Natacha es una huérfana que ha conseguido doctorarse en pedagogía en los años 1930, en España, gracias a su padrino. Es una joven apasionada y vitalista que intenta, por todos los medios, educar de otra manera. De una manera muy distinta a como ella misma fue tratada en ese mismo orfanato del que ahora va a ser directora.
Natacha está rodeada de personajes tan entusiastas como ella y de otros que siguen el modelo más tradicional de la letra con sangre entra. Entre los personajes entusiastas está Lalo, aparentemente un tarambana. Se define como individualista y robinsoniano y Natacha le considera una fuerza desorientada pero, al fin y al cabo una fuerza que debería encontrar un cauce social para tanta vida que le desborda; podría ser, si esto existiera, un profesor de optimismo. Sin embargo, Lalo lo que querría sería seguir estudiando eternamente para eludir las responsabilidades de la adultez, aunque terminará madurando. Está enamorado de Natacha y pondrá a su disposición una alquería para iniciar su nuevo proyecto pedagógico, la creación de una granja educacional para huérfanos sin recursos que sustituirá al Reformatorio de las Damas Azules. Flora y Mario son otros dos personajes luminosos. Marga es una de las educandas, la más conflictiva. Habitualmente está castigada por todo tipo de rebeldías aunque sus deseos de libertad sólo la llevan a querer caminar. Es el personaje que nos recuerda cómo debió ser la infancia y adolescencia de Natacha y, al haber sufrido un abuso sexual por parte de un señorito, le da la oportunidad al autor para criticar esa clase social que quería mantener el sometimiento y violencia sexual contra las mujeres pobres.
Natacha empieza su labor como directora del reformatorio y empiezan los problemas. Frente a la disciplina, ella utiliza la persuasión y frente a la domesticación por el castigo, la responsabilidad por la educación. Pero la marquesa, presidenta del patronato que sostiene a la institución, será la encargada de comunicarle su cese porque los cambios son demasiado revolucionarios y así se verá obligada a empezar su proyecto más personal en la alquería de Lalo ayudada por sus amigos.
Se considera esta obra como una fábula pedagógica y respecto a ello os recomiendo leer este artículo de Raquel Gutiérrez Sebastián y Borja Rodríguez Gutiérrez que he encontrado en la red, Dos fábulas pedagógicas con 70 años de diferencia. De Nuestra Natacha (1935) a Los chicos del coro (2004).
Aunque, como ya he dicho, la obra rezuma vitalidad y entusiasmo y la convicción ciega e idealista de que la educación puede cambiarlo todo, yo no podía dejar de pensar que seis meses después de su estreno en Madrid estallaría la Guerra Civil (tal y como el autor anuncia ya en el Acto I) y todo ese entusiasmo y deseo de cambio y progreso quedaría ahogado en sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, deja tu comentario