jueves, 13 de diciembre de 2018

Exposición de pintura: Tamara de Lempicka. Reina del Art Déco. Palacio de Gaviria (2018)


Tamara de Lempicka (según la Wikipedia se pronuncia Uenpistca) nació en Polonia en 1898, en una acaudalada familia judía de origen ruso. Recibió una sólida educación y siempre se mostró como una apasionada del arte. Vivió en Europa en unos años convulsos, de revolución en revolución. De su primer matrimonio con un abogado judío del que se quedaría el apellido tendría a su única hija Kizette, retratada muchas veces por ella. Posteriormente contrajo un segundo matrimonio, con un barón húngaro, aunque nunca ocultase su atracción por algunas mujeres.


En el Palacio de Gaviria, Arenal, 9. Madrid
Hasta el 24 de febrero de 2019

Lempicka es la pintora del glamour, lo que ahora sería una influencer. Por eso, esta exposición, aparte de un considerable número de cuadros, incluye también zapatos de Ferragamo, guantes y vestidos de Elsa Schiaparelli, mobiliario y otras piezas que vestían su excepcionalmente elegante mundo art déco. Aunque también hay espacio en la exposición, un mínimo espacio, para la vida de los refugiados en una guerra o para la desesperanza vivida por una depresión.

Los refugiados 1931

La fuga 1940
El Art Déco se ha considerado como un movimiento menor que influyó en todas las artes decorativas y que elevó de categoría al diseño industrial. Se inspiraba en el constructivismo y también en el cubismo, el colorido del fauvismo y la Escuela Bauhaus. Se constituyó como un estilo muy sofisticado de líneas, curvas y rectas, muy marcadas y con una gama de colores primarios muy saturada. Aunque surgió en Europa, en los años 1920, fue en Estados Unidos donde se desarrolló y tuvo un gran éxito entre las incipientes estrellas de Hollywood.


Sandalia Rainbow, diseñada para Judy Garland por Ferragamo (1938)

Zapatos cuerno de rinoceronte de Ferragamo, 1938. 
Tamara de Lempicka supo darle al Art Déco su sello personal, en el que no excluía su pasión por el Renacimiento italiano y también de Ingres. Optó por dar relevancia a formas redondeadas, rotundas y muy marcadas que ocupan todo el espacio pictórico, situando a los personajes casi asfixiados por los límites del marco. Retrata mujeres de mirada lánguida con labios jugosos, minimizando el contexto en el que desarrollan su vida, adquiriendo así un protagonismo absoluto.

La bufanda azul, 1930

Empezó a pintar de forma profesional cuando se vio abocada al exilio. Vivió en Rusia durante la Revolución Rusa y fue expulsada mudándose a París y empezando a trabajar en revistas de moda como ilustradora. Pero en 1939, con el estallido de la II Guerra Mundial decidió establecerse en Estados Unidos, con su segundo marido. Ya después de la guerra y, especialmente, durante la posguerra, los gustos de la gente empezaron a cambiar y no quedaba espacio para el glamour, hasta que en los años 1970 comenzó a recuperarse su obra.

El éxtasis de Santa Teresa, más que inspirado en la escultura de Bernini

También retrató hombres pero de una manera mucho más gris. Se incluye en esta exposición el retrato inacabado del rey Alfonso XIII a quien Lempicka conoció durante su exilio en Roma. El retrato comenzado en 1934, quedó inacabado parece ser que por el mal carácter de la autora, excesivamente autoritaria y perfeccionista para un rey en el exilio y que presumió de vivir en el exceso hasta su muerte en Cuernavaca (México), en un país tan surrealista como ella misma. Amiga de aristócratas decadentes y exiliados, de escritores fascistas y de nuevos ricos estadounidenses, de prostitutas y lesbianas. Cuya obra vive hoy en las casas de celebrities como Madonna o Jack Nickolson con los que, sin ninguna duda, hubiese cultivado una gran amistad.

Alfonso XIII, 1934 (inacabado)

Así de glamurosa era Tamara de Lempicka y así de sencilla se vestía para trabajar, según estas fotografías de Acme Newspictures, tomadas el 14 de mayo de 1940 en Beverly Hills.



Susana en el baño, 1940
A pesar de su glamurosa vida, Lempicka también sufrió varias crisis nerviosas y espirituales. Durante una de ellas ingresó en un convento y conoció a la madre superiora que la impresionó vivamente. De ahí surgió este retrato de una mujer sintiendo todo el dolor del mundo. 



Paseando por la calle, Tamara de Lempicka se encontró con Rafaela, una voluptuosa prostituta a la que, inmediatamente, rogó que fuese su modelo. Fueron durante años, también, amantes ocasionales y de ella pintó varios retratos. Estos dos son de inspiración claramente ingresiana. 

La bella Rafaela

La bella Rafaela en verde


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