El autor.-
Víctor del Árbol es un novelista barcelonés que escribe en
castellano. Desde niño fue visitante asiduo de las bibliotecas públicas y allí
se fraguó su vocación. Ha trabajado también como mosso d’esquadra; lo que le ha facilitado un bagaje excepcional a
la hora de describir situaciones comprometidas y personajes de todo tipo. En 2012
escribió esta segunda novela que tuvo un gran éxito internacional y recibió
varios galardones. Otras obras suyas: El
peso de los muertos, Respirar por la herida.
Mi opinión.-
En apenas tres días me he terminado esta novela de 400
páginas y en edición de bolsillo (que con esa letrujilla pequeña es más difícil
de leer). Así de absorbente ha sido la lectura. Es la primera novela que leo
del autor y me ha gustado mucho: por la ambientación de novela negra, por la
descripción de los personajes y por ser casi una crónica de la transición
española.
Hay dos tramas principales que se sitúan en épocas y en
tiempos diferentes pero que, al final, confluyen. Por toda la novela se
extiende una sombra negra, de mal augurio que van transmitiéndose de padres a
hijos. Tres generaciones se ven dominadas por esta sombra negra y no consiguen
escapar a su influjo, aunque intenten iniciar una nueva vida, se trasladen a
vivir a otra ciudad o crean que con la muerte las culpas se extinguen. Nada.
Por una parte, en los años 1980, María es una joven abogada
que ha tenido sus contactos con la izquierda pero que, una vez que triunfa en
su profesión se ha apartado de la política. Es una mujer en deriva emocional. Mantiene
muy malas relaciones con su padre, al mismo tiempo que escapó de un marido
brutal que la maltrataba sistemáticamente. Ahora comparte su vida con Greta,
pero no le va mucho mejor. Su carrera profesional comenzó a despegar cuando
contribuyó a la condena de César Alcalá. Un policía aparentemente corrupto y
torturador.
La segunda trama es anterior. En Extremadura, a principios
de los años 1940. Guillermo Mola es el jefe de Falange, heredero de una estirpe
de abusadores sin conciencia que es capaz de rechazar a sus propios hijos. Su
mujer, Isabel, es brutalmente asesinada y ese será el punto de partida de esa
sombra que se extenderá durante años y llegará hasta la vida de María en la Barcelona
de 1980. Una sombra que tiene nombre propio, Publio.
El personaje de Publio sirve para representar la maldad y la
codicia absolutas. Maldad y codicia que nacen de la miseria heredada y de la
falta de oportunidades para llevar una vida decente. En cierto sentido, me
recuerda al personaje principal de pequeñas
mujeres rojas. Un hombre que, más que dejarse llevar por una ideología
concreta, brutal y vencedora, se guía por sus propios intereses y sabe apostar
a caballo ganador. Esa es la desesperanza que queda. De alguna manera sabes que
si en lugar de los falangistas hubiesen ganado los rojos este tipo de personajes
hubiera sabido sobrevivir y prosperar igualmente.
Lo que menos me ha gustado de esta novela es la vinculación
de la trama principal con el intento del Golpe de estado de 1981, el 23F. Me
parece una vinculación un poco forzada y que tampoco aporta mucho a ninguna de
las dos historias. Respecto a todo lo demás, especialmente, a los caracteres y
la psicología de los personajes nada que objetar. Muy recomendable.
Víctor del Árbol
La tristeza del samurái
Alrevés
¡Suena muy interesante! Me atrevo a imaginar quién es el samurái pero hay que leer la novela. ¡Gracias por esta reseña!
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario
ResponderEliminar