miércoles, 15 de mayo de 2019

Algunas cosillas sobre Burgos (2018)


Burgos, otra ciudad a la que tengo que volver. Fue la última etapa de la visita a la exposición de Las edades del hombre y me quedaron muchas cosas por ver. Hace años, cuando hice el Camino de Santiago, estuve también. De hecho inicié las etapas finales allí, desde Burgos hasta Santiago de Compostela, pero sin tiempo para hacer turismo cultural. Por eso tengo que volver.

Fachada del albergue para peregrinos del Camino de Santiago

Esta vez algo pude ver. El Museo de Burgos, el Arco de Santa María y por supuesto la Catedral y algunas esculturas que me fui encontrando por la calle. Cada vez me gustan más los museos provinciales. Se pueden disfrutar tranquilamente porque apenas hay gente, están distribuidos en un número razonable de salas y plantas, tienen algunas piezas muy destacables y no abruman con una ingente cantidad de obras. Lo único malo esta vez es que teníamos una visita guiada concertada y el guía no pudo acudir; además no hay editado un libro-catálogo de obras. Una lástima. Aun así merece la pena visitarlo.


Una de las piezas estrella en este museo es el Sepulcro de don Juan de Padilla, obra gótico-isabelina de Gil de Siloé. Gil de Siloé había nacido, probablemente, en Amberes pero decidió instalarse en la corte castellana, en Burgos, debido a la intensa labor de mecenazgo de los Reyes Católicos y sus nobles. Este sepulcro, realizado en 1493, proviene del antiguo monasterio de Fresdeval y fue un encargo personal de Isabel la Católica para enterrar al que había sido su paje y que había muerto en la guerra de Granada en 1491 con apenas 20 años de edad.


Detalle de la cota de malla y del manto

Destaca de este monumento funerario de alabastro la pose elegante y serena del protagonista, de rodillas orando frente a un devocionario abierto y el detalle y la riqueza con los que está tallado el manto y también la cota de malla interior. El sepulcro se completaba con las imágenes de siete santos que, actualmente, están repartidas entre varios museos estadounidenses y colecciones privadas.


El relieve de la Piedad destaca por su delicada labra, situando a los cuatro personajes en un espacio muy reducido y enmarcada por la cruz en forma de tau y con Jerusalén y, posiblemente, el huerto de los olivos al fondo. Muy interesante y lástima que esté incompleto. Otra pieza de Gil de Siloé actualmente en el museo es una talla de Santa María la Mayor y que, en origen estuvo en el Arco de Santa María.



También hay dos arquetas preciosas, de esmaltes y marfil. Una de ellas está datada en el año 1026 de la época califal y proviene de un Taller de Cuenca, de Muhammad ibn Zayan. Se cree que la arqueta sufrió un considerable deterioro perdiéndose muy pronto parte de su elaborada decoración de marfil que terminó sustituyéndose por esmaltes posteriores en el propio taller de Silos. La tapa tiene forma de artesa y está decorada con motivos vegetales y la caja con escenas de caza trabajadas con mucho detalle. La otra es de esmaltes de Limoges y proviene también del Monasterio de Santo Domingo de Silos.



En el Arco de Santa María estuvo también esta puerta mudéjar de finales del siglo XV y principios del XVI.


El Arco de Santa María en realidad es una de las antiguas puertas de acceso a la ciudad. Fue la más importante. Aunque es de construcción anterior, ya se menciona en el Poema de Mío Cid, fue totalmente remodelado en el siglo XVI en piedra caliza blanca y tomó su forma actual de arco triunfal, con aspecto de castillo medieval, ordenado como un retablo. En 1553, con la colocación en las hornacinas de las esculturas realizadas por Ochoa de Arteaga de personajes principales de la ciudad también el Ángel Custodio de la ciudad y sobre todos ellos una imagen de la Virgen María, como patrona de Burgos, se dio por terminado. Por supuesto, todos los personajes principales eran hombres y entre ellos cabe mencionar al emperador Carlos V, el Cid y Fernán González. Destacan también en su fachada las aspilleras y las escaraguaitas, puramente ornamentales.




Hasta el siglo XVIII, en la Sala de la Poridad se reunía el concejo de la ciudad bajo un destacable artesonado mudéjar. A veces en Aragón, se nos olvida que no todo el mudéjar es aragonés. Hoy el Arco de Santa María se utiliza como sala de exposiciones. Según el diccionario de la RAE poridad es un término en desuso que significaba puridad y puridad, aparte de significar cualidad de puro era también algo reservado o que se llevaba en sigilo. Ideal para una reunión de ayuntamiento.



El artesonado de la Sala de la Poridad
Algunas esculturas callejeras me llamaron la atención. La castañera de bronce, situada muy cerca del Arco de Santa María, y que parece retrotraernos a otro tiempo; un peregrino descansando frente a la catedral. Una escultura que me enfadó muchísimo fue Camino a la evolución humana. En realidad es un conjunto escultórico situado en el Paseo de Atapuerca. Dos figuras muy realistas situadas bajo unos arcos, un homínido adulto y un niño humano de la mano, claramente dos especímenes varones como si las mujeres hubiésemos estado excluidas de la evolución humana o ¡peor aún! de la propia condición de la humanidad. Fue realizada por el escultor Casto Solano en el año ¡¡¡¡2010!!!! y fue objeto de críticas por parte de colectivos feministas (¡no me digas!). Pero ahí sigue.



Las mujeres excluidas de la evolución humana
Para quitarme el disgusto nada mejor que volver a ver la estatua ecuestre de El Cid de Juan Cristóbal González Quesada, el Cid de la barba florida. El artista ha elegido el momento en que el caballero se dispone a cruzar el Arlanzón porque va camino del destierro después de haber enojado al rey (no recuerdo porqué), blandiendo la Tizona y en su corcel Babieca, con la capa al viento. Es un momento dramático, sin embargo, no es el realismo de la escultura lo que llama la atención sino la barba. Desde luego que puede decirse que es florida aunque quizá sería más acertado confundirla con la de un antepasado de Davy Jones, el pirata capitán de El holandés errante de la saga Piratas del Caribe. Y es que las guedejas al viento del Cid no tienen nada que envidiar a los tentáculos del capitán Davy Jones.



A mí me hace reír aunque el exilio no sea cosa de risa. Mucho mejor expresó Manuel Machado el estado de ánimo del Cid en su poema Castilla,

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga,
por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
–polvo, sudor y hierro–, el Cid cabalga.


Dejo para el final hablar de la Catedral de Burgos. Aunque como no puede decirse nada que no se haya dicho ya pongo únicamente unas fotos que tomé ese día. Un espléndido sol castellano hacía resaltar el azul del cielo y el encaje de piedra. Lo dicho, hay que volver. 










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