De este 41º Ciclo de Introducción a la Música del Auditorio de Zaragoza he elegido el concierto conmemorativo del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, ofrecido por la Orquesta Reino de Aragón, dirigida por Álvaro Albiach por enfermedad del director titular, Ricardo Casero. Más adelante iré a ver también Carmina Burana.
Como la pandemia covírica-19 sigue fastidiándonos, no se ha editado ningún folleto y he tenido que buscar a través de internet y en mis libros la información necesaria para hacer este comentario; porque, aunque antes de empezar el concierto, el director del ciclo presenta las obras, para mi memoria de pez no es suficiente escucharlo lo que tenga que decirnos una sola vez. Así que tener que investigar no ha estado nada mal. La programación era muy interesante: el Concierto para piano nº 4 en sol mayor, Op. 58, con Krisztina Fejes como solista, y la Sinfonía número 5 en Do m, Op. 67. Ambas obras son más o menos de la misma época.
Beethoven compuso la Sinfonía número 5 en 1807 y el Concierto número 4 en 1808, cuando vivía en Viena y, como siempre, con problemas de dinero. Entonces, el rey de Westfalia, hermano de Napoleón, le ofreció una renta fija como maestro de capilla de su corte; pero, para evitar que Beethoven abandonara Viena, Rodolfo de Austria, junto con otros dos suscribieron el llamado Pacto de los Príncipes por el que se comprometían a pagarle una renta anual. Sólo el archiduque Rodolfo cumplió este compromiso y Beethoven nunca abandonó Viena.
Por esa época ya sabía que su sordera sería progresiva y terminaría por ser incurable, lo cual influyó decisivamente en su música, haciéndola mucho más intensa, dolorosa y trágica. En cierto sentido, sobrepasaba así su condición de artista del Romanticismo, extravagante y rebelde, y se implicaba en una música más hondamente humana.
La primera pieza que escuchamos fue el Concierto número 4. Hay que resaltar que fue Beethoven el primero que lo estrenó, como pianista, en 1808. En esta ocasión lo que más me llamó la atención fue la enorme expresividad de la solista, Krisztina Fejes, una joven pianista húngara que interpretaba para el público, por primera vez, este concierto. En una entrevista publicada, la pianista ha confesado que, aparte de la complejidad técnica, la mayor dificultad de este concierto es mantener una profunda conexión con la orquesta. Ella, sin duda, que consiguió mantenerlas. Es la primera vez que he visto a un solista dirigirse de una manera tan contundente y enérgica a la orquesta en las breves pausas que permite esta partitura.
Especialmente, el segundo movimiento de este concierto me ha parecido excepcional. Se produce un diálogo constante entre solista y orquesta. La orquesta suena a veces amenazadora y violenta pero es el pobre piano quien consigue domar a esa orquesta altiva y orgullosa con su melancolía. Sin duda es la parte más profunda y sentida de esta pieza que merece ser escuchada con mucha atención.
Después, la Orquesta Reino de Aragón interpretó la Sinfonía número 5, la más conocida desde las primeras y dramáticas notas que muchos autores consideran como la antesala del destino final. A mí me parece más bien la desazón ante la inevitabilidad de un destino que no se quiere y del que se pretende huir en vano. En algún sitio he leído que el segundo movimiento, después del apasionamiento del primero, es más parecido a una marcha fúnebre. No sé. A mí me recuerda un Himno por su solemnidad. El tercer movimiento está compuesto como un scherzo. En castellano se puede traducir como escarceo o broma y que habitualmente es alegre, aunque no siempre. Termina la sinfonía como un allegro espectacular. El filósofo y musicólogo Theodor W. Adorno consideraba que en esta sinfonía se utilizaban elementos de la filosofía hegeliana como la dialéctica de contrarios que podíamos escuchar también en el concierto mencionado anteriormente. Mis conocimientos de música y de filosofía no son suficientes para afirmar o desmentir pero sí que puedo decir que disfruté muchísimo el concierto.
Por aquí, mis comentarios sobre otros conciertos de Beethoven: Concierto para violín, piano y violonchelo, en do menor op. 56, Triple Concierto y Sinfonía nº 6 en Fa, Op. 68 “Pastoral”.
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