En esta obra, como en Cierva acosada de Alfonsa de la Torre, el autor parte de un hecho real; lo embellece, lo simboliza y lo eleva a la condición de poesía eterna, lo cual tendría su peligro si el autor no fuese Federico García Lorca. Esta tragedia en verso, como suele ser renombrada, fue escrita en 1931 y estrenada en teatro en 1933. Ya muy pronto, en 1938, se hizo una versión cinematográfica protagonizada por Margarita Xirgu que me encantaría localizar y poder visionar en pantalla grande. Junto con Yerma y La casa de Bernarda Alba constituye la Trilogía rural de Lorca.
En el teatro de Lorca llama mucho la atención la utilización de las flores y de los objetos cotidianos como símbolos de la tragedia que se cierne sobre los protagonistas. En el transcurso de esta obra, además, se percibe cómo el último acto es mucho más simbólico y poético que los primeros dominados por una opción más realista.
Así destaca la luna como mala influencia, luna sola, luna mala, triste luna, la que “llena de jazmines la sangre”; la que habla con la mendiga que es la muerte. Y por contraposición, la luz que es fecunda y que hace producir a la tierra y que provee de trigo a los humanos. La flor de azahar, al mismo tiempo símbolo de pureza y fertilidad, es lo que lleva la novia en su corona y el novio en el ojal del traje. Además, es el novio quien debe ofrecerlo a la novia y es la novia quien debe colocarlo en el ojal. Y el caballo, el galope del caballo como símbolo de pasión sexual.
En fin, una verdadera tragedia griega y que ha sido adaptada muchísimas veces. En el teatro y el cine, incluso, creo que hay una ópera. Aparte de las versiones teatrales que he visto, yo me quedo con la película de Paula Ortiz, La novia, estrenada hace unos años. En esta película algo que me llamó mucho la atención fue la diadema de la novia porque parece una corona de espinas, aunque lleve el azahar, la flor de azahar.
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