Es la Irlanda rural, es la Irlanda católica, es la Irlanda pobre, es la Irlanda de siempre. A mí, sinceramente me cansa esta ambientación. En un momento determinado, una familia pobre, con muchos hijos decide “prestar” a una de sus hijas a una familia menos pobre y que no tiene hijos. La niña, sin ninguna capacidad de decisión, puede entonces comparar la vida en su casa donde todo es trabajo con su otra vida en una casa “donde hay tiempo para pensar”. Este “préstamo” será temporal hasta que la madre dé a luz a un nuevo bebé. Así la niña se convierte en moneda de cambio y ni siquiera lo sabe.
Además de no entenderlo cuando ya empieza a adaptarse a la nueva vida tiene que volver con su familia de origen y, sensatamente, decide que esa vuelta se produzca cuanto antes para que se termine pronto el sueño, las cosas compradas, los libros, el cepillo, la ropa, el jabón, los lujos que su “segunda familia” ha podido darle. Mejor olvidar cuanto antes la suavidad de esta nueva familia, frente a la aspereza que le espera en su hogar.
Decía que existe una trama de misterio que se concentra en la muerte del único hijo de la familia menos pobre; pero este misterio se diluye sin apenas tener repercusión en la trama principal. Lo cual resulta decepcionante. También es cierto que la novela podría considerarse un relato largo y que no existe espacio para desarrollar más este misterio. El final de la novela queda abierto y resulta un poco tramposo y que te coloca en la posición de la niña, con un poso de tristeza por no ser capaz de comprender la situación.
Reconozco la habilidad de la autora para presentar el mundo a través de una niña pequeña, la elegancia a la hora de describir cómo ella es la protagonista pasiva de una nueva experiencia que no comprende y que podría resultar aterradora pero que, por una vez, no lo es. Pero por otra parte, resulta difícil de creer que una niña pequeña se exprese con tanta profundidad. No sé si la recomendaría o no. Quizá para entusiastas del mundo rural irlandés desde una perspectiva intimista, no sé.
Por otra parte, a mí me distrae mucho de la lectura el hecho de que el traductor de la obra haya sido argentino porque introduce palabras no habituales en el castellano de España. Es enriquecedor pero a mí me distrae. Esta edición, no obstante, tiene a su favor que el mismo traductor introduce notas a pie de página explicando conceptos ajenos al lector o lectora castellanoparlante.
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