miércoles, 4 de enero de 2023

Novela: La llama de Focea de Lorenzo Silva (2022)

El autor.-
Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas trece novelas; bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe. 

Mi opinión.-
No voy a engañar a nadie. Esta es la novela que menos me ha gustado de la serie de Bevilacqua y Chamorro y por varias y diferentes razones. En primer lugar, por el papel casi irrelevante de Chamorro, algo que no es la primera vez que pasa. No sé si el autor está pensando en la jubilación de Vila y la posible sustitución de esta saga por otra en la que Chamorro sea la protagonista absoluta. No creo que sea así, pero a mí, en estas condiciones, me parece un personaje realmente desperdiciado. Otra posible respuesta a esta “invisibilidad” de Chamorro sea un cierto sesgo machista, manifestado consciente o inconscientemente por el autor.

En segundo lugar, esta novela resulta repetitiva respecto a otras dos: La marca del meridiano y La reina sin espejo. No está mal que Vila recuerde situaciones y personajes de su vida, es decir de otras novelas, y que, además, lo haga no exactamente igual, pero la intercalación constante de un capítulo del pasado entre dos capítulos del presente, me ha parecido excesiva. Supongo que el autor habrá sido consciente de esta repetición y habrá querido cautivar a nuevos lectores que no conociesen ni la historia de amor y desastre que vivió Vila en Barcelona y que, treinta años después todavía no ha superado, ni su aprendizaje como novato, tentado por el lado oscuro, en la Policía Judicial. Se repiten incluso algunos personajes brevemente pero casi con una intención moralizante, como es el caso del escritor Altavella que nos suelta una “chapa” considerable. ¿Esperábamos, quizá, que Anna estuviese libre y éste fuese el reinicio de su historia de amor? Por mi parte no, pero igual hubiese sido mejor.

En tercer lugar, Vila y Chamorro, la invisible, tienen que resolver un caso, puesto que para eso se trata de una novela policíaca. Esta vez es el asesinato de una peregrina catalana en el Camino de Santiago, aunque el lugar del crimen aquí es totalmente irrelevante y secundario. Yo, me había hecho a la idea de que Vila, mejor dicho el autor, aprovecharía en esta novela para reflexionar sobre las similitudes de la vida y el Camino de Santiago, ya que Vila es tan dado a darles vueltas a las cosas y a relacionar los acontecimientos del presente con el pasado, incluso remoto. Pero, no fue así. Una vez situado el crimen y echado un vistazo al lugar, Vila sale de allí casi para no volver. Esto mismo me pasó con La reina sin espejo. Me pareció que al cometerse el asesinato en un pueblo de Aragón, el autor aprovecharía para analizar la idiosincrasia particular, pero parece que Lorenzo Silva, sólo está interesado en Madrid y Barcelona.

Como decía, esta vez la joven asesinada es catalana aunque lleve en la muñeca una bandera de España y haya decidido hacer el Camino por una cierta rebeldía juvenil y casi por motivos políticos. Es hija de un independentista barcelonés que, además, está siendo investigado por la Guardia Civil (no por Vila) por sus vinculaciones más que profundas y por sus negocios más que turbios que de alguna manera tienen relación con el Procès. Y este ha sido el cuarto punto que no acaba de convencerme.

Vila siente nostalgia por la Barcelona de los Juegos Olímpicos que conoció de joven. Fue y será su ciudad. Y para hacerse con ella, el joven guardia civil de los años 1990 no tuvo reparos en empaparse de la “pretendidamente diferente” cultura catalana, de “…la impronta cosmopolita de la urbe portuaria, frente al ambiente cerrado de la capital administrativa" (pg.82). Así, pasan dos cosas: una, Vila y el autor identifican Barcelona con Cataluña (olvidándose de las peculiaridades y ranciedad de las otras provincias) y dos, manifiestan también esa contumaz insistencia en comprar el relato, propagado por los independentistas catalanes, del secular conflicto entre Cataluña y el resto del Estado, personificado en Madrid.

Un conflicto recurrente que da igual que tenga su origen en la España de los Reyes Católicos o en la República de 1931 (que los catalanes tanto contribuyeron a recentar); en la España de la Guerra de Sucesión o de la represión franquista; durante la Ilustración o en la Transición de finales del siglo XX; la España de las guerras coloniales o, para terminar, la de los años 2020, con un nivel de autonomía administrativa y autogobierno político como no se da en ningún otro país de Europa. Siempre el conflicto entre España y, eso sí, en el otro rincón del ring siempre está la pobre y subyugada Cataluña (en realidad, Barcelona) objeto de innumerables, brutales y seculares agravios:  que si el aeropuerto del Prat, que si el Estatut invalidado por el Tribunal Constitucional, que si la prohibición del catalán, que si sí que si no, que Madrid y España nunca ha entendido a Cataluña y que si tal.

Desde mi punto de vista, éste es uno de los grandes errores de esta novela. Lorenzo Silva y/o Vila se posicionan (y me parece muy bien) pero evitan poner en el mismo plano que todo lo anterior, y ha mí me parece muy relevante, que Cataluña nunca ha sido una entidad independiente y que, consecuentemente llora por una independencia y libertad perdidas que nunca tuvo. Sin embargo, para no pillarse los dedos, en lugar de decir todo esto “personalmente” reproducen las ideas del historiador Vicens Vives. Aquí van algunos ejemplos: la “expansión catalana [por el Mediterráneo] de los siglos XIV y XV, [fue] tan exitosa que al final había acabado resultando… nociva para Cataluña…una sociedad tan próspera, a cuenta de las rentas de Italia, que vivió con desinterés… la conquista de América…” (pg. 96); y otra, “… en el siglo XV Cataluña apostó… por unirse a Castilla porque era… lo que más le convenía frente a… convertirse en la chacha de Francia…" (pg. 196). En ningún momento, Silva menciona que esa expansión por el Mediterráneo o la unión con Castilla se hace por decisión y voluntad del rey de la Corona de Aragón no de Cataluña, que ni era independiente, para tomar esas decisiones, ni estaba unificada, ni tenía la extensión actual ni sus límites. A mí se me ocurriría preguntar, si el rey o los sucesivos reyes tomaron esas decisiones para todo el territorio de su soberanía ¿tenía Cataluña otra opción que asumirlas?, podría levantarse contra el rey de Aragón, por supuesto, ¿pero le sería conveniente?, ¿debería haberse enfrentado a Castilla?, ¿o mucho mejor rebelarse contra los dos y después contra Francia? No soy historiadora pero creo que sería mucho más fiel a la historia afirmar que Cataluña no decidió expandirse por el Mediterráneo y que tampoco decidió unirse a Castilla. Alguien poco informado caería en la trampa de creer que Cataluña tomaba decisiones porque era independiente, ¿no? ¿Será esa la intención del separatismo catalán?

Sigue también reproduciendo la afirmación de Vicens Vives que resalta como rasgo netamente catalán, el pactismo. Sin embargo, es bien sabido (o debería serlo) que en derecho aragonés ya se menciona que “En Aragón fueron antes leyes que reyes” y que el juramento de los reyes de Aragón iba precedido de esta afirmación de los nobles: “Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no”. Y siguen, en la novela, otro montoncillo de frases que evitaré mencionar para no cansar y que comienzan con España y Cataluña o Cataluña y España, cuando lo correcto hubiese sido y seguirá siendo afirmar el resto de España y Cataluña o Cataluña y el resto de España

En fin, que no tenemos que tragar sin digerir el relato separatista catalán. Que no tenemos que pensar que el encaje de Cataluña en el Reino de España ofrece dificultades porque cuando Cataluña saca rentabilidad de ese encaje no tiene ningún problema en encajar. Quizá sería conveniente empezar a pensar que, en realidad, Cataluña nunca ha querido ni quiere ser independiente sino que su objetivo es mantener su ventaja comparativa respecto a las otras comunidades autónomas, conseguida y consolidada en los últimos 150 años por su capacidad para abrir y cerrar la espita del conflicto cuando más le interesa y que suele coincidir en el momento en que el resto de España está sufriendo alguna crisis.

Un conflicto que siempre es artificialmente creado desde el poder por una minoría catalana insolidaria y filonazi, arrogante y supremacista, burguesa y codiciosa. Una elite que no duda en descalificar a quienes no se tragan ese relato inventado de agravios históricos por los que España debe pedir perdón a todo el mundo mundial y especialmente a esa Cataluña, en realidad, tan rancia. Parece que Lorenzo Silva no ha sido consciente de que los catalanes han creado insultos especiales para el resto de los españoles durante los últimos 100 años: de charnego a ñordo. Para los españoles más vulnerables, para los que emigraban para buscarse la vida porque en sus lugares de origen no existía esa posibilidad. Sin embargo, Vila se ha propuesto ya empezar a pedir perdón a esa sensibilidad catalana tan a flor de piel: “El catalán,…, lo hablaban muchos, sin dar nunca esa sensación de pretender poner a distancia a los castellanoparlantes” (pg. 40). Buffffff.

En definitiva, lo relativo a la resolución del asesinato de la chica poco importa. Al final, el asunto se resuelve por una carambola en la que aparecen unos rusos muy simpáticos y colaboradores que pasaban por allí y eran amigos/socios del padre y parece que manejan el cotarro delictivo pero en realidad no, porque sólo son hombres de negocios y no se dedican a espolear revoluciones entre españoles porque entre españoles, ya se sabe, no necesitamos a nadie que nos azuce a darnos de coscorrones. Y además va y dice uno de los rusos “Piensa que esto es una partida de ajedrez. Si tu rival es tan idiota como para darse jaque a sí mismo, ¿cómo vas a dejar de mover tus piezas para favorecerlo? Por supuesto, sin comprometerte más de la cuenta” (pg. 523). Inteligencia rusa y cazurrería española o catalana. Pues, lo que decía, por esa carambola rusa se resuelve el crimen de manera que alguien carga con la muerta y no lo pagará con la cárcel. En lo que respecta al padre, los de la secreta, también le trincan aunque la mayoría de documentos comprometedores se han “perdido” por obra y gracia de los rusos. En el juicio, probablemente le tocarán unos años en la cárcel pero con un buen abogado y buen comportamiento y con la reforma de los delitos de sedición y malversación que se está tramando seguro que serán pocos. Lo peor es la pérdida de su hija; irremediable. A los demás, y a pesar de que queramos aproximarnos a Cataluña con una delicadeza exquisita, no nos queda más que esperar la próxima asonada catalaneta. Que, por supuesto, coincidirá con algún período de crisis. Zarpazo va, zarpazo viene. Eso es Cataluña para el resto de España.

¿Recomiendo la novela? Si, por supuesto. Las reflexiones de Vila siempre son muy interesantes. Mesuradas y llenas de emoción, razón y pesioptimismo a partes iguales. Y también la recomiendo por el homenaje sentido que Lorenzo Silva hace a Domingo Villar, también autor de novela policíaca muerto recientemente y al que tengo pendiente de lectura. Eso sí, recomiendo la novela a la espera de una próxima saga protagonizada por Chamorro.

 

Serie Bevilacqua y Chamorro:

 

 

La llama de Focea
Lorenzo Silva
Destino

 

 

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