jueves, 8 de agosto de 2019

Exposición de moda y pintura. Balenciaga y la pintura española. Museo Thyssen (2019)


Cristóbal Balenciaga nació en Guetaria, donde no había ninguna escuela de costura, en 1895 y de familia modesta; con esas premisas era difícil esperar que se convirtiese en un gran modisto. Pero su madre era modista y confeccionaba prendas de gran calidad y allí mismo, en el Palacio Aldamar (que hoy es parte del Museo Balenciaga) veraneaban las marquesas de Casa Torres. 


Decía Balenciaga que, cuando era todavía niño, un día pidió a la marquesa visitar sus armarios y así empezó a familiarizarse con las preciosas sedas, los encajes más elegantes y todos los complementos que una gran dama de principios del siglo XX vestía. Además el marqués de Casa Torres tenía una gran colección de pintura que posteriormente legaría al Museo del Prado; se exponen aquí varios retratos de Goya, El conde de Floridablanca, María Luisa de Parma y Carlos IV que pertenecieron a su colección. Así, se encontraron los tres factores esenciales de esta exposición: Balenciaga, la pintura y la moda de alta costura. A veces el destino de la gente se marca de una forma casual.


La reina Fabiola de Bélgica fue bisnieta y nieta de las marquesas de Casa Torres y siempre lucía trajes de Balenciaga. Incluso el traje de su boda. Un modelo que se considera icónico y que marcó tendencia por su capa salida directamente de los hombros y bordeada de visón (no me gusta que se despellejen animales para adornar ropa); técnicamente creo que se llama cola de pavo real. Y es un estilo que también repitió en el vestido de otras novias de la Alta Sociedad, Sonsoles Diez de Rivera (aunque con una cola mucho más modesta), hija de los marqueses de Llanzol o la nietísima Carmen Martínez Bordiú, por ejemplo. Todos ellos pueden verse en esta exposición. Están en la sala dedicada a Zurbarán, contrastando y armonizando al mismo tiempo con las túnicas de sus frailes.






Del mismo Zurbarán también se exhiben los retratos, anacrónicos, de unas santas. Entre ellas Santa Isabel de Portugal que no podía estar vestida como una gran dama del siglo XVII habiendo nacido en 1271, en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Fue princesa de Aragón y se casó con el rey Dionisio de Portugal. Un rey colérico, despótico y que maltrataba a su pueblo. La reina trataba de socorrer a los más pobres sin que el rey se enterase y para ello robaba dinero, joyas y comida y los escondía entre los pliegues de su falda. Su marido sospechaba y cuando le preguntó qué llevaba escondido en su regazo, el botín milagrosamente se transformó en un ramo de flores. Ese es el momento que capta este magnífico cuadro. Las aragonesas somos así. Santa Isabel puede confundirse con la otra santa, Santa Casilda pero ésta no lleva corona y se la representa mucho más joven. Son dos piezas del Museo del Prado.




Empieza la exposición por unas salas dedicadas a El Greco cuyos cuadros sirvieron de inspiración a Balenciaga para crear unos vestidos de noche de satén, en colores pastel. Balenciaga era un hombre muy religioso pero más cercano a la austeridad vasca que al derroche de color más propio de las vírgenes andaluzas. Sin embargo, decía que si El Greco lo había hecho él también podía. En estas salas pueden verse una Inmaculada Concepción o las anunciaciones y los santos que repiten esos mismos azules, verdes o amarillos.





Desde mi punto de vista el gran acierto de esta exposición ha sido potenciar el color negro y no sólo en los vestidos. Las paredes de las salas de exposición se han pintado de negro Balenciaga para este evento. En realidad se han utilizado siete tonos de negro levemente diferentes; por ejemplo en la sala goyesca se han incluido reflejos rojizos. Y aunque, a priori, pudiera parecer que daría una sensación plomiza no es así. En absoluto. Paradójicamente contribuyen a destacar el colorido de los trajes y muy especialmente de los trajes de noche de un intenso y brillante color negro.



El color negro estuvo asociado a la pintura de la Corte española, como signo de distinción y de aparente austeridad. Había sido importado por Carlos V desde la corte de Borgoña y se implantó en la corte para uso diario. Era un color solemne, dignificante y que se relacionó (y todavía se hace) con el luto y el dolor contenido. Pero en la segunda mitad del siglo XVI, en la corte de Felipe II, su significado cambió y pasó a ser símbolo de ostentación social. Este cambio de significado se relacionó con el descubrimiento del palo de Campeche cuyo comercio fue monopolio real. El palo de Campeche, el Haematoxylum campechianum, es un árbol que se cultiva en la península de Yucatán, del que se extraía un pigmento oscuro muy intenso y resistente que no se convertía, pasado el tiempo, en un color parduzco y sin brillo ni definición.


Muestra de esa elegancia del color negro en pintura son los retratos de Felipe II y de su hermana, doña Juana de Austria cuya palidez contrasta con la intensidad del color negro utilizado por Alonso Sánchez Coello en el retrato de doña Margarita Teresa de Austria, hija de Felipe IV, la niña que aparecía en Las Meninas de Velázquez. Si algo hay que reprochar a esta exposición es la ausencia de Velázquez que demostró su maestría reproduciendo el color negro en sus cuadros. 





Hay otra sala dedicada a la pintura de bodegones que inspiró a Balenciaga trajes de noche espectaculares, aunque no debían de ser muy cómodos. De esta sala me dejó impresionada el cuadro Ofrenda a Flora de Juan van der Hamen y León (1627), aunque no por la imagen representada sino por la detallada cascada de flores de la esquina inferior derecha. Me gustaría poder identificarlas todas y no me cabe duda de que un especialista podría hacerlo porque han sido pintadas con gran detalle y precisión. En esta sala los vestidos son más coloridos y llevan lentejuelas, mostacillas y otros abalorios aplicados por todo el tejido. También queda espacio en otra sala para los bordados con hilos de seda y pedrería.







Goya y la pintura de los siglos XIX y XX también fueron una gran fuente de inspiración para Balenciaga. En estas salas la austeridad y la posterior ostentación dejan sitio para lo popular en colores blanco, rojo y negro. No podía faltar La duquesa de Alba de blanco, inspiración para un precioso vestido de cóctel y su gran rival la Reina María Luisa con tontillo que se ve replicada en un elegante vestido de noche. Ambas rivalizaban en elegancia a principios del siglo XIX.









En una de las esquinas de la Plaza de Cibeles, creo que donde hoy está el Estado Mayor del Ejército, la duquesa de Alba tenía su palacio en el que algunas de las habitaciones eran mucho más lujosas que las del Palacio Real. La duquesa quiso dar una fiesta para humillar a la reina y demostrarle que podía tener todo lo que quisiera. Así que puso a trabajar a sus doncellas, modistas y decoradores para tener todo a punto. La reina pretendía, esta vez, no quedar como una pobretona y también quiso renovar su vestuario. Pero la malvada duquesa consiguió sobornar a una doncella para que le enseñase la seda y el diseño que la reina había elegido y rápidamente repitió ese mismo diseño en los vestidos de sus doncellas. De manera que cuando la reina llegó al baile vio como las sirvientas vestían como ella. Poco después el palacio de la duquesa de Alba se quemó.


La pintura del siglo XIX incluida en la exposición es reflejo de las costumbres más populares, aunque fuesen las damas quienes estaban posando para un retrato; incluyendo y valorando lo folclórico, lo más castizo y cañí. En el siglo XX se vuelve al negro esta vez representado por Romero de Torres y su Flor de Santidad (en el Patio de la Infanta se puede ver ahora una exposición de este autor). En definitiva esta muestra es una buena excusa para visitar el Museo Thyssen. No hay que perdérsela y , si se puede, hay que visitarla varias veces. También han editado un catálogo muy completo y de gran calidad; pero si lo compras online te hacen un 5% de descuento y no tiene gastos de envío. Yo lo compré en la librería del Thyssen y me quedé sin descuento. No es justo.



En Zaragoza, en febrero también hubo una muestra de Balenciaga. De aquélla exposición yo me quedo con este vestido. En el Museo Thyssen-Bornemizsa de Madrid, hasta el 22 de septiembre. 

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