pedro IV también es conocido como el del puñal. Nos contó que el reino acabó en la ruina debido a las innumerables guerras que vivió y tuvo que empeñar la corona. Los nobles aragoneses le facilitaron entonces dinero para seguir peleando, pero a cambio le obligaron a restablecer la Unión Aragonesa una serie de privilegios y fueros que el rey debía respetar. A este Pedro IV, eso de la Unión Aragonesa le parecía un nombre de equipo de fútbol de tercera, pero no tuvo más remedio que acceder para poder conseguir el dinero. Eso sí en cuanto pudo rompió en pedazos el documento, con su puñal, y quemó todos los trocitos. Cuando vio que los nobles lloraban dijo será por el humo.

La galería desde donde habló el inquisidor
El tercer anfitrión nos estaba esperando en el Salón de los Reyes Católicos que junto con otras dependencias y la espléndida escalera noble se construyeron a finales del siglo XV. Un salón espectacular decorado con un artesonado todavía mucho más espectacular, incluida una inscripción en letra gótica, y con una galería donde nos estaba esperando el personaje más antipático de todos los ocupantes históricos de este palacio. El inquisidor.

La escalera noble
La Aljafería fue palacio de la inquisición desde 1486. El patio de San Martín y la iglesia fue su sede y en la Torre del Trovador se habilitaron las mazmorras. El inquisidor estuvo presumiendo de la política homogeneizadora y excluyente de los reyes católicos. Una política que nos privó de la riqueza que hasta entonces se había vivido en las Españas.

La torre del Trovador
En el patio de armas nos esperaba Casta Álvarez, una de las heroínas de los Sitios de 1808-1809. Se ocupa de aprovisionar a los soldados y también de pelear en acciones militares, especialmente contra la caballería polaca de Napoleón, en la Puerta del Carmen. A pesar del miedo, el hambre, la enfermedad y la muerte, Casta siempre cantaba jotas.

Casta Álvarez
Fue muy interesante la visita teatralizada interpretada por Los navegantes y también muy divertida, si se piensa ir con niños. Quedaron muchas otras historias en la Aljafería para otro día. ¿Quién era el Trovador? ¿Cómo una infanta aragonesa llegó a ser reina de Portugal y además santa? ¿Qué historia contaba el Quijote sobre el cautiverio de doña Melisendra?

Naranjos en el Patio de Santa Isabel
Quedan todavía dos fines de semana para poder disfrutarla y un corazón para quien lo sepa ver. El 17 y el 24 de junio a diferentes horas por la mañana zaragozala.



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