miércoles, 29 de mayo de 2019

Crónica: Violadas o muertas de Isabel Valdés (2018)


Parece que para la judicatura y, también, para gran parte de nuestra sociedad actual, el perfil ideal de violada sería el de María Goretti, una niña italiana de 11 años que prefirió morir antes que ser violada (deseo que su asesino le concedió rápidamente). Antes muerta que violada. Digo esto porque ni siquiera el asesinato después de haber sido violada redime a la víctima de preguntas insidiosas respecto a su vida privada. Como ejemplo servirá la única pregunta que dirigió el jurado popular (6 mujeres y 3 hombres) a la madre en el juicio de Nagore Lafagge, joven enfermera violada y asesinada por un compañero de trabajo en los sanfermines de 2008. ¿Era su hija muy ligona?


Parece que si una mujer es muy ligona o va por la calle a las 2.00 de la mañana o va borracha en un ambiente de fiestas se merece ser violada. Ese es el punto en el que todavía nos encontramos. En realidad, no nos engañemos, para gran cantidad de hombres cualquier mujer, vista como una puta o como una ursulina, vaya por la calle por la mañana, a mediodía o por la noche, sea simpática y sonría o sea antipática y castradora es siempre una pieza de caza. Su cuerpo sigue siendo territorio festivo de uso y abuso para los hombres, quiera una mujer o no.


Pero ante este abuso individual, social e institucional, que no se produce únicamente en España, se levanta una arcada generalizada y sincrónica de mujeres de todos los continentes…(pg. 119). En este punto, estamos las mujeres, yo diría que la mayoría de nosotras. Vivimos instaladas en una arcada permanente y absolutamente necesaria.


Isabel Valdés en este pequeño libro-crónica ha querido reflexionar sobre la actuación de los medios, de la judicatura, de los abogados defensores en el caso de “la manada”, de la sociedad en general y queda como conclusión que todos debemos implicarnos en un gran cambio.


Ha quedado patente que la justicia no se ha comportado como la sociedad esperaba. Es cierto que la justicia no puede ni debe complacer a la sociedad, pero también es cierto que no debemos consentir la extrema desconexión que hay entre una y otra. No sólo se deben diseñar procedimientos más rápidas, más fácilmente comprensibles y accesibles sino que también deben implementarse canales de comunicación entre justicia y sociedad. Porque si no es así, mal podrá decirse que la justicia emana del pueblo (art. 117 de la Constitución Española de 1978).


La sentencia de la manada ha priorizado los derechos de los agresores y ante la mínima duda ha sido favorable a sus demandas antes que a la demanda de la víctima. Una víctima que durante la agresión pretendió defender su derecho a la vida por encima de todo y que después de la sentencia sigue haciéndolo así. Para muchos es culpable de querer estudiar, culpable de querer ligar, culpable de querer divertirse, culpable de querer beber, culpable de querer amar. En definitiva culpable de querer vivir. No es en absoluto el perfil de violada ideal representado por María Goretti y ¿qué?


Todavía no ha terminado el proceso pero pocas esperanzas podemos tener las mujeres en la justicia pensada por y para los hombres. Una justicia abstracta y fuera de la realidad que cuestiona y que hasta es capaz de poner en duda el testimonio de las víctimas. Sin embargo, de momento no tenemos otra. Tendremos que tomar en consideración nuestra fortaleza como mujeres para el cambio de la justicia. Ya en los años 1980, Manuel Carmena pedía que los jueces y magistrados tuviesen formación en psicología. No debieron hacerle caso, pero quizá sea el momento de insistir.


Existe un cambio importante que coadyuvaría a promover el cambio en la justicia. Es el lenguaje. Es importante porque el lenguaje crea la realidad, da forma a la realidad. Incorporar unos términos y desechar otros por caducos. Considerar que la sideración, la estupefacción o el estupor son capaces de inhabilitar a una mujer para defenderse y descartar que tenga que oponer una resistencia numantina que la conduzca a la muerte para poder decir que ha sufrido una violación o una agresión sexual.

Marie Trintignant
La sororidad entre nosotras y el hecho de que, en este momento, estamos en condiciones de configurar una masa crítica es algo que no debemos menospreciar a la hora de proponer reformas que humanicen a la justicia y la anclen en la realidad social. Ahora sale muy barato matar a una mujer. Nuestro sistema judicial garantiza los derechos de los delincuentes a tener un juicio justo y también la posibilidad de reinsertarse en la sociedad. Pero esa misma sociedad, o al menos las mujeres que pertenecen a ella nos escandalizamos cuando el agresor pretende reincorporarse a la sociedad como si nada hubiese pasado. Apenas unos años en una cárcel confortable con la reducción de condena por buen comportamiento y el agresor ya se cree con derecho a retomar su vida anterior.

Nagore Lafagge

Así ha sucedido con el victimario de Nagore Lafagge, que ha comenzado a ejercer como psiquiatra en un centro privado o con el de Marie Trintignant, joven actriz francesa, madre de 4 hijos, asesinada por su novio que, una vez cumplida su condena, pretende seguir su carrera de cantante. Alguien, mientras le escuche cantar, podrá dejar de pensar que mató a una mujer a golpes. A las dos les destrozaron la cabeza a puñetazos, como si su mayor delito hubiera sido querer pensar por sí mismas. Mucho trabajo queda por hacer, en España, en la Unión Europea y en el resto del mundo. Yo sí te creo, hermana. 




Violadas o muertas
Isabel Valdés

Ed. Península breve

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