lunes, 8 de agosto de 2016

Cine: Extraños en un tren de Alfred Hitchcock (1951)

Hay muchas escenas de esta película que, sin duda, han pasado a la historia del cine y que además (reconocido por ellos mismos) sirven como enseñanza para cineastas tanto noveles como consagrados: el partido de tenis, el estrangulamiento visto en el reflejo de unas gafas, la sombra amenazadora del psicópata. Pero a mí hay una escena que, aunque pasa desapercibida, narra la infancia del asesino, Bruno. El niño consentido y mimado por una madre emocionalmente inestable que le disculpa todo y cuyo padre no puede hacer nada por evitarlo. En el salón de la casa señorial, madre e hijo hablan y la madre le enseña el cuadro que acaba de pintar. No hay nada que le sorprenda más y que le importe menos que la reacción que tiene su hijo. 



Bruno es un joven atractivo y rico con problemas reconocibles. Su principal problema es que su padre quiere internarle en un psiquiátrico y él quiere asesinar a su padre para poder disponer de su fortuna. Para evitar el internamiento se le ocurre intercambiar asesinatos con un perfecto desconocido de manera que nadie pueda relacionarlos. La ocasión se le presenta cuando conoce a Guy, un joven y prometedor tenista de clase baja que espera ascender a través de su matrimonio con la hija de un político. La única pega es que Guy ya está casado y su odiosa mujer no le quiere conceder el divorcio. Intercambiar las víctimas es la solución perfecta para Bruno y para Guy; pero Bruno no cuenta con la honestidad y los escrúpulos morales de Guy.


Hitchcock se planteó esta película después de varios fracasos y pretendió volver al cine comercial que los críticos desprestigiaban. Pero cuando se es un genio hasta lo puramente comercial es una obra de arte. Por el uso de la fotografía, por su capacidad de narración visual y por el suspense que sabía imprimir a cualquier situación cotidiana. Eligió una novela de Patricia Highsmith, que no he leído pero que consideraba normalita, y se puso a trabajar en el guion con Raymond Chandler, escritor de prestigio de novela negra, con el que no se llevó muy bien, hasta el punto de que le despidió y rehízo completamente el guion por su cuenta. Parece que en la novela original había también una cierta atracción homosexual entre los protagonistas que en la película es más sutil. Los dos personajes parecen las dos caras de la misma moneda, el bien y el mal eternamente enfrentados.


Bruno insidioso y corruptor desafía a Guy angelical y puro. En la película gana el bien, no se puede esperar menos de una película americana diseñada para el gran público. Sin embargo, podríamos hacernos muchas preguntas si Guy hubiese accedido a asesinar al padre de Bruno. ¿Que hubiese pasado a partir de entonces? Posiblemente se hubiera establecido una alianza de sangre para seguir matando. Y entonces, ¿quién hubiese elegido a la siguiente víctima? El poder corruptor de Bruno, ¿hubiese sido tan efectivo?


Director: Alfred Hitchcock
Guion: Raymond Chandler, Czenzi Ormonde, sobre novela de Patricia Highsmith
Música; Dimitri Tiomkin
Fotografía: Robert Burks
Intérpretes: Farley Granger, Ruth Roman, Robert Walker, Patricia Hitchcock, Marion Lorne. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, deja tu comentario