La inspiración para escribirla o, más prosaicamente, el punto de partida fue el hashtag #portesouvertes que circuló por Twitter poco después de los atentados en París en 2015. La ciudad se había colapsado y el pánico se apoderaba de la gente que no podía volver a su casa porque el transporte público no funcionaba. Así que quienes vivían en las zonas más afectadas por este colapso ofrecieron sus casas para que perfectos desconocidos pudieran pasar la noche, cenar o simplemente intentar contactar con sus familias para decirles que estaban bien. Todo un ejercicio de respeto por las víctimas y de solidaridad con los supervivientes. La humanidad no debe de ir tan mal cuando en un momento de máximo peligro la gente se quiere permitir ser generosa.
Julie es una mujer de cincuenta años que ha decidido participar en las redes sociales con ese hashtag y ofrecer su casa. Sin embargo, la encontramos en su apartamento visiblemente nerviosa, muy alterada, hablando consigo misma e intentando disipar sus temores realizando movimientos repetitivos, cambiándose de zapatos, buscando en una copa de vino la tranquilidad que no tiene. Un joven estudiante de origen magrebí ha respondido a su ofrecimiento.
La obra de teatro está desarrollada a partir del suspense. El origen étnico del protagonista es un punto discordante, de desazón para Julie. Aunque intente por todos los medios desechar sus pensamientos racistas, el miedo está ahí, anidado en su corazón. Mucho más esa noche. Sin embargo, también se irá desvelando poco a poco que su miedo tiene otra fuente. Una fuente mucho más antigua y dolorosa.
El joven se presenta con un nombre y una identidad que resultan ser falsos; aunque su segundo nombre y su segunda identidad también es posible que lo sean, con lo cual su primera opción sería la verdadera. Ese juego provoca la desazón en los espectadores que no sabemos a qué atenernos y es el desencadenante para que Julie confíe en él y le cuente el origen de sus terrores.
El tema de fondo es el miedo provocado por el terrorismo yihadista. El miedo a los que son distintos a nosotros, a los que no pertenecen a nuestra tribu. Un miedo que hace sospechar de todos aquéllos que pudieran estar vinculados de alguna manera con él. Pero, asistiendo a la obra de teatro veremos que el miedo no necesita apellidos para habitar nuestras vidas y que superarlo exige, a veces, confiarse a un desconocido. Eso es lo que hace Julie y, en contrapartida, quizá obtenga la tranquilidad que está buscando.
Ya es la tercera vez que he visto a Cayetana Guillén Cuervo en teatro. Las otras dos fueron en El malentendido, hace un montón de años, y en Hedda Gabler, más recientemente. Su interpretación me ha parecido soberbia teniendo en cuenta además que esta obra exige una gran expresividad corporal (algo que en principio sorprende). No me ha gustado tanto Ayoub el Hilali. Me ha parecido un actor dubitativo y que no terminaba de ubicarse en el escenario pero, en fin, es un actor muy joven y espero que mejore con el tiempo.
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