viernes, 13 de marzo de 2020

Cine: El sacrificio de un ciervo sagrado de Yorgos Lanthimos (2017)


Después de haber visto cuatro películas suyas, puedo afirmar categóricamente que el cine de Yorgos Lanthimos no es nada fácil, ni mucho menos complaciente pero, sin lugar a dudas, es muy muy atrayente. Si La favorita me produjo cierto rechazo porque era una película muy amarga, El sacrificio del ciervo sagrado me ha hecho sufrir mucho más y, especialmente, porque en la última escena te deja con el corazón colgando de un lacerante hilo finísimo que, inevitablemente, sabemos que se romperá y que cuando se rompa, el director no estará allí para consolarnos.


Lanthimos ha escrito la película con su guionista habitual, Efthymis Filippou, haciendo referencia, a veces inconscientemente (él mismo lo ha confesado) a las tragedias griegas, especialmente al drama de Ifigenia, sacrificada por su padre, aunque salvada en última instancia por Artemisa que la sustituye por un ciervo. Hay que decir que, esta vez, no hay sustitución en el sacrificio.


No sé si puede hablarse de destino fatal, de maldición o de mera sugestión hipnótica pero los protagonistas están abocados a cometer una acción deleznable. Llamarla delito o crimen sería poco. Es la consumación de la ley del talión dentro de una familia acomodada del siglo XXI; una familia que, ante la fatalidad, no tiene escapatoria posible.


Colin Farrell interpreta a un cirujano con algunos problemas con la bebida; tampoco su vida sexual va demasiado bien. Su mujer, Nicole Kidman también es médica y atiende el hogar y a sus dos hijos. Es una mujer competente y que haría cualquier cosa por salvar a su familia especialmente cuando la pasividad de su marido la pone en peligro. Los dos hijos son una adolescente estudiosa y un simpático niño. Todos ellos son fríos, hieráticos y emocionalmente distantes.


Los cuatro viven en una casa preciosa de diseño funcional, frío y enigmático. Una casa de clase alta alienada por la buena suerte que han tenido en la vida, y por su propia riqueza y conformismo. El padre trabaja en un gran hospital de una gran ciudad. También es un entorno funcional, frío y enigmático. Los dos ambientes quedan teñidos por una asfixia constante desde que aparece el adolescente desencadenante de la tragedia.


¿Qué es lo que han hecho para encontrarse con su destino fatal? Aparentemente nada, pero ha habido un muerto. Aunque esto no sea suficiente razón para que acaben transformando su culpabilidad en una enfermedad, como una maldición contra la que nada puede hacerse. Posiblemente casi nada pueda hacerse contra la maldición personificada en un dulce adolescente tan frio, hierático y emocionalmente distante como el resto de protagonistas. Pero no hay que olvidar que esto es una tragedia griega traspasada al siglo XXI y en las tragedias griegas los dioses eran eso, dioses omnipotentes dueños de la vida y la muerte acompañados de efebos serviciales.


A mí es la película que más me ha gustado de Lanthimos. Una película muy inteligente que propone más preguntas de las que responde; desgarradora y pura en su inquietante y terrible belleza; con una banda sonora de música clásica espectacular: ‘Stabat Mater, D 383- I.Jesus Christus schwebt am Kreuzel’, de Schubert y St. John Passion, BWV 245-No. 1, Chorus. Herr, unser Herrscher’, de Bach, pero acompañada también con chirridos de violines que causan espanto en el alma. Cine clásico desde el primer momento. Aquí mi opinión sobre Langosta y Canino



Dirección: Yorgos Lanthimos
Guion: Yorgos Lanthimos, Efthymis Filippou
Fotografía: Thimios Bakatatakis
Intérpretes: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan, Raffey Cassidy, Sunny Suljic

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