miércoles, 20 de julio de 2022

Ensayo: Islamofobia de Santiago Alba Rico (2015)

El autor.-

Santiago Alba Rico se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense y en su labor como ensayista ha publicado libros sobre filosofía, antropología y política. Uno de sus primeros trabajos fue como guionista de Los electroduendes, los famosos muñecos de La bola de cristal a los que, según él mismo ha confesado, trató de convertir en “fábulas de marxismo satírico para niños”. Otras obras suyas: España, Nadie está seguro con un libro en las manos, Ser o no ser (un cuerpo). 

Mi opinión.-

Alba se propone estudiar en este libro los mecanismos que dan lugar a un ambiente islamófobo y que, como cualquier otra fobia, podrían extenderse a cualquier otro grupo social. Para ello comienza definiendo lo que es la islamofobia y cómo se va construyendo. Es el lenguaje y su vinculación con el poder lo que va conformando una causa y alineándose para conseguir sus objetivos: señalar al otro, extrapolar las características negativas de su grupo social, conseguir que creamos que son inherentes, esenciales e inmutables y, así, convertirlo en una amenaza.

Los clichés cumplen dos funciones principales. Por una parte, objetualizan y degradan al otro haciéndole abarcable y por otra, justifican el trato discriminatorio frente a quien catalogamos como el “otro amenazante” que el vencedor de esta batalla de su responsabilidad por el acoso y le liberan de culpa. Es cierto que todo grupo social tiene características negativas recurrentes, en este caso podríamos mencionar el islamismo radical, pero también es cierto que no está condenado a perpetuarlas y que debemos partir de la base de que el cambio y la evolución siempre son posibles.

Para fortalecer las relaciones de dominio es imprescindible construir un objeto manipulable, incapaz de incardinarse en un espacio-tiempo determinado y por tanto al que pueda adjudicarse la etiqueta de inmutable y además eterno. Un esencialismo inmutable que, además, es negativo. Las relaciones de dominio y poder se van infiltrando en las categorías del conocimiento y fortalecen la construcción de un “otro manipulable”, una “unidad ficticia negativa e inasimilable” que, frecuentemente, es asumida por el propio sujeto discriminado.

De esta manera, se produce un fenómeno de cismogénesis complementaria que Alba en la página 58, ha tomado del antropólogo Gregory Bateson. El islamismo radical y la islamofobia se retroalimentarían, resultarían ser mutuamente beneficiosos para su supervivencia. La islamofobia tomaría del islamismo radical en su versión más extrema, el yihadismo, por ejemplo, su capacidad de violencia terrorista indiscriminada y, ayudado por relaciones de dominio, conseguiría entronizar esta capacidad como rasgo definitorio de toda la comunidad musulmana. Al mismo tiempo, el yihadismo asumiría ese rasgo definitorio y lo convertiría en parte esencial de su ser. Por ejemplo, Alain Bartho, mencionado también por Alba Rico, afirma que el Estado Islámico no sería una radicalización del Islam, sino una islamización de una radicalidad previa que, desde mi punto de vista, comparte definición, objetivos y estrategia con cualquiera de los fascismos que ya hemos vivido en Occidente. Ese sería el punto en común y el mecanismo relacional que hace que uno y otra sean esenciales para la existencia del otro. El yihadismo y la islamofobia son dos caras de la misma moneda fascista, aparentemente enfrentados pero, en realidad, en una retroalimentación perfecta. Pero, ¿cuál de los dos es más peligroso?

Desde este punto de vista, el autor no termina de equiparar ambos fenómenos y considera que es más peligrosa la islamofobia que el islamismo radical. La islamofobia va permeando poco a poco en todos los niveles de nuestras sociedades. Por eso es tan peligrosa. Tiene una cara amable y se disfraza de opción demócrata pero en realidad esconde toda una maraña de prejuicios contra el otro amenazante. En realidad, actuaría como un caballo de Troya en nuestras sociedades, desmontando desde dentro los derechos y libertades públicos de los que disfrutamos en Occidente. Y, además, suele estar muy próxima al fascismo. El yihadismo en su dimensión más agresiva nos pone ante el riesgo real de pérdida de vidas humanas; pero la islamofobia nos retrotrae a épocas de persecución y retroceso en derechos individuales.

En definitiva, los tópicos van sembrando el camino resbaloso hacia la discriminación. Y los tópicos negativos tienen vocación de permanencia. El autor ha hablado en alguna entrevista de “la interiorización mansa de la inferioridad de otros pueblos” como algo que puede resultar muy peligroso. Y tenemos ejemplos recientes en nuestra historia europea. El holocausto se deslizó fácilmente por los raíles del antisemitismo. Sólo fue un paso más hacia la injusticia. Una muestra clara de la “interiorización mansa de la inferioridad del otro” por parte de todas las capas de una sociedad.

Debemos, pues, sacudirnos la pereza mental y no aceptar sin cuestionar los esquemas de interpretación, los atajos cognitivos que clasifican, categorizan y encasillan a millones de personas de manera tan automática, tan permanente y, sobre todo, tan negativa. Sin embargo, tratar de contrarrestar esta tendencia islamófoba no nos debe llevar a cometer otros dos errores. Alba Rico los llama culturalismo y miserabilismo. El culturalismo no es otra cosa que el relativismo instalado en Occidente desde mediados del siglo XX y que nos lleva a considerar que todo hecho cultural es respetable por sí mismo, por el mero hecho de pertenecer a una cultura. Como si la cultura o las culturas fueran algo sagrado e inmutable que no puede ser cuestionado, corregido, criticado y superado. La otra trampa en la que podemos caer cuando tratamos de evitar la islamofobia es el llamado miserabilismo. Esta trampa es más frecuente entre la izquierda de nuestros países demócratas. Y es la culpabilidad por el pasado occidental. Evidentemente, un pasado depredador y colonizador pero cuya culpa en algún momento deberemos de cancelar.

Como conclusión yo diría que, en España, (al menos todavía) no hay un discurso islamofóbico estructurado pero que debemos estar vigilantes con la utilización de las identidades, y especialmente de las partes más oscuras de las identidades, para catalogar a los diferentes grupos sociales. Y sería básico recordar que las culpabilidades deben ser asignadas individualmente. En definitiva, que cada cual sea responsable de sus actos, en un ambiente consolidado de libertades individual y colectiva. Pero eso sería un mundo ideal. Mientras este mundo ideal llegue debemos tener en cuenta hechos concretos y, además, que los mismos hechos concretos en distintos contextos sociales pueden tener soluciones diferentes. Por ejemplo, el velo islámico para las mujeres. Yo como mujer feminista prefiero ver mujeres musulmanas sin velo, sin hijab, sin niqab, sin burka; pero también prefiero ver mujeres musulmanas en la universidad, en el trabajo o por la calle y si, para que estén en estos sitios, de momento, tienen que llevar un hijab, podré tolerarlo. Obligarles a quitárselo sería más propio de otro fundamentalismo, un fundamentalismo laico.


Islamofobia
Nosotros, los otros y el miedo
Santiago Alba Rico 
Icaria. Más Madera

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