El autor.-Lorenzo Silva estudio derecho y ejerció como abogado durante
bastantes años. Sin embargo, su vocación literaria terminó ganando. Ha escrito
principalmente novela, pero también poesía, algún ensayo y un par de libros de
viajes. También ha sido guionista de cine y colabora habitualmente en la
prensa. De la serie de Bevilacqua y Chamorro lleva ya escritas trece novelas;
bueno dos son libros de relatos. Otras obras suyas:
Historia del Marruecos español, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la
pesadilla de Marruecos, Trilogía de Getafe.
Mi opinión.-
No voy a engañar a nadie. Esta es la novela que menos me ha
gustado de la serie de Bevilacqua y Chamorro y por varias y diferentes razones.
En primer lugar, por el papel casi irrelevante de Chamorro, algo que no es la
primera vez que pasa. No sé si el autor está pensando en la jubilación de Vila
y la posible sustitución de esta saga por otra en la que Chamorro sea la
protagonista absoluta. No creo que sea así, pero a mí, en estas condiciones, me
parece un personaje realmente desperdiciado. Otra posible respuesta a esta “invisibilidad”
de Chamorro sea un cierto sesgo machista, manifestado consciente o
inconscientemente por el autor.
En segundo lugar, esta novela resulta repetitiva respecto a otras
dos: La marca del meridiano y La reina sin espejo. No está mal que Vila
recuerde situaciones y personajes de su vida, es decir de otras novelas, y que,
además, lo haga no exactamente igual, pero la intercalación constante de un
capítulo del pasado entre dos capítulos del presente, me ha parecido excesiva. Supongo
que el autor habrá sido consciente de esta repetición y habrá querido cautivar
a nuevos lectores que no conociesen ni la historia de amor y desastre que vivió
Vila en Barcelona y que, treinta años después todavía no ha superado, ni su
aprendizaje como novato, tentado por el lado oscuro, en la Policía Judicial. Se
repiten incluso algunos personajes brevemente pero casi con una intención
moralizante, como es el caso del escritor Altavella que nos suelta una “chapa”
considerable. ¿Esperábamos, quizá, que Anna estuviese libre y éste fuese el
reinicio de su historia de amor? Por mi parte no, pero igual hubiese sido mejor.
En tercer lugar, Vila y Chamorro, la invisible, tienen que resolver un caso, puesto que para eso se
trata de una novela policíaca. Esta vez es el asesinato de una peregrina catalana en el
Camino de Santiago, aunque el lugar del crimen aquí es totalmente irrelevante y
secundario. Yo, me había hecho a la idea de que Vila, mejor dicho el autor,
aprovecharía en esta novela para reflexionar sobre las similitudes de la vida y
el Camino de Santiago, ya que Vila es tan dado a darles vueltas a las cosas y a
relacionar los acontecimientos del presente con el pasado, incluso remoto.
Pero, no fue así. Una vez situado el crimen y echado un vistazo al lugar, Vila sale
de allí casi para no volver. Esto mismo me pasó con La reina sin espejo. Me pareció que al cometerse el asesinato en un
pueblo de Aragón, el autor aprovecharía para analizar la idiosincrasia
particular, pero parece que Lorenzo Silva, sólo está interesado en Madrid y
Barcelona.
Como decía, esta vez la joven asesinada es catalana aunque
lleve en la muñeca una bandera de España y haya decidido hacer el Camino por una cierta rebeldía juvenil y casi
por motivos políticos. Es hija de un independentista barcelonés que, además,
está siendo investigado por la Guardia Civil (no por Vila) por sus vinculaciones más que profundas y por sus negocios más que turbios que de alguna
manera tienen relación con el Procès. Y
este ha sido el cuarto punto que no acaba de convencerme.
Vila siente nostalgia por la Barcelona de los Juegos
Olímpicos que conoció de joven. Fue y será su ciudad. Y para hacerse con ella,
el joven guardia civil de los años 1990 no tuvo reparos en empaparse de la
“pretendidamente diferente” cultura catalana, de “…la impronta cosmopolita de
la urbe portuaria, frente al ambiente cerrado de la capital administrativa" (pg.82). Así, pasan dos cosas: una, Vila y el autor identifican Barcelona con
Cataluña (olvidándose de las peculiaridades y ranciedad de las otras
provincias) y dos, manifiestan también esa contumaz insistencia en comprar el
relato, propagado por los independentistas catalanes, del secular conflicto
entre Cataluña y el resto del Estado, personificado en Madrid.
Un conflicto recurrente que da igual que tenga su origen en la España de los
Reyes Católicos o en la República de 1931 (que los catalanes tanto contribuyeron a recentar); en la España de la Guerra de Sucesión o de la represión franquista; durante la Ilustración o en la Transición de finales del siglo XX; la España de las guerras
coloniales o, para terminar, la de los años 2020, con un nivel de autonomía administrativa y autogobierno político como no se da en
ningún otro país de Europa. Siempre el conflicto entre España y, eso sí, en el otro rincón del ring siempre está la
pobre y subyugada Cataluña (en realidad, Barcelona) objeto de innumerables,
brutales y seculares agravios: que si el aeropuerto
del Prat, que si el Estatut invalidado por el Tribunal Constitucional, que si la prohibición del catalán, que si sí que si no, que Madrid y España nunca ha entendido a Cataluña y que si tal.
Desde mi punto de vista, éste es uno de los grandes errores de esta novela.
Lorenzo Silva y/o Vila se posicionan (y me parece muy bien) pero evitan poner en el mismo plano que todo lo anterior, y ha mí me parece muy relevante, que Cataluña nunca ha sido una entidad independiente y que, consecuentemente llora por una independencia y libertad perdidas que nunca tuvo. Sin embargo, para
no pillarse los dedos, en lugar de decir todo esto “personalmente” reproducen las ideas
del historiador Vicens Vives. Aquí van algunos ejemplos: la “expansión catalana [por
el Mediterráneo] de los siglos XIV y XV, [fue] tan exitosa que al final había
acabado resultando… nociva para Cataluña…una sociedad tan próspera, a cuenta de
las rentas de Italia, que vivió con desinterés… la conquista de América…” (pg.
96); y otra, “… en el siglo XV Cataluña apostó… por unirse a Castilla porque
era… lo que más le convenía frente a… convertirse en la chacha de Francia…" (pg.
196). En ningún momento, Silva menciona que esa expansión por el Mediterráneo o
la unión con Castilla se hace por decisión y voluntad del rey de la Corona de
Aragón no de Cataluña, que ni era independiente, para tomar esas decisiones, ni estaba unificada, ni tenía la extensión actual ni sus límites. A mí se me ocurriría preguntar, si el rey o los sucesivos reyes tomaron esas decisiones para todo el territorio de su soberanía ¿tenía Cataluña otra opción que asumirlas?, podría levantarse contra el rey de Aragón, por supuesto, ¿pero le sería conveniente?, ¿debería haberse enfrentado a Castilla?, ¿o mucho mejor rebelarse contra los dos y después contra Francia? No soy historiadora pero creo que sería mucho más
fiel a la historia afirmar que Cataluña no decidió expandirse por el
Mediterráneo y que tampoco decidió unirse a Castilla. Alguien poco informado caería en la trampa de creer que Cataluña tomaba decisiones porque era independiente, ¿no? ¿Será esa la intención del separatismo catalán?
Sigue también reproduciendo la afirmación de Vicens Vives
que resalta como rasgo netamente
catalán, el pactismo. Sin embargo, es bien sabido (o debería serlo) que en
derecho aragonés ya se menciona que “En
Aragón fueron antes leyes que reyes” y que el juramento de los reyes de Aragón
iba precedido de esta afirmación de los nobles: “Nos, que somos y valemos tanto
como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor
entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no,
no”. Y siguen, en la novela, otro montoncillo de frases que evitaré mencionar para no cansar y que comienzan con España y Cataluña o
Cataluña y España, cuando lo correcto hubiese sido y seguirá siendo afirmar el resto de España y Cataluña
o Cataluña y el resto de España.
En fin, que no tenemos que tragar sin digerir el relato
separatista catalán. Que no tenemos que pensar que el encaje de Cataluña en el Reino de España ofrece dificultades porque
cuando Cataluña saca rentabilidad de ese encaje no tiene ningún problema en encajar. Quizá sería conveniente empezar a pensar que, en realidad, Cataluña nunca ha querido ni quiere ser independiente sino
que su objetivo es mantener su ventaja comparativa respecto a las otras
comunidades autónomas, conseguida y consolidada en los últimos 150 años por su
capacidad para abrir y cerrar la espita del conflicto cuando más le interesa y que suele coincidir en el momento en que el resto de España está sufriendo alguna crisis.
Un conflicto que siempre es artificialmente creado desde el poder por una
minoría catalana insolidaria y filonazi, arrogante y supremacista, burguesa y codiciosa. Una elite que no duda en descalificar a quienes no se tragan ese
relato inventado de agravios históricos por los que España debe pedir perdón a
todo el mundo mundial y especialmente a esa Cataluña, en realidad, tan rancia. Parece que Lorenzo Silva no ha sido consciente de que los catalanes han creado insultos especiales para el resto de los españoles durante los últimos 100 años: de charnego a ñordo. Para los españoles más vulnerables, para los que emigraban para buscarse la vida porque en sus lugares de origen no existía esa posibilidad. Sin embargo, Vila se ha propuesto ya empezar a pedir perdón a esa sensibilidad catalana tan a flor de piel: “El catalán,…, lo hablaban muchos, sin
dar nunca esa sensación de pretender poner a distancia a los
castellanoparlantes” (pg. 40). Buffffff.
En definitiva, lo relativo a la resolución del asesinato de
la chica poco importa. Al final, el asunto se resuelve por una carambola en la que aparecen unos
rusos muy simpáticos y colaboradores que pasaban por allí y eran amigos/socios
del padre y parece que manejan el cotarro delictivo pero en realidad no, porque sólo son
hombres de negocios y no se dedican a espolear revoluciones entre españoles porque
entre españoles, ya se sabe, no necesitamos a nadie que nos azuce a darnos de
coscorrones. Y además va y dice uno de los rusos “Piensa que esto es una partida de ajedrez. Si tu
rival es tan idiota como para darse jaque a sí mismo, ¿cómo vas a dejar de mover
tus piezas para favorecerlo? Por supuesto, sin comprometerte más de la cuenta”
(pg. 523). Inteligencia rusa y cazurrería española o catalana. Pues, lo que decía, por esa carambola rusa se resuelve el crimen de
manera que alguien carga con la muerta y no lo pagará con la cárcel. En lo que respecta al padre,
los de la secreta, también le trincan aunque la mayoría de documentos
comprometedores se han “perdido” por obra y gracia de los rusos. En el juicio,
probablemente le tocarán unos años en la cárcel pero con un buen abogado y buen comportamiento
y con la reforma de los delitos de sedición y malversación que se está tramando seguro que serán
pocos. Lo peor es la pérdida de su hija; irremediable. A los demás, y a pesar de que queramos aproximarnos a Cataluña con una delicadeza exquisita, no nos queda más que esperar la próxima
asonada catalaneta. Que, por supuesto, coincidirá con algún período de crisis. Zarpazo va, zarpazo viene. Eso es Cataluña para el resto de España.
¿Recomiendo la novela? Si, por supuesto. Las reflexiones de Vila
siempre son muy interesantes. Mesuradas y llenas de emoción, razón y
pesioptimismo a partes iguales. Y también la recomiendo por el homenaje sentido que Lorenzo
Silva hace a Domingo Villar, también autor de novela policíaca muerto recientemente y
al que tengo pendiente de lectura. Eso sí, recomiendo la novela a la espera de una próxima saga protagonizada por Chamorro.
Serie Bevilacqua y Chamorro:
El lejano país de los estanques, 1998. Premio Ojo crítico
El alquimista impaciente, 2000. Premio Nadal
La niebla y la doncella, 2002
Nadie vale más que otro, 2004. Relatos
La reina sin espejo, 2005
La estrategia del agua, 2010
La marca del meridiano, 2012. Premio Planeta
Los cuerpos extraños, 2014
Donde los escorpiones, 2016
Tantos lobos, 2017. Relatos
Lejos del corazón, 2018
El mal de Corcira, 2020
La llama de Focea, 2022
La llama de Focea
Lorenzo Silva
Destino