Philip Larkin es actualmente considerado un poeta de culto
en Reino Unido. Como novelista sólo publicó dos obras, Jill y Una chica en invierno;
como poeta, sin embargo, se prodigó durante toda su vida: El barco del norte, Las bodas de Pentecostés, Ventanas altas. Se
graduó en Oxford y nunca hizo de la literatura su trabajo remunerado. Profesionalmente
fue, sobre todo, bibliotecario y también un crítico de jazz muy apreciado. Tenía
fama de misántropo y de gran seductor con las mujeres. No cabe duda de que era
una personalidad contradictoria. Con el pseudónimo de Brunette Coleman escribió
varias obras de ficción homoerótica para hombres adultos, parodiando el trabajo
de las autoras de ficción escolar para chicas.
Mi opinión.-
El invierno al que hace referencia el título no es sólo una
estación del año sino el invierno emocional en el que parece vivir la
protagonista. Katherine es una joven europea refugiada en Reino Unido durante
la II Guerra Mundial. No se dice abiertamente su origen pero podría ser judía
alemana y que sus padres, de clase social alta, la hubiesen enviado allí para
ponerla a salvo. Katherine se siente sola en un país extranjero donde todo es
inhóspito: su vivienda, el trabajo, las posibles amistades y una familia a la
que conoció años atrás cuando, en los tiempos felices, disfrutó de unas
vacaciones en la campiña inglesa.
Katherine tiene una gran capacidad para analizar
sentimientos y emociones pero, al mismo tiempo, es una jueza implacable contra
ellas misma y contra los demás. No salva a nadie de su entorno. Ni a su jefe,
ni a sus compañeras de trabajo. Creo que los desprecia un poco y posiblemente
sea porque es de una clase social superior venida a menos a causa de la guerra.
La acción se desarrolla durante un día que, aparentemente,
debía ser un día normal. Sin embargo, Katherine recibe el aviso de que un
antiguo conocido va a pasar a visitarla. Robin es el hijo de la familia con la
que Katherine pasó un bonito verano. La narración se divide así en tres partes.
En la primera, durante un día de invierno, Katherine describe su vida actual.
Tiene que acompañar al dentista a una joven compañera a la que no soporta y
discute también con su abusivo jefe al que tampoco soporta. Sin embargo, al
recibir la carta, comienza a rememorar cómo fue aquel verano de su adolescencia.
Durante toda la narración, el autor utiliza una prosa muy
cuidada y poética. Pero esto no es obstáculo para que describa la frialdad de
los caracteres. Podríamos pensar que el verano feliz de la adolescencia fue su
despertar a la vida pero, en realidad, por lo que Katherine relata no fue así.
Resultó un buen verano en una familia bastante anodina. Con unos hermanos
adolescentes bastante pavisosos, Robin y Jane. Aunque, en realidad, deberíamos
decir que en los años 1930 no existía la adolescencia y tanto Katherine como
Robin y Jane se comportan como pequeños adultos que todavía no saben muy bien
qué hacer.
En fin, Katherine se toma ese verano como una experiencia
para contarles a sus amigas a la vuelta pero tampoco pasa nada excepcional. Ni
siquiera el beso entre Katherine y Robin merece una gran consideración. Ya he
dicho antes que Katherine es una jueza implacable. En la tercera parte, el día
que transcurre en el invierno, Katherine retoma su rutina y aunque parece que
Robin al final no irá a visitarla, sí que se presenta en su casa, borracho.
Katherine y Robin retoman una relación fría. Incluso duermen en la misma cama
pero de ninguna manera dejan ver sus emociones. Una novela muy interesante. Yo
diría que casi pionera del vacío existencial que años más tarde explotará la
narrativa francesa. Y algo negativo, algunas expresiones traducidas de una
manera no muy habitual.
Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante
bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito
principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de
viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la
prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas doce novelas;
bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas: Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la
pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe.
Mi opinión.-
Quinta novela de la saga y llama mucho la atención en ella,
a mí por lo menos, que Vila se muestra un poco respondón con todos sus
superiores. Está frustrado por una investigación muy laboriosa que llevó hace
algunos años y que no ha llegado a buen puerto, lo que significa que el
culpable no ha sido condenado por razones que son ajenas a esta novela pero
que, sin embargo, le hacen comportarse como un adolescente que frente a su
padre o su madre anda buscando límites. La narración resulta plomiza y no me
parece mal porque creo que el autor conscientemente ha querido incluirnos en el
estado de ánimo de Vila. Esta frustración le hace más vulnerable y se
manifiesta claramente la tentación de abandonar. Aparece por primera vez, en
esta novela, Arnau. Un guardia jovencillo al que Vila hará objeto de
comentarios, puyitas e ironías diversas, pero que parece que ha llegado para
quedarse.
Pero lo que más me sorprende es la relación de Vila con el
feminismo. La novela se publicó en el año 2010 y muestra un cierto tufillo
contra la Ley de violencia de género. La aprobación y promulgación de la Ley
1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia
de Género, supuso para muchos (casi todos, bueno todos, machistas más o menos
reconocibles) un cierto terror. Sospechaban que iban a proliferar (todavía
algunos lo dicen sin pestañear) las denuncias falsas y que las mujeres iban a
vengarse por milenios de sufrimientos haciendo peligrar el estatus de buenas
personas de los pobrecitos hombres.
Vila (o Lorenzo Silva) parece que va por ese sendero. Siempre
ha dicho (y ha demostrado) que no es machista, pero también se ha empeñado en
recalcar de tanto en tanto que, desde luego, no es feminista. Y esto es algo
que me ha extrañado siempre. ¿Por qué hombres tan cultos como Vila no se
molestan en investigar qué es el feminismo? No se trata de que tengan que
leerse doscientos ensayos de teoría feminista desde el siglo XIX (aunque podemos
considerar que el feminismo moderno empieza con la Ilustración, no vamos a exigir
tanto). Se trata únicamente que se atengan a la definición de la RAE sobre el
sustantivo feminismo:
Del fr. féminisme, y este
del lat. femĭna 'mujer'
y el fr. -isme '-ismo'. 1. m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. 2. m. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.
¿Cómo alguien puede no ser feminista? No es tan difícil,
¿no?, principio de igualdad de derechos
de la mujer y el hombre. Igualdad de derechos que todavía no se ha
conseguido de manera efectiva y por la cual hay que seguir peleando todos los
días. Feminismo no significa subvertir el orden y sustituir el abuso machista
por el abuso de las mujeres. No, señores, nunca ha sido eso. No significa que
los hombres renuncien a sus derechos. No, señores, nunca ha sido eso. No
significa que los hombres sean perseguidos por el hecho de ser hombres. No,
señores, nunca ha sido eso. No se trata de que los hombres renuncien a sus
derechos. No, señores, nunca ha sido eso. Se trata de que los hombres entiendan
que deben renunciar a privilegios. No se trata de que las mujeres maten a los
hombres impunemente. No, señores, nunca ha sido eso. Se trata de que los
hombres no maten a las mujeres. No, señores, la Ley 1/2004 no supuso
indefensión para los hombres y el número de denuncias falsas sigue siendo ínfimo
y además se detectan sin mayor problema. Y aquellos machistas que no quieren
reconocer que lo son se detectan también fácilmente porque utilizan expresiones
como “prejuicio de género” o “ideología de género” y mantienen que “la
violencia no tiene género”; pero sí lo tiene. Y en la violencia de género el
agresor es hombre y la víctima es mujer.
Pues yo creo que, parte de este miedo de los hombres,
inspira esta novela que, además, está basada en hechos reales. Y no es que yo
niegue que las mujeres podemos ejercer violencia contra los hombres es que las
estadísticas ahí están. A finales de mayo de 2021, en apenas una semana, ha
habido 6 mujeres y un niño asesinados por parejas o exparejas (es decir, violencia
de género). Ningún hombre.
El hilo conductor de esta novela es el agua. En realidad, se
trata de resaltar que su capacidad de cambiar y adaptarse a distintos
recipientes (situaciones) es lo que le confiere una considerable ventaja frente
a los enemigos. El agua va hacia abajo, hacia lo vacío y no tiene forma
constante. Claro que, aplicado, a la vida de la víctima casi significa que para
recuperar la custodia de su hijo tiene que estudiar las enseñanzas de Sunzi y
de Epicteto y poner en práctica una estrategia que, en realidad, no le sirve
contra un enemigo brutal. Un poco excesivo, ¿no?
Aparece otro personaje interesante que no sé si se repetirá
en lo sucesivo pero que a mí me gustaría volver a ver. La jueza Gómez Fernández-Vadillo,
de nombre María Antonia, parece hecha a medida de Vila y, a veces, parece que
le tira los tejos. Resuelta, colaborativa y sin miedo a tomar decisiones
peliagudas a pesar de que Vila se muestra bastante insolente con ella. Una
mujer que está de buen ver pero que Vila dejará pasar porque sigue con un autoimpuesto
voto de castidad. A Chamorro le ha tomado demasiado afecto “para ofrecerle la
estropeada mercancía que sobre esas premisas podría compartir con ella” (pg.
165) y de Salgado, la otra compañera guardia civil, Vila dice “… aunque ya
había cumplido los 35…” En fin, que no está por la labor de entablar ninguna
relación porque sigue teniendo penitas de amor o porque sea un machista
redomado encubierto que dice “…el matrimonio es un contrato desventajoso para
el hombre…” (pg. 256). Jaaaaaaaaaaaaaaaaa, jaaaaaaaaaaaa. En cualquier caso,
imprescindible leer esta novela.
Andrea Abreu es una joven escritora canaria. Estudió
periodismo en la Universidad de La Laguna y se trasladó a Madrid para cursar un
máster y trabajar en distintas cosas, desde dependienta de lencería a
periodista cultural. También escribe poesía, Mujer sin párpados, y es codirectora del Festival de Poesía Joven
de Alcalá de Henares. En el año 2019, fue ganadora del accésit del Premio Ana
María Matute de narrativa de mujeres.
Mi opinión.-
Hay que reconocerle a esta novela el alarde estilístico, en
primer lugar. Pero también creo que hay que decir, desde mi punto de vista en
absoluto profesional, que le falta una historia potente detrás. Abusa del
lenguaje coloquial y de localismos de los que no encuentras el significado
preciso. Puede recordar también a la literatura realista del siglo XIX.
Otro inconveniente para mí, es que los capítulos son
autoconclusivos, pueden considerarse pequeños relatos independientes pero que,
al mismo tiempo, no impulsan al lector a continuar una lectura que, por
momentos, se hace desagradable. Hasta que no se produce un hecho trágico no
existen continuidad entre los capítulos y ese hecho trágico se produce bien
avanzada la segunda mitad de la novela.
Existe también un constante regodeo de la autora en lo
sórdido, en el feísmo y en la personalidad abusiva de Isora (una de las adolescentes
protagonista). Recuerda demasiado a la trilogía de Elena Ferrante de “La amiga
estupenda”, excepto porque está ambientada en las Islas Canarias y en los años
2000; lo que todavía hace más terrible ciertas cosas que suceden en la novela.
Con todo esto, me parece que el esfuerzo y los hallazgos
estilísticos de la autora más parecen una cadena que una liberación. Lo digo
por el trabajo que le habrá supuesto recrear la oralidad de las adolescentes,
repleta de localismo y de jerga propia de los jóvenes de los años 2000. Una
tarea que puede ser fascinante pero, al mismo tiempo, debemos considerar que el
lenguaje es un código fabricado para facilitar el entendimiento y la
comunicación. Debe, por ello, ser compartido entre hablantes o entre escritora
y lectores para que cumpla esta función. Y creo que, en este caso, actúa
bastantes veces como obstáculo.
Panza de burro es
un fenómeno meteorológico propio de las Islas Canarias. Es una acumulación de nubes
de baja altura provocada por los vientos Alisios y que, al mismo tiempo, que refresca
produce una gran sensación de ahogo por la acumulación de humedad. En nuestro caso,
parece ser el fatalismo que persigue a la protagonista. Se podría considerar
una novela de crecimiento con los primeros encuentros sexuales en los que
predominan el abuso y el asco. Es una primera novela interesante pero no apta
para todos los estómagos.
Jorge Sanz Barajas es Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Ciencias Políticas. Trabaja
como profesor de literatura y colabora también en prensa. Otros libros suyos: La balada del ahorcado y el ensayo
biográfico sobre José Bergamín, titulado José
Bergamín: la paradoja en la revolución, Las hadas muertas, Capital del desierto. Coordina el Taller de lectura de
novela, Libros para entender el mundo,
en Zaragoza.
Mi opinión.-
Esta es la tercera
novela de Jorge Sanz Barajas y como las otras dos tiene como escenario
principal la ciudad de Zaragoza. Es algo que le tenemos que agradecer porque
además rescata una ciudad que no hemos conocido. La Zaragoza de la posguerra
que, parece que no y aunque no es el tema principal de la novela, fue una
ciudad de intrigas donde en la calle Cervantes existía una sede del Partido
Nazi Alemán y en la calle Costa había una oficina de la Gestapo; donde había
que circular por la acera derecha para demostrar afinidad con el régimen y
donde, en la clandestinidad, se seguían reuniendo los represaliados comunistas.
Es una historia de
amor atípica y una novela biográfica atípica. En ella se facilitan pocos datos
vitales de los personajes y apenas se dicen bonitas palabras quizá porque Ciriaco
y Amaya no pueden vivir una apuesta clara por el futuro, ni ensoñaciones que
estén fuera de lugar. Y es así porque es una historia donde predomina el miedo,
la clandestinidad y la sospecha y porque, por encima de todo, es una historia
de derrotados y perseguidos que siguen manteniendo su dignidad a fuerza de
alimentar secretos y pequeñas alegrías.
Ciríaco Párraga es un
pintor e ilustrador, republicano y comunista, que acaba de salir de la cárcel.
Llega a Zaragoza para recomponer su vida cerca de unos camaradas que han podido
establecerse allí. Es 1940 y allí conoce a Amaya Hidalgo, una joven vitalista y
llena de fuerza que se convertirá en su compañera. Amaya escribe cartas a su
madre que está en la cárcel y que nunca envía porque Amaya ha podido escapar y
vive en la clandestinidad. Y sigue escribiendo cartas para no cercenar la
necesidad de hablar cuando, en realidad, impera el silencio, la mordaza y la
censura. Amaya es la Tellito.
Yo resaltaría dos
cosas de esta novela. En primer lugar, está escrita de una manera muy poética soltando
emociones y permitiéndoles que vuelen alto pero, al mismo tiempo, una cierta aspereza
se encarga de romper ese ritmo poético. El autor no se deja llevar por sensiblerías
y fotografía la vida que se desarrolla durante la posguerra civil en una ciudad
de provincias dominada por el miedo y la sospecha. Esta poesía se hace novela en
una escritura de frases muy cortas y rotundas y que se asemejan a las
pinceladas de Párraga que huyen del dibujo por considerarlo un artificio
indigno que limita la expresividad de la pintura pura. Los párrafos que
describen la pintura y la manera de pintar de Párraga han supuesto, para el
autor, una gran labor de documentación facilitada por el hijo del pintor.
En segundo lugar, esta
novela también sirve como reportaje y crónica de la vida de la burguesía culta
zaragozana de la posguerra; la mayoría de ellos francófilos en una ciudad
“ocupada” por los nazis y la Falange. Una vida que pretendía escaparse de las
limitaciones del Régimen aunque de manera muy tímida. Aparecen Jalón Ángel,
Pilar Bayona, Camón Aznar, Miguel Labordeta e, incluso, en la presentación de
una exposición de Ciriaco Párraga, la hermanísima de Franco, Pilar, en una
intervención totalmente novelada pero que podría haber sido cierta. Porque
todos los personajes involucrados y todas las situaciones que viven son
rigurosamente ciertas. Ciriaco Párraga trabajó en Zaragoza en el estudio de Jalón
Ángel, fotógrafo de la burguesía zaragozana y gracias a él pintó dos retratos
de Franco teniendo como modelo fotografías. Nunca se vieron personalmente y
menos mal porque llegó a pensar en atentar contra Franco durante las sesiones
de posado. Amaya, la Tellito, se
llamaba en realidad Palmira Julia Tello Landeta. Fue miliciana en las
Juventudes Socialistas Unificadas, muy próxima a una de las Trece Rosas, Dionisia Manzanero y
protagonizó una portada de la revista Estampa.
A final de su vida viajaba asiduamente a Estados Unidos para visitar a su hija
y a los veteranos del Batallón Lincoln. En 2003, con 83 años participó en una
manifestación contra la Guerra de Irak. Dos fotografías icónicas. No cesó de
luchar.
Hay un tercer
personaje que merecería una novela por sí mismo. A mí me gustaría poder
entender a personajes como éste. Aunque Almudena Grandes lo incluyó en su
novela Las tres bodas de Manolita no
es suficiente para abarcar al personaje. El comisario Conesa, antiguo militante
socialista reconvertido en quintacolumnista y torturador, sometía a las presas
de la cárcel de Torrero a largos y dolorosos interrogatorios. Durante la II
Guerra Mundial colaboró con la Gestapo. Más adelante, durante la Transición y
los primeros años de la democracia en España, se encargó de la lucha
antiterrorista contra ETA y el Grapo. Todo un personaje que deberíamos conocer.
Volar Alto
Jorge Sanz Barajas
Xordica
Algunos cuadros de Ciriaco Párraga
Las fotografías icónicas de la Tellito. Una vida de lucha
Desde hace unos años parece que asistimos a una
revitalización del cine de espías en el período de la Guerra Fría pero con dos
diferencias importantes respecto a películas anteriores: los protagonistas no
son espías profesionales pero no por ello son menos efectivos y además las
pelis están basadas en hechos reales. La primera de esta revitalización que yo
recuerde fue El puente de los espías.
Pues El espía inglés
sigue esta estela. En ella nos encontramos con Greville Wynne un hombre de
negocios “galés, no inglés” (habría que corregir el título de la película en
castellano) que realizaba frecuentes viajes a la Europa del Este en los años
1960. Así es reclutado por el MI6 y la CIA que andaban escasos de personal para
misiones no muy comprometidas, si es que esto existía durante la Guerra Fría.
El caso es que debía limitarse a hacer de correo entre Oleg Penkovsky, un alto
cargo de la inteligencia militar de la Unión Soviética.
Penkovsky estaba muy preocupado por el estallido de una
guerra nuclear y, especialmente, por el carácter impetuoso y atrabiliario del
mandatario soviético Jrushchov. Éste, al mismo tiempo que intentaba implementar
mejoras para la vida de la ciudadanía soviética y “aligeraba” el aparato
represor de la era stalinista, también consideraba que los misiles eran una
parte fundamental de la guerra del futuro, más aún si eran misiles nucleares, y
por ello destinaba ingentes cantidades de dinero a la investigación y puesta en
funcionamiento de estas nuevas armas.
Uno de los escenarios para probar la efectividad de estas
armas, por su proximidad a Estados Unidos, era Cuba. Esto provocó la crisis de los misiles y el inicio del bloqueo contra Cuba, en 1962. Parte
de los documentos que mostraban la construcción de silos para misiles fueron
facilitados por Penkovsky y trasladados a Londres por Wynne. Lo que no se dice
en la peli es que el traslado de misiles a Cuba fue la respuesta de la URSS a
la instalación de misiles estadounidenses en Turquía.
De cualquier manera, Penkovsky y Wynne estuvieron
involucrados en esta operación durante los dos años anteriores aunque, al
final, fueron descubiertos, encarcelados, sometidos a juicio y Penkovsky ejecutado
por traidor. Wynne fue condenado a 8 años de cárcel en Lubyanka, pero después de unos años de cárcel y maltrato fue
canjeado por un espía soviético en 1964 y volvió a su plácida vida de civil en
Londres.
Sin embargo, y esto lo que me ha parecido más extraño, el
director de la película no se centra tanto en el contexto político como en la
relación entre los dos hombres que desarrollar una gran amistad y un profundo respeto mutuo, sin necesidad de grandes discursos, de palabras altisonantes o de demostraciones exageradas de afecto. Lo que correspondería entre un británico y un soviético. El papel de Wynne está escrito y
dirigido para lucimiento de Benedict Cumberbatch que lo interpreta con una
entrega absoluta, incluido un gran cambio físico y a pesar de esa tendencia a
“poner morritos” que comparte con Daniel Craig. Como dicen en la película Wynne
es un cuarentón fofo, poco agraciado, con cierto sobrepeso, con una tendencia
importante a beber demasiado y a ser infiel a su mujer, graciosete y vulgar a
partes iguales y cuya participación en la II Guerra Mundial había sido tan arriesgada
como pegar sellos en un oficina de Londres. Pero participar en esta operación supone ser un héroe temporal y precario. Y uno
de los primeros cambios que sufrirá y que, además, pillará por sorpresa a su mujer, será un
reencuentro con el vigor sexual de su juventud. No está mal.
Penkovsky, por su parte, es un militar de casta, de alta
graduación, del servicio de inteligencia soviético. Comprometido con su país y
con su familia que, realmente, se teme lo peor. Hoy se le considera como una
pieza fundamental que alteró el curso de la Guerra Fría. Está muy bien interpretado
por Merab Ninidze, un actor georgiano al que no conozco. Aunque su papel supone
más contención y menos lucimiento sabe sacarle partido, especialmente, en la
escena final en la que se reencuentran en la cárcel los dos y Wynne le dice que es
él quien ha conseguido parar un enfrentamiento nuclear. Su mirada entonces lo
dice todo. En su mirada está el orgullo por el deber cumplido, la aceptación de la muerte como sacrificio por un bien superior y la paz de espíritu.
La película está dirigida por Dominic Cooke, uno de los
artífices de la megaserie de televisión The
Hollow Crown, adaptación de los dramas históricos escritos por Shakespeare
y también de la magnífica En la playa de Chesil. Un director de prestigio y acostumbrado al riesgo. Quizá por ello
ha elegido contar la historia desde el punto de vista que podría considerarse
más anodino, una relación cordial de negocios entre los dos hombres, en lugar
de centrarse en el contexto político de la Guerra Fría o en los vericuetos
judiciales de un proceso por traición o en el sufrimiento en la cárcel o en la
muerte. A todo esto, apenas le dedica unos minutos y el transcurso del tiempo
se soluciona con un fundido en negro y un rótulo. Sin embargo, la película
resulta emocionante a pesar de sus colores grises y su ambiente frío. Eso es
hacer buen cine.