La autora.-
Elizabeth
Duval estudia actualmente Filosofía y Letras Modernas en París. Se dio a
conocer hace unos años como activista y performer e, incluso, salió en un
célebre programa de citas, First Dates. Está
presente habitualmente en las redes sociales más conocidas ¿Cómo se conjuga
todo esto? No tengo ni idea pero el resultado es espectacular porque todavía no
tiene 20 años, los cumple el 25 de agosto.
Mi opinión.-
No sé si
calificar este libro de autobiografía o de esto que está tan de modo y que se
llama autoficción o simplemente de novela con rasgos muy biográficos. Una ya no
se puede fiar de nadie respecto a lo que es real o no en la vida de un escritor
o escritora. Lo que me parece incuestionable es que se trata de un buen libro
que aprovecha ese camino para abrir las puertas a la reflexión. Una reflexión
que será emocional, literaria y también sociopolítica.
Elizabeth es
una joven que acaba de dejar la adolescencia (si eso es posible en el siglo
XXI). Estudia en París y, de alguna manera, ha olvidado su activismo trans (por
el que fue conocida en España), porque ella es mucho más que una chica trans.
Me parece muy bien que se defina así. En este libro, se presenta a sí misma
como un poco pedante y muy intelectual afrancesada (ya sabéis: viste de negro,
bebe vino y lee constantemente). Me encanta que sea así.
Es una joven
que, entre clase y clase, se aburre. Cae en un cierto bovarismo (pedantería
filofrancesa), como Madame Bovary en su pueblo; pero también es capaz de
reflexionar sobre su “privilegiada” situación, sobre sus amores, amoríos y amistades
y enlazarlos con reflexiones más enjundiosas sobre el sentido de la vida, la
utilidad de la política o la crítica literaria.
Como joven
de su tiempo ya no utiliza el móvil como objeto externo a sí misma, sino como
apéndice íntimo, cibernético-emocional y también como una vía de canalización
informativa. Políticamente se define como posmarxista y eso ¿qué quiere decir?
No lo sé pero admira a José Luis Rodríguez Zapatero y le define como el mejor
político español desde la Transición situándolo, incluso, por encima de Felipe
González.
Es increíble
la madurez con la escribe Duval. En este diario afrancesado nunca se deja
llevar por los sentimentalismos ñoños de una adolescente. Yo creo que esa
adolescencia que estamos acostumbrados a ver es una imposición de la
psicoafectividad anglosajona y que, en realidad, siempre ha sido ajena a la
cultura europea continental, sobre todo del sur de Europa, donde otras generaciones pasaban directamente de la
niñez a la juventud y de ésta a la madurez.
Habla del
amor contingente y del amor necesario como hacían Beauvoir y Sartre y habla
también del cuarto propio de Virginia
Woolf. Pero lo hace para reivindicar que ya no tiene que escribir por
obligación en su cuarto, que puede escribir en cualquier otro sitio: un bar, un
café, una biblioteca y cualquier otro sitio que se le antoje. Y esto puede
hacerlo gracias al esfuerzo de las mujeres que le precedieron y que fueron
ensanchando las fronteras que podrían disfrutar otras mujeres más jóvenes.
A veces
habla de sí en tercera persona. Elizabeth
teme… Elizabeth dice… y esto es
lo que me hace sospechar que hay más ficción de la que se nos dice. Sin
embargo, esto es parte del atractivo del libro. Elizabeth teme que el amor no aguante la prueba de la razón. Muy
recomendable.
Reina
Elizabeth Duval
Caballo de Troya
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