miércoles, 27 de marzo de 2019

Visita cultural: El Patio de la Infanta (2019) con GozArte


El siglo XVI, aparte de tensiones políticas entre el antiguo reino de Aragón y el emperador Carlos V, supuso una época de esplendor para Zaragoza. Aunque la sociedad seguía siendo rural, agrícola y ganadera, se produjo también un enorme desarrollo del comercio. En esa época, Zaragoza también fue sede de la corte del emperador y este hecho hizo que numerosos intelectuales y artistas que acompañaban a Carlos V desde Centroeuropa desarrollasen sus actividades aquí. Pero Zaragoza también miraba hacia Italia importando las nuevas tendencias renacentistas. Esta riqueza sobrevenida quedó patente en la arquitectura de la ciudad, no sólo la religiosa, en forma de casas señoriales. Algunas de ellas han llegado a nuestros días y han sido reutilizadas principalmente con fines culturales.


No tuvo esa suerte la Casa Zaporta. Acabó derruida salvándose únicamente su Patio renacentista. Gabriel Zaporta fue uno de estos ricos comerciantes que supo aprovechar cualquier ocasión para encumbrar su linaje. Era un converso de origen judío que había visto a su familia desposeída de todas sus riquezas, juzgada y condenada; su padre fue quemado por la Inquisición. Cuando se trasladó de Monzón a Zaragoza se propuso rehabilitar su buen nombre y su fortuna. Y lo consiguió, llegando a ser un financiero y político muy respetado que además mantenía buenas relaciones con la Corona. Hasta el punto de prestar sustanciosas sumas de dinero a Carlos V para sus expediciones en el norte de África, siendo recompensado por ello con un título de nobleza. Así decía su esposa, Sabina Santángel, sólo hay dos linajes en el mundo, el tener y el no tener.


Ya no le faltaba nada. Zaporta quería dar testimonio de su buena fortuna y, para ello, decidió construir un palacio que fuese la envidia de toda la ciudad y que mostrase a todo el que pasase por delante de su puerta lo sólida que era su relación con el rey-emperador. Además aprovechó también para poner de manifiesto el amor que sintió por Sabina Santángel, su segunda esposa. Toda la casa fue su declaración de amor y, especialmente, el Patio que siglos más tarde se llamaría de la infanta. La casa se terminó en 1550, un año después de que los protagonistas se casaran, como así consta en el Patio.

la fecha
Estaba situada en la calle San Jorge que entonces se llamaba de las Botigas Fondas, muy cerca del teatro romano, cuyas ruinas todavía pueden visitarse. Se dice que parte de las columnas utilizadas en la construcción del Patio provenían de aquél. Arquitectura de aprovechamiento podríamos llamarla. Aunque más que de arquitectura el Patio sea un gran trabajo de escultura. Los 1700 m2 de edificio y jardines se organizaban alrededor de este famoso Patio. La casa tuvo una larga vida y después de este momento de esplendor en el siglo XVI, había sufrido muchas modificaciones y reutilizaciones. Sin embargo, el Patio sobrevivió a todos esos avatares y a algunos más.

Casa de la Infanta, dibujo de Vicente Velázquez sobre acuarela de Valentín Carderera 1850. Vista del Patio y de la escalinata de acceso a la parte noble de la casa con la techumbre de la cúpula mudéjar, lamentablemente desaparecida.


Finalmente, en 1793, María Teresa de Vallabriga, la Infanta, se trasladó a vivir allí. Teresa era una joven huérfana de la baja nobleza aragonesa. Se casó a los 16 años con el Infante Luis de Borbón, cincuentón, cardenal y casquivano, sexto hijo de Felipe V y hermano del rey Carlos III. Este matrimonio fue organizado por el propio rey pero con unas condiciones que, pasado el tiempo, resultaron humillantes para ella. Para evitar cualquier cuestionamiento para sus sucesores, Carlos III estableció que el matrimonio sería morganático, la pareja viviría fuera de la corte y sus hijos no podrían llevar ni el apellido Borbón ni tener ninguna pretensión al trono. Todas estas garantías se explican porque los hijos de Carlos III habían nacido fuera de España y según tradición de la Casa Real española no hubieran podido acceder al trono.

Teresa de Vallabriga y su hija, Teresa de Borbón y Vallabriga,
retratadas por Goya


Aunque parece que fue un matrimonio tormentoso, tuvieron tres hijos muy queridos. Por ello, cuando Teresa enviudó Carlos III no tuvo reparos en darle un nuevo golpe y dispuso que se separara de sus hijos para que éstos fueran educados adecuadamente. Desposeída de todo, sin el amor de sus hijos pero con una holgada renta vitalicia decidió volver a vivir en su ciudad natal. Alquiló entonces la casa Zaporta a sus propietarios, la familia Franco y López que ya no mantenían parentesco con los Zaporta. La casa ya no tenía el esplendor de antaño pero su Patio seguía siendo la envidia de toda la ciudad.

El Patio durante su estancia en París, como tienda de antigüedades

Poco les importaron a los zaragozanos, las condiciones que Carlos III había puesto al matrimonio de la pareja. Así que, desde que llegó a Zaragoza, Teresa fue considerada la Infanta viuda del Infante don Luis. Con tanta fuerza se impuso esta denominación que la Casa Zaporta pasó a llamarse la Casa de la Infanta. Y el Patio también. Al final de su vida, cuando su hija María Teresa de Borbón y Vallabriga ya estaba casada con el todopoderoso Godoy y había recuperado su apellido Borbón, Teresa se vio, en cierto sentido, rehabilitada aunque siguió sin ser legalmente considerada Infanta por la Casa Real.

En 1875
La casa siguió su vida propia. Tuvo otros muchos usos diferentes: academia de dibujo, tienda de pianos, edificio de viviendas. El Patio vivió todos esos usos pacientemente, aunque algunos de ellos supusieran un considerable deterioro. Incluso en 1871 se llevó a cabo una reforma para instalar el Casino Monárquico y Liberal y fue de las primeras casas que tuvo instalación de iluminación a gas en toda Zaragoza.



Otro detalle curioso sobre la Casa de la Infanta es que fue condecorada. En 1885, se declaró en Zaragoza una epidemia de cólera y se instaló en ella un centro asistencial. Por ello y por la actuación de sus ocupantes recibió del Ayuntamiento el título de “Muy Benéfica”. El 11 de septiembre de 1894 la casa se incendió y quedó en ruinas todo excepto el Patio. Ferdinand Schultz un anticuario francés lo compró por 17.000 pesetas en 1903 y se lo llevó a París desmontado en 131 cajas. Allí lo instaló como parte de su tienda de antigüedades en el número 25 del Quai Voltaire, frente al rio Sena. Duele ver las fotografías del Patio desmontado y de sus distintas piezas apiladas en el suelo, pero no se puede olvidar que fue como si viviera una segunda vida y, además, en París.

El patio desmontado, camino de París



La tercera vida del Patio comienza en 1957, cuando los herederos del señor Schultz deciden vender la tienda de antigüedades y el Patio con ella. La noticia de la venta salió en la prensa e Ibercaja, entonces Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja contactó con los propietarios para negociar su compra. Así volvió este Patio viajero a Zaragoza, a mostrar todo su esplendor aunque esta vez no sería instalado en una casa. Desde 1980, se puede visitar en la sede central de Ibercaja, en la calle San Ignacio de Loyola, y está destinado a uso cultural. En cierto sentido, volvió a tener la vida animada que había vivido con Teresa y sus amigos ilustrados. Conciertos, exposiciones y visitas. Esperemos que dure mucho tiempo ahí.

Cuando fue destinada a viviendas se aprovechó la galería superior, cerrando los espacios entre las columnas, para ganar más superficie. Fotografía de Charles Clifford, 1860

Las casas aragonesas de la época solían tener tres plantas. En la planta baja se instalaban las caballerizas, los criados y las dependencias de trabajo; la planta principal se destinaba a vivienda de la familia; y, la planta falsa o buhardilla era una especie de trastero-almacén-despensa-desván. Las fachadas eran de ladrillo y bajo un alero, generalmente, de madera, había una galería de arquillos gótico-mudéjares. Habitualmente, en las casas había un zaguán de entrada que comunicaba la calle con el patio interior, preservando así la intimidad de la casa. Pero en la Casa Zaporta no fue así.

Alzado de la Casa Zaporta con la ubicación del patio, la escalinata y la techumbre mudéjar
A la hora de diseñar la casa, se dispuso que, desde la entrada principal y con la puerta abierta, todo aquél que pasase por la calle pudiera  ver el lujoso patio. Zaporta, tesorero y prestamista de Carlos V, lo hizo así para exhibir su buena suerte después de la persecución que había sufrido su familia, para presumir de sus relaciones con el emperador y también para homenajearle (o hacerle la pelota). La efigie de Carlos V podía verse desde la misma calle pero la gloria era de Gabriel Zaporta.

Portada de acceso a la Casa Zaporta
El Patio es casi un cubo perfecto, 8,80 x 9,40 x 11,00 m de altura. Se utilizaron en su construcción alabastro, yeso endurecido y madera. La planta baja se apoya en 8 columnas excepcionales, dispuestas de una manera no arbitraria. Siete de ellas representan a los planetas que se conocían en la época y la octava representa el conocimiento, la filosofía o, de manera simbólica, la Torá. La sabiduría, lo que en el Renacimiento estaba por encima de todas las cosas aparece, aquí, en una esquina dominando el espacio del resto de columnas. Más adelante veremos algunas de ellas someramente.

El unicornio y detalle de las enjutas

Cada columna está compuesta por la unión de tres figuras; tienen sus brazos entrelazados o están unidas por los hombros y colocadas sobre un fuste estriado, parece ser de origen romano tal como he comentado antes, colocado sobre basa ática. Como detalle curioso se les ven los dedos de los pies aunque sus piernas hayan sido sustituidas por una profusa decoración. No sé si se les podrían llamar cariátides porque algunas de ellas representan a varones; pero tampoco sería correcto decir que son antropomorfas porque también hay mujeres representadas, ¿existirá el término ginecomorfas como representaciones con forma de mujer? No sé. Las columnas terminan en capiteles con zapatas, elemento característico de la arquitectura aragonesa que contribuyen a elevar la altura de la planta y están realizadas con yeso endurecido. Son figuras que adaptan su forma a la de la zapata, una de ellas visiblemente contorsionada, y que parecen interpretar los vicios y virtudes relacionados con los planetas representados en las columnas.

Detalle del friso de los amantes

Por encima de este nivel se encuentra un friso decorado con pequeños medallones también en yeso. Se cree que, originalmente, representaban a estas famosas parejas de amantes eternos (Dante y Beatrice o Abelardo y Eloísa) pero al no tener ningún atributo no es posible identificarlas. Además, durante el traslado a Francia se perdieron algunos de estos medallones y fueron sustituidos por otros, de manera que ya no se cumple la distribución original chico-chica.

Medallón de Carlos V
El siguiente nivel está constituido por otra serie de medallones mucho más grandes y realizados con mucho más detalle. En cada lado del Patio hay cuatro medallones y dos escenas relacionadas con la mitología clásica. En el lado principal, el que podía verse desde la calle, el medallón central se corresponde con una efigie del emperador Carlos. Es el único que puede identificarse por su nombre grabado en la espada; lleva también sombrero adornado con una pluma (como el resto de personajes del siglo XVI) y en su armadura puede verse el toisón de oro y el águila bicéfala imperial. En este mismo lado están representados Carlomagno, el emperador Maximiliano y el padre de Carlos V, Felipe el Hermoso.

Detalle del medallón de Carlos V, su nombre, el águila bicéfala y el toisón de oro

Frente a ellos, otro personaje fundamental en Aragón y su otro abuelo, Fernando el Católico. Los otros dos lados están dedicados a emperadores romanos, Trajano, Adriano y Marco Aurelio y a los grandes rivales de Carlos I, Enrique VIII y Francisco I. Francisco I es muy reconocible por su pose amanerada y porque es sabido que prefería llevar el pelo largo y, a veces, recogido con una redecilla que es perfectamente distinguible en el relieve.

Detalle de Francisco I y su redecilla

Puestos a demostrar su admiración por Carlos V, Zaporta no tuvo mejor idea que “emparentarlo” con Hércules. Por ello, completó la decoración de este nivel con escenas de los trabajos de Hércules, realizadas con un gran detalle. Podemos distinguir claramente los toros de Gerión, el león de Nemea, la hidra de Lerna.

Hércules y los toros de Gerión

Hércules y el león de Nemea

Ya he comentado que la casa fue un regalo de bodas y que el Patio también está inspirado por el amor hacia Sabina Santángel. Se incluyeron en el programa escultórico diversas representaciones del amor. En uno de estos relieves Cupido, está flanqueado por el amor terreno y el amor cristiano. Lleva su arco de flechas de amor, pero puede verse también la sombra del otro arco, el de las flechas del odio. El segundo panel representa a las Tres Gracias, Voluptas, Castitas y Pulchritudo o Eufrosine, Aglaya y Talía. Voluptuosidad, castidad y belleza.

Las Tres Gracias

El piso superior está formado por una galería de arcos de medio punto sobre esbeltas columnas también estriadas. Termina el Patio en un ancho alero de madera también tallada y donde podemos encontrar los retratos de los primitivos dueños. Gabriel Zaporta y Sabina Santángel parecen asomarse a su Patio desde la lejanía del siglo XVI.

Detalle del alero de madera. Sabina y Gabriel

Pero el Patio es algo más. Algunos piensan que se trataría de un microcosmos. La arquitectura del humanismo, que inspira toda la obra, considera a los edificios como una imagen del universo. No se trata de una visión esotérica sino de algo que ha podido comprobarse científicamente. El Patio de la Infanta representa un horóscopo, una fecha concreta.

Columna de Júpiter
La columna de Júpiter representa la justicia y está formada por tres figuras: Júpiter, Luna y Saturno. La columna de la Luna está situada bajo el unicornio, representada con tres mujeres jóvenes unidas por los hombros. Serían Artemisa, Selene y Perséfone, la tierra, la luna y el infierno. En la columna de Venus aparecen representados también Vulcano, su marido, y Marte, su amante. Y en la columna de Marte se repiten estos tres personajes con diferentes actitudes. Están unidos por los hombros con culebras. La columna de la sabiduría no tiene un nombre específico. Simplemente es la “columna”. Pero por los rollos que la adornan podría identificarse con la Torá, como ya se ha comentado. 

Columnas de Venus, Luna y Marte
El caso es que la disposición de las columnas alude a una fecha importante para los primeros moradores de la Casa Zaporta. El 3 de junio de 1549, a las 18 horas y 50 minutos, fecha de la boda de Gabriel y Sabina. No habría mejor monumento a su amor que esculpir en piedra un momento tan significativo. Magdalena Lasala rememoró en su novela La casa de los dioses de alabastro la historia de Sabina Santángel, una mujer renacentista entregada al estudio y la lectura.

La Columna de la sabiduría

Otros detalles del Patio de la Infanta









Los dedos de los pies


3 comentarios:

  1. Dices en el texto "...pero tampoco sería correcto decir que son antropomorfas porque también hay mujeres representadas, ¿existirá el término ginecomorfas como representaciones con forma de mujer? No sé."
    "Antropos" significa ser humano. "Andros" es hombre y "gine" mujer.

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